Felipe Medina |
"La resurrección de Jesús es la verdad culminante
de la fe cristiana, predicada como una parte esencial del Misterio pascual
desde los orígenes del cristianismo: «Les he trasmitido en primer lugar, lo que
yo mismo recibí: Cristo murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura.
Fue sepultado y resucitó al tercer día, de acuerdo con la Escritura. Se
apareció a Pedro y después a los Doce» (1
Co15,3-5)".(ARC, 2)
Terminamos Octubre y
comenzamos hoy el penúltimo mes del año, bien mezclados en las paradojas de
nuestra existencia, entre santos, duendes, monstruos, fantasmas, muertos y la fiesta
de todos los santos, con enfrentamientos "religiosos" entre los
santos católicos y los brujos y
aprendices que festejan Halloween. Llegamos a noviembre suspirando poder pagar
todas las deudas antes de fin de año, hacer una mejora a nuestra calidad de
vida, o por lo menos no caernos de nuestro lugar social.
Y hablando de muertos, en los últimos días un documento del
Vaticano levantó nuevas polvaredas a la aquietada relación entre el Papa
Francisco y los Argentinos: "Ad resurgendum cum Christo", para
resucitar con Cristo, fechado el 15 de agosto y firmado por el Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe y aprobado por Francisco en marzo de
éste año. En él se recuerda a los cristianos católicos la doctrina de la
resurrección de los muertos, se recuerda además, que la cremación está tolerada
en la iglesia católica romana desde 1963 y que tomó cuerpo definitivamente, en la reforma del Código de Derecho Canónico,
en 1982; y que no es la tradición original de la fe católica. El documento
aclara que no pueden esparcir las cenizas de los difuntos al viento, ni arrojar
al rio o al mar, ni menos conservarlas en las casas. Son los restos de nuestros
difuntos que aguardan la resurrección de los muertos y si bien, como dice, la teología,
resucitaremos en un cuerpo nuevo, glorificado, los mismos deben ser depositados
en un lugar sagrado. Los cementerios, antes de la ley de registro civil y
cementerios públicos o municipales, a fines del siglo XIX estaban en las
iglesias y se llamaban "campo santo".
Con la reforma del Código de Derecho Canónico muchas parroquias
construyeron cinerarios o lugares sagrados para depositar las cenizas. Este
documento lo publicó la Iglesia para todo el mundo, no sólo para la Argentina y
tiene como finalidad principal recordar la doctrina cristiana sobre la muerte y
la resurrección, la vida plena en la eternidad, y no tentarse por las
corrientes de desprecio a la doctrina o repudio a la fe, ni las modernas
corrientes como la New Age, que relativiza las verdades de la fe y genera
confusión hablando de comunión cósmica, reencarnación y algunas concepciones
panteístas.
Se trata de abrirse al mundo, para los católicos y cristianos,
desde la f e, y no claudicando a su credo.
El 1 de noviembre, la iglesia celebra la fiesta de todos los
santos, el misterio de la comunión en el Cuerpo Místico de Cristo, los santos
de los altares y los cristianos, los no bautizados, las personas de buena
voluntad, que vivieron y murieron amando
al prójimo, haciendo de su vida un verdadero servicio a la humanidad y a la
creación.
El 2 de noviembre recuerda a los difuntos. En general, todas las
religiones tienen en mayor o menor medida el culto a los muertos. Y lo
paradójico es que hoy queremos ocultar la muerte, buscamos formas de olvidarla,
no queremos hablarles a los hijos de ella, ni siquiera sabemos hacerlo. Unos le
tienen miedo, otros bronca, otros la silencian. La muerte existe, vamos hacia
ella, llega.
De niños nos llevaban al cementerio a rezar por
los abuelos, los tíos o hermanitos fallecidos. No me generó ningún trauma. Pude
ver como natural un proceso que es parte de la vida humana. Teniendo claro ese
destino, y sabiendo, desde la fe, que no es un destino definitivo, sino un
paso, podemos proyectar una vida intensa
y positiva. Cada uno a su manera. Sin miedos y sin broncas, con esperanza.
Frente a un mundo en guerra, a juegos infantiles bélicos de la generación
Ciber, frente a la difusión de series televisivas y juegos de monstruos y
vampiros, hablemos de la muerte con más claridad, con más naturalidad, sin
tanta fantasía, con esperanza cristiana, y dediquémonos a gastar la vida al
servicio de los demás, donde quiera que estemos, en la función que
desempeñamos.
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