Dr. ricardo Alonso, 15/oct/2012 para El Tribuno
Los vampiros actuales volvieron a ser noticia estos
días a raíz de una mortandad de vacunos con rabia paresiante en el Departamento
de General Güemes. En el pasado histórico y geológico vivieron otros vampiros
de gran tamaño cuyos restos fósiles se han encontrado en cavernas del periodo
Pleistoceno. Una década atrás investigadores científicos de La Plata anunciaron
el primer descubrimiento de un vampiro fósil en el país. Se trata de una
especie extinguida de mayor tamaño que el vampiro viviente actual. Fue
encontrado en terrenos de 300 años de antigüedad o sea que sobrevivió hasta
tiempos coloniales y tiene un gran valor para la interpretación de los cambios
climáticos. Precisamente en la revista
Palaeo (Elsevier, N° 160), apareció en el 2000 un interesante trabajo de dos
científicos argentinos sobre el hallazgo de un vampiro fósil en la provincia de
Buenos Aires. Dicha revista de ciencias europea está dedicada a tratar temas de
paleogeografía, paleoclimatología y paleoecología, esto es los aspectos de la
geografía, el clima y la ecología de tiempos pasados. El título del trabajo (en
inglés) es: “Un vampiro gigante (Mammalia, Chiroptera) en el Holoceno tardío de
las pampas argentinas y su significado paleoambiental”. En este artículo, los
doctores Ulises F.J. Pardiñas y Eduardo P. Tonni, ambos del departamento
científico de paleontología de vertebrados del Museo de La Plata, dan a conocer
una nueva especie fósil de vampiro que por su tamaño es 25% más grande que el
vampiro viviente actual. Asociado frecuentemente con los misterios de la noche,
el vampiro ha sido considerado por algunas culturas como el receptáculo corpóreo
en el que se alojan las almas condenadas que, para subsistir en su vagar por el
mundo de las sombras, beben la sangre de los vivos. El vampiro es en realidad
un mamífero quiróptero americano perteneciente a la subfamilia de los
desmodóntidos, conocidos por alimentarse de sangre animal o sea que son
hematófagos o sanguívoros. Constituyen una variedad del murciélago, e incluye a
tres especies: vampiro común o Desmodus rotundus, vampiro de alas blancas o
Diaemus youngi, y vampiro de patas peludas o Diphylla ecaudata. De vuelo ágil y
silencioso y una considerable capacidad para saltar, las distintas especies de
vampiros carecen de cola, poseen coloración oscura y muestran un carácter
huraño y huidizo. Su sistema auditivo, que recoge a modo de radar los ecos que producen
en los objetos los agudos sonidos que emiten durante su vuelo, les permite
moverse en la oscuridad a notables velocidades. Los vampiros miden entre seis y
nueve centímetros y alcanzan pesos de hasta cincuenta gramos. Predominantemente
nocturnos, producen una pequeña incisión en la piel de su víctima con sus
dientes afilados y beben la sangre que fluye por la herida, frecuentemente sin
que el animal se aperciba. Esto lo logran mediante una sustancia anticoagulante
que poseen en la saliva y que según recientes estudios es veinte veces más
fuerte que cualquier otro agente anticoagulante conocido. Dicha sustancia está
siendo investigada por el valor que puede llegar a tener en el tratamiento de
enfermedades coronarias y otras relacionadas con ataques al corazón. Atacan
sobre todo a mamíferos domésticos y aves durante su reposo, y rara vez al
hombre. En el interior de la provincia de Salta se han dado algunos casos de
personas que estaban durmiendo en camastros con los pies desnudos y que fueron
atacados por vampiros sin que pudieran advertirlo dado el sigilo con que
realizan la punción y el lamido de la sangre. Su mordedura aunque inofensiva en
sí misma, puede transmitir la rabia y otras enfermedades. En la década de 1960
se produjo un brote de rabia en el Noroeste Argentino producido precisamente
por el vampiro Desmodus rotundus que afectó principalmente al ganado caballar y
que llevó a una intensa lucha para su control en las selvas salteñas. Los
apasionantes detalles de esa historia, en la cual murió un mastozoólogo que era
el mayor experto en el tema, fueron recopilados por uno de sus protagonistas,
el Dr. Domingo Jakúlica. En El Tribuno
del pasado lunes 8 de octubre de 2012 nos ocupamos de ese tema. Volviendo al vampiro
fósil de la pampa, el hallazgo se produjo en Centinela del Mar, en el partido
de General Alvarado de la provincia de Buenos Aires. Junto a otros restos
fósiles, apareció un diente canino que fue identificado como perteneciente a
una especie extinguida y de mayor tamaño que la actual. Por sus características
se parece a los vampiros fósiles encontrados en Brasil y Venezuela, cuyo nombre
científico es Desmodus draculae, esto último haciendo referencia a Drácula y el
famoso mito. En las cuevas de Bahía en Brasil se encontraron esos vampiros con
una antigüedad de 12000 años. Es interesante destacar que tan temprano como
1526 el cronista español Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés se refiere a los
murciélagos que beben sangre y que son distintos a los de España. Se refiere a
lo observado en “Tierra Firme” donde numerosos españoles fueron mordidos de
noche por los vampiros y muchos murieron por no conocer la cura. Los indígenas
les enseñaron luego a curarse con brasas ardientes y agua caliente sobre las
heridas. Menciona que beben grandes cantidades de sangre y que si atacan a un
hombre luego se ceban con él aún pudiendo elegir entre cientos. Sin embargo el
primero que informa científicamente sobre los vampiros hematófagos es Darwin en
su viaje por América del Sur, quién logró atrapar uno que estaba lamiendo la
sangre en la cruz de un caballo. En Europa no hay vampiros hematófagos y por lo
tanto la historia del famoso conde y su castillo, tan cara al cine de terror,
tiene –en parte- origen en nuestro continente. Entre las sorpresas que se llevaron
los paleontólogos platenses se encuentra el hecho que al obtener la edad
radiocarbónica de los sedimentos portadores de los fósiles, estos resultaron
tener sólo 300 años de antigüedad, con lo cual ese vampiro llegó a vivir en
tiempos de la colonia. Lo segundo es que dado sus requerimientos térmicos
(isoterma mínima de Julio de 10°C), el hallazgo se encuentra a unos 600 km al
sur de dicha isoterma, más precisamente en la de 8°C. Esto indica cambios
climáticos históricos para la provincia de Buenos Aires que podrían estar
relacionados con los finales de la “Época Cálida Medieval” o con un máximo en
la actividad solar que tuvo lugar alrededor del año 1.650. Junto al vampiro se
encontraron restos fósiles de roedores sigmodontinos que también están
indicando áreas subtropicales templadas cálidas. Los fósiles en general y los
de murciélagos en particular son una gran ayuda para comprender mejor la rápida
mutación de los climas del pasado, que a su vez nos alertan y ponen en guardia
sobre los cambios que pueden acontecer en el futuro.
Pensando el futuro regional desde el disenso. Las ideas expresadas son exclusiva responsabilidad de los autores. De ninguna manera reflejan una opinión grupal, colectiva ni tampoco del administrador del Grupo.
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