Dr. Ricardo N. Alonso
Doctor en Ciencias Geológicas (UNSa-CONICET)
El Tribuno, Salta, Lunes 2 de Febrero de 2015
La historia oficial dice que el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) fue creado por Decreto Ley N°
1291 del 5 de febrero de 1958, respondiendo a la percepción socialmente
generalizada de la necesidad de estructurar un organismo académico que
promoviera la investigación científica y tecnológica en el país. También
menciona que su primer presidente fue Bernardo A. Houssay -Premio Nobel de
Medicina en 1947-, quien le infundió a la institución una visión estratégica
expresada en claros conceptos organizativos que mantuvo a lo largo de más de
una década de conducción. Estos conceptos aparecen en la página oficial del
CONICET y son tomados como el verdadero origen y nacimiento de la institución
que según se desprende, el próximo jueves 5 de febrero cumpliría 57 años.
Es
absolutamente prestigioso que el primer Premio Nobel argentino -de ciencia-
esté en los ejes de su organización. Pero resulta que hay una historia menos
conocida y es que dicha institución fue creada originalmente por el presidente
Juan D. Perón en 1951 y estaría cumpliendo 64 años.
Entre una pila de folletos
que adquirí en un librero de viejo, encontré para mi sorpresa un ejemplar que
lleva por título “La productividad y las investigaciones científicas y
técnicas” (Buenos Aires, 1955, 32 páginas). Al hojearlo me encuentro que relata
el informe realizado por el Ing. Silvio Antonio Tosello sobre la reunión
llevada a cabo el 17 de febrero de 1955 sobre los planes nacionales para
avanzar en la producción con el apoyo brindado por la ciencia y la técnica de
los profesionales argentinos. Esto no tendría mayor relevancia si no fuera
porque el Ing. Tosello lo hace como presidente de la Dirección Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. O sea que la diferencia es una sola
palabra: Dirección por Consejo. Ya en la portadilla podemos leer que dicha
dirección dependía directamente del Poder Ejecutivo Nacional. O sea que el
presidente Perón se había reservado ejercer la conducción de esta área tan
sensible.
El inesperado hallazgo del valioso folleto me obligó a buscar
referencias y rápidamente encontré en internet una nota que aclara bastante el
asunto. Está firmada por Enrique Oliva, lleva por título “La creación del
CONICET es obra de Juan Domingo Perón” y fue publicada en Urgente 24, el 10
febrero 2004. Oliva se queja de que una institución tan importante como el
CONICET sea reconocida como un logro de la dictadura (Aramburu) y no una
genuina creación de un gobierno constitucional. Brevemente menciona los
principales antecedentes en cuanto a leyes y decretos que dieron vida al primer
CONICET. Su trabajo fue más tarde ampliado por los licenciados Claudio F.
Iriarte y Sergio D. Scalise, pertenecientes al Instituto Arturo Jauretche
(Merlo, Bs. As.) en un artículo titulado: “Perón y la ciencia: El CONITYC,
primera experiencia de planeamiento de estructuras científicas y tecnológicas
del estado argentino”. Dichos investigadores señalan que el 17 de Mayo de 1951,
a través del Decreto 9.695, publicado el 21 de Mayo del mismo año, se instituye
el Consejo Nacional de Investigaciones Técnicas y Científicas (CONITYC). O sea
el mismo nombre que el actual, nada más que cambiadas en su orden las palabras
técnicas y científicas. Por lo tanto no queda ninguna duda que el CONICET es un
logro de la visión de estadista que tenía Perón, igual que la creación con
fines pacíficos de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), el 31 de
mayo de 1950, por decreto 10398, que puso a la Argentina entre los países atómicos
del mundo.
En cuanto al folleto motivo
de este artículo da la lista de los 21 representantes de todas las áreas de
gobierno, fuerzas armadas, ministerios e invitados especiales de la confederación
económica y gremial que asistieron a la reunión. La idea de esa reunión era dar
inicio y poner en práctica los objetivos lanzados durante el Congreso Nacional
de Productividad y Bienestar Social, cuyos principales conceptos fueron
definidos en un discurso presidencial pronunciado el 18 de Enero de 1955, en el
Salón Blanco de la Casa de Gobierno. Dicho discurso, muy rico en contenidos,
encierra una filosofía de fondo en cuanto a la generación de trabajo de más y
mejor calidad y una productividad que genere riqueza genuina para todos los
argentinos.
Sostiene que cada compatriota debe rendir al máximo para
engrandecer y enriquecer a la República. En sus palabras: “Cada argentino debe
saber que han terminado las posibilidades de un bienestar social que no esté
afirmado en una mayor riqueza y que el camino que conduce a esa mayor riqueza
es únicamente el de la productividad”. Enfatiza que en su gobierno ya se ha
repartido todo lo que había que repartir y que la nueva etapa era la
producción, hasta entonces ni eficiente ni suficiente, y que esa mayor
producción debía venir de la mano de la ciencia y de la técnica. Señala que:
“La República Argentina tiene potencialmente riqueza suficiente para mantener
el estándar de vida alcanzado. Si queremos algo mejor es necesario que lo
alcancemos trabajando y produciendo. Las riquezas potenciales del país son
inmensas, pero esas riquezas potenciales no satisfacen necesidades: quizás
puedan satisfacer ilusiones”. Luego explica detalladamente la manera de llevar
a cabo el plan de acción, el rol que toca al gobierno, a los empresarios y a
los trabajadores de cada rincón de la república y termina su discurso
remarcando que: “Los verdaderos hombres de acción, deben tener todos los días
un nuevo objetivo de superación, y el nuevo objetivo de superación argentina,
es producir más y producir mejor”.
El folleto en cuestión toma como referencia
aquel discurso de Perón y a partir de allí lo aplica al rol que deben cumplir
la ciencia y la técnica en la más y mejor calidad y cantidad de generación de
riquezas. En esto es fundamental el papel del investigador científico y técnico,
que en lo referente a la producción debe abarcarla: “en su sentido más amplio
posible, desde la minería y la agricultura, hasta las más variadas industrias
manufactureras”. Sería largo enumerar los interesantes conceptos resumidos en
el opúsculo. Rescataría finalmente cuando menciona que: “La base para el
acrecentamiento de la productividad es siempre la aplicación de un progreso
científico en los distintos ramos de la tecnología; aplicación que engendra
innovaciones tecnológicas y la racionalización de trabajo humano en los
distintos sectores de la economía nacional. El progreso de esta última se mide
siempre por las cifras de la productividad que, según el nivel alcanzado,
engendra y consolida el bienestar y progreso social”.
Más allá de dejar claro
el verdadero punto de inicio del CONICET, lo importante a destacar es la
producción de ciencia genuina nacional, en todos los campos del conocimiento,
que llevó adelante esta institución desde su propia creación.
Lic. Félix González Bonorino
Por primera vez voy a tomarme el atrevimiento de hacer un comentario a este interesante artículo de otro miembro del Grupo salta, tan solo para ilustrar la efeméride un poco más "de adentro".
Resulta que, como Ricardo Alonso conoce, mi padre, el Dr. Félix González Bonorino, geólogo como Ricardo, estuvo fuertemente ligado a la creación del CONICET.
Miembro de una generación que marcó la ciencia en Argentina, tuvo el privilegio de "codearse" con investigadores de la talla de Housay y Leloir, Rolando García y Fidel Alsina, Enrique Gaviola y muchos más.
Como dice Leandro Andrini en http://www.agenciapacourondo.com.ar/secciones/sociedad/15229-breve-historia-del-conicet.html, "Tampoco debe pasarse por alto que desde sus inicios en el CONICET se evidenciaron, al menos, dos sectores en disputa. Uno liderado por el propio presidente, Bernardo Houssay y que contaba con el apoyo de Deulofeu, Leloir, Parodi y Braun Menéndez entre otros, y cuyo motor esencial era la investigación académica básica, además de su marcado antiperonismo. El otro sector, liderado por el vicepresidente Rolando García y que contaba con el apoyo de González Bonorino, Pirosky, Ciancaglini y Zanetta entre otros, tenía como eje primordial que el conocimiento es un bien socialmente producido y que debe integrarse a todos los procesos socioculturales, con énfasis en el desarrollo y la industrialización. Este sector se oponía al cientificismo que llevaban adelante los adeptos a las concepciones de Houssay. “Las primeras becas, cuando se constituyó el CONICET, eran solamente para el estudio de las ciencias exactas, las humanidades no existían. La primera gran pelea con Houssay fue justamente para acordar un presupuesto para ellas y a partir de entonces salieron las primeras becas para Sociología y Psicología” [3], según indicó años más tarde Rolando García."
Es decir las diferencias existían desde un inicio, pero se trabajaron desde un ambiente de disenso, algo que solo terminó con la Involución del Golpismo Militar. "Teniamos diferencias, pero se podía discutir. Después esto se acabó", me contaría mi padre muchos años más tarde.
Pero quiero resaltar un principio que hizo que el CONITYC se diferenciara sustancialmente del CONICET. La primera dependía directamente del Presidente de la Nación. Como nos ilustra Alonso, surge de la clara visión estratégica del Presidente Perón, y de sus discursos se destacan la clara noción de productividad con que miraba el escenario global.
El CONICET, por el contrario surge independiente. Al ofrecerle a mi padre la Dirección de Ciencia y Tecnología, recién llegado de los EEUU, mi padre pone dos condiciones: a. Asumiría para apoyar la creación de un instituto autárquico que apoye la investigación científica. b. Una vez creada esta institución él renunciaría a la mencionada Dirección y esta se eliminaría.
¿La razón? Como muchos otros científicos de la época, pensaba que la investigación no debía depender del criterio del Gobierno de turno, sino más bien apoyarse en pensamientos estratégicos de conocimiento, desarrollo e industrialización. Y así fue.
Valga este recuerdo para esos científicos, muchos, que construyeron los basamentos de una Nación.
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