Lic. Félix González Bonorino
El Cronista del Noa
Creer que la economía es materia exclusiva para economistas
es un error que puede ser fatal. En serio. De hecho nuestro país viene siendo
manejado por economistas de la más rancia estirpe y podemos protestar bastante.
Pero más interesante aún es que todos tenemos en claro que
manejamos nuestra pequeña (o gran) economía sin recurrir a asesores económicos,
a economistas. Cada ciudadano de cada país conoce la idiosincrasia en la que
tiene que manejarse, cuales son las alertas que sentimos a flor de piel cuando
escuchamos a algún funcionario diciendo esto o aquello. Ese sexto sentido que
se ha desarrollado a lo largo de las crisis y que creemos, de acuerdo a nuestro
ego, que cada uno lo tiene mejor desarrollado que el de al lado. Hasta que la
crisis pasa o se consolida, lo que toque, y ahí verificamos y, por supuesto,
cambiamos nuestro discurso para adaptarlo. ¡Yo sabía, o no te lo había dicho!
Es que en este país los directores técnicos competimos, en
cantidad, con los analistas económicos. Lo extraño es que muchos improvisados,
o mejor dicho idóneos, aciertan mucho más seguido que los profesionales.
Lógico, la economía es una ciencia social y por lo tanto, bastante aleatoria,
por más numeritos y ecuaciones que le pongan.
Pero si alguien seguro no fue economista este era Johan
Wolfgang von Göethe, Guete para los amigos. Considerado uno de los más grandes
escritores alemanes de la historia, este Cervantes teutón dejó en Fausto una
obra hermética y reveladora de la lucha entre el bien y el mal, entre la pasión
y la razón. Es interesante ver al Diablo, personaje Católico, entreverado con
todo el panteón greco latino. Nereidas, titanes , sirenas, dóridas y cuanto
personaje de la historia pueda meterse en una obra, en Fausto aparecen en su
medida justa.
Y por supuesto aparecen los gobernantes y una mención
interesante sobre la moneda.
Leamos un poquito este fragmento: Se pasean el Emperador,
Canciller, Fausto y el maligno, Mefistófeles.
Entra corriendo el
Senescal, (mayordomo): Serenísimo Señor, en mi vida he imaginado tener que
anunciar una dicha más grande que esta que ahora me congratula y que me trae
alegre a tu presencia. Cuenta tras cuenta ha sido pagada y se han apartado de
nosotros la garra de la usura. Me he librado de esa pena infernal, en el Cielo
no podría sentirme mejor.
Mariscal de los
ejércitos, Hemos pagado la cuenta de la soldada; todo el ejército ha vuelto
a alistarse, el mercenario siente renovada su sangre y el posadero y las
fulanas están enhorabuena.
Fausto, esto debe aclararlo el Canciller.
Canciller, Oíd y
ved este papel fatídico que ha transformado la pena en dicha: “Para todo aquel
que le concierna, sépase que este
billete tiene valor de mil coronas. Como garantía lleva en prenda un sinfín de
tesoros enterrados en territorio imperial. Se ha ordenado, que un vez
extraídos, se canjeen por aquel”
Emperador, presiento
que aquí se ha cometido un crimen, una monstruosa farsa. ¿Quién falsificó aquí
la firma del Emperador? ¿Ha de quedar impune este delito?
Tesorero, lo
firmaste tu anoche. Para que el
beneficio llegara a todos por igual, timbramos la serie entera enseguida. Ya
tenemos dispuestos los billetes de diez, de treinta, cincuenta y cien. No
sabéis el bien que se le ha hecho al pueblo. Recuerda cómo estaba antes tu
ciudad enmohecida por la muerte y ve cómo, ahora, todo vive y bulle alegremente.
Emperador, ¿Y mi
gente lo acepta como si fuera oro? Aunque me extraña, he de dejar que esto siga
adelante.
Mayordomo, Estos
papeles no podrían frenarse; se han diseminado con la rapidez del rayo. Las
casas de cambio están abiertas día y noche y en ellas se hace honor a cada
papel con oro y plata, aunque, es cierto, con descuento.de allí se va entonces
al carnicero, al panadero y a la bodega. La mitad del mundo parece solo pensar
en festines y el otro medio presume de su traje nuevo
Más adelante el Emperador se dirige agradecido a
Mefistófeles.
Emperador, Mi imperio te agradece este alto bien.
…..te confío el subsuelo del imperio; serás un digno custodio de los tesoros……
Poneos de acuerdo, encargaos de nuestros tesoros.
Presenciamos aquí la llegada de la impresión de moneda,
probablemente sea alguna república alemana previa al imperio. El Fausto fue
presentado en 1790, la República alemana y Merkel estaban lejos aún. Con la firma
del emperador los billetes se tornan en moneda de cambio con respaldo en la
riqueza del país.
El efecto de la presencia de circulante en las manos del
consumidor es inmediato y se traduce en una mejora momentánea de la economía.
El Mayordomo destaca su alivio de librarse de los usureros, “esa
pena infernal”, pagándoles con una promesa de oro (riqueza de la tierra). Tengo
en mis manos la Información de Tasas Activas y Pasivas de un banco de plaza,
donde se indica un Costo Financiero Total anual de 86,86%, si esto no es usura,
aclárenme el concepto.
Por otro lado se logra pagar al empleado público, según el
Mariscal de los ejércitos.
Luego vemos como, ante el éxito, se preparan a emitir más
moneda, expansión monetaria, es decir que en poco tiempo los cambistas
comenzarán a aplicar mayores descuentos, y con ello la pérdida del valor
relativo del billete, iniciando un ciclo inflacionario.
Para rematarlo, el Emperador le entrega a Mefistófeles, como
inventor del papel moneda, el manejo de
la riqueza del país, es decir de la soberanía.
Toda similitud con nuestra economía no es casualidad. De la
Baring Brothers en 1820 al Megacanje de De La Rúa, ha sido siempre una cuestión
de tasas de interés y de respaldo con bienes de la Nación. Sea el cuero, el
comercio exclusivo y excluyente con barcos ingleses, en el S. XIX, hasta la
entrega de la flota naviera argentina, del plan aeroespacial y del plan
nuclear, por parte de Menem, que sugestivo, y el revoloteo de los buitres sobre
Vaca Muerta, todo tiene un tufillo a entrega de soberanía, igual que el Emperador
de Goethe.
Fausto firmó con sangre propia su pacto con el Diablo por
amor a Margarita. De allí su fortaleza.
Los gobernantes argentinos de turno han firmado, a veces
también con sangre pero ajena, a lo largo de la historia, pactos de entrega con
los nuevos diablos, por amor a nadie. De allí su vileza.
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