martes, 22 de noviembre de 2016

UNA GRIETA CON OLOR A AZUFRE

Felipe Medina


"Se diría que a través de alguna grieta ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios. Hay dudas, incertidumbre, problemática, inquietud, insatisfacción, confrontación." (Pablo VI en la festividad de San Pedro y San Pablo en 1973)





Parece una frase apocalíptica y desesperanzadora, pero es simplemente una advertencia del Papa Pablo VI acerca de lo que sucedía hacia el interior de la iglesia en los años del post concilio, cuando la reforma de esa institución milenaria generó un verdadero terremoto en la conciencia de no pocos miembros de la jerarquía de ese tiempo.
Casi todos los Concilios Ecuménicos fueron dogmáticos y algunos disciplinares, como es el caso del Concilio de Trento que inició un proceso conocido como la Contrarreforma para frenar a Lutero y a todas la corrientes protestantes que surgieron en el norte de Europa. El Concilio Vaticano II fue un concilio pastoral, no discutió dogmas, sólo buscó poner a la iglesia en sintonía con la modernidad desde el mensaje de Cristo.  Fue el Concilio del Evangelio. Y el Papa Francisco se ha empeñado en llevarlo a la práctica para mostrar, en plenitud, la verdadera riqueza de la iglesia. La iglesia tiene una dinámica interior, en ella se visualiza la acción de Dios, pero también, el mal muestra sus aristas. El mal conocido por nosotros como el diablo que se empeña en dividirla. Justamente, su nombre lo dice "día" y "bolos", proceden de dos palabras griegas, "día" es atravesar, pasar por el medio, es decir, quebrar, y "bolos" es una unidad, algo que está compactado. El diablo es el que destruye la unidad, el que divide, el que genera una grieta y la profundiza.
El Pontificado de Francisco se ha caracterizado por cambiar el rostro de la iglesia y dinamizar desde el amor su vida interior. Hacer una institución centrada en Jesucristo, más humana y comprometida con los descartados del mundo, los pobres, los enfermos, los ancianos, los jóvenes, los sin techo, sin tierra y sin trabajo, los inmigrantes, los marginados. Y se ha empeñado en luchar contra la tiranía del dinero frente a la persona humana, en todos sus rostros, sistema económico financiero, guerras, discriminación, drogodependencia y narcotráfico.

Esta postura de un hombre despojado de todo boato, con una sencilla sotana blanca, sin cruces de oro y con sus viejos zapatos ortopédicos ha provocado la admiración y respeto de muchos hombres y mujeres del mundo, la esperanza de los pobres y la preocupación de los poderosos, especialmente, de algunos cardenales que pretendieron un cuestionamiento improcedente. Francisco nos recuerda con tristeza que el virus de la polarización y la enemistad se nos cuela en nuestras formas de pensar, sentir y actuar. La iglesia está formada por hombres y mujeres de tierras lejanas- nos recuerda el Papa-,  de costumbres diversas, de distinto color de piel, idiomas y condición social, hasta se celebran ritos diferentes, permaneciendo en plena comunión. Y nada de esto nos hace enemigos. Al contrario es una de las mayores riquezas de la iglesia.
Francisco dice que “la nuestra es una época caracterizada por fuertes cuestionamientos e interrogantes a escala mundial”.“Nos toca transitar un tiempo donde resurgen epidémicamente en nuestras sociedades la polarización y la exclusión como única forma posible de resolver los conflictos”
“Poco a poco las diferencias se transforman en sinónimos de hostilidad, amenaza y violencia. Cuantas heridas crecen por esta epidemia de enemistad y de violencia que se sella en la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado a causa de esta patología de la indiferencia”.
El humo del que divide ha penetrado en nuestros corazones con la pretensión de clasificar a la persona humana en buenos y malos. El hombre  poderoso busca seguridad y ya no ve en el otro a un hermano por descubrir, sino a una amenaza de la que tiene que defenderse levantando muros, uniformando a todos bajo un mismo pensamiento. Lo diferente se convierte en un peligro. También, no pocas veces, en la iglesia se vive éste espíritu del mal, que divide, acusa, murmura, destruye. Todas las instituciones sociales desde los países hasta las organizaciones pequeñas sucumben a la tentación que conduce inexorablemente a la guerra.  Una época que aún podemos cambiar aprendiendo a ser humanos, a ver en cada hombre un hermano y en cada pobre de la tierra, una causa para vivir y trabajar. Humano tan humano casi divino.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

En plena Pandemia, ¡A reformar la Constitución se ha dicho!

Lic. Félix González Bonorino Sociólogo Nos llega la noticia de que el Gobierno Provincial ha pesentado su propuesta de modificac...