Félix González Bonorino |
A Julio Moreno
siempre le tengo que agradecer que escriba sobre temas interesantes desde una
posición que, en general, no comparto,
lo que me permite disentir con él y juntarnos en un bar y seguirla, tratando,
no de convencer, sino de poner a prueba los planteos que nos llevan a nuestras
opiniones. En ese sentido siento que sus artículos interpelan, porque su
personalidad me lo permite.
Referido a “El
costo argentino, un problema muy denso”
La primera
frase es tal vez la clave de todo el asunto, porque en realidad ¿Qué es el
éxito?, ¿qué es el éxito para un neoliberal, un populista (si es que al
populismo se lo quiere asociar con el keynesianismo, palabra que es menos
peyorativa) o un monetarista? ¿Lo definen de la misma manera?
Obviamente que
la respuesta es NO, porque estas escuelas atienden objetivos diferentes. Por lo
tanto, la definición instrumental de “Productividad” y/o de “dólar competitivo”
será también diferente. Los conceptos no son neutros, son ideológicos y no
definir el marco teórico desde el cual utilizo el mismo es un error muy
frecuente.
El más simple
de observar es el del dólar. Si nuestro objetivo es exportar, el tipo de cambio
debe ser alto, de manera que sea barato para los compradores adquirir nuestros
productos, por el contrario deberá ser bajo si queremos cerrar la economía a la
exportación y aumentar nuestra capacidad de compra de bienes extranjeros
(situación actual) ¿Cuál es el competitivo? ¡Ud. dirá! En función de la
ideología desde donde este Ud. parado. No es lo mismo ser competitivo con commodities a ser competitivo con productos terminados y con centrales nucleares.
Ahora bien, ¿Cómo
afecta esto a la competitividad? Evidentemente en todo, porque el valor de
referencia es el dólar, ese que decidimos “administrar” a nuestro gusto ideológico.
Me voy a
saltear por ahora la cuestión de la inflación prevista para el futuro para
continuar con el tema de la competitividad.
Una discusión
se ha planteado entre el Gobierno y los empresarios, donde los primeros les
tiran los precios de los productos sobre la mesa a los segundos y hacen las
mismas comparaciones que hace Julio en el artículo. El asunto es que se
comparan cosas distintas. Aún sin justificar la enorme diferencia existente, ya
que en general es muy alta, se está comparando un producto promovido para que
genere puestos de trabajo con un producto importado. Ni Perú ni Chile ni
Colombia, hasta donde yo sé, fabrican televisores, optaron por la economía de
intercambio de materia prima por bienes elaborados. Se trata de una opción.
Argentina optó por un camino diferente, no inverso, como se pretende afirmar y
metió dentro del concepto “productividad” la generación de puestos de trabajo.
Argentina tiene
otro nivel de desarrollo industrial que cualquiera de los países mencionados,
Perú, Colombia y Chile están en los inicios de la industrialización por
sectores y no son precisamente dentro de los comparados donde muestran avances.
Tal vez se pueda considerar la industria textil en Peru y Colombia, donde han
tenido y tienen desarrollos interesantes, la electrónica no es lo suyo. Entonces
sobre la mesa se están colocando productos Chinos o de donde sea, donde la
escala y la ideología que enmarcan la productividad son muy diferentes. Quiero decir,
la comparación, aún sin justificar las enormes diferencias, es injustificada.
Es interesante
como Julio “compra” el discurso oficial del costo laboral argentino, pero
resulta que cuando vemos el impacto que tiene el mismo en la industria
electrónica de Tierra del Fuego, el mismo representa un 6% del costo.
El trabajo Costos
Laborales y Competitividad en la Argentina Contemporánea elaborado por Anahí
Amar, Federico Pastrana y Soledad Villafañe, Dirección de Estudios y
Coordinación Macroeconómica, SSPTyEL, MTEySS, en 2011, nos muestra que el costo
laboral general medido en dólares, en 2010 ascendía al 63% del de 2001, es
decir que aún era bajo respecto de aquel. Por supuesto que entre 2010 y el 2016
existe un lapso que analizar, pero se puede inferir que no debemos estar muy
lejos de estos valores.
Luego viene un
párrafo que me encanta porque nos presenta el decálogo del estadista. Yo
parafraseo: “Para mejorar la
productividad se necesita: mejorar la tecnología de las maquinarias, disminuir
impuestos, especialmente a las inversiones, reducir el nivel de ausentismo,
bajar los índices de conflictividad, bajar la inflación, mejorar el acceso a
los centros de producción, consumo, puertos y aeropuertos, proveer más energía,
bajar costos en la cadena de comercialización, entre los más importantes”.
Resumiendo
podemos decir: Reducir los costos laborales. Reducir los costos de flete. Reducir
los costos de insumos básicos (energía y servicios). Reducir el costo
inflacionario e impositivo. Reducir los costos de producción.
Lamentablemente
se olvidó del costo más importante del esquema productivo argentino de los
últimos 5 años (y en general de los últimos 40 años) y determinante de todo el
resto: Reducir la tasa de interés.
A esta altura supongo que a nadie le resulta
una novedad que existe una discriminación respecto de la actividad industrial
ya que la misma es cargada con cuanto impuesto se te ocurra, mientras que la
actividad financiera no tributa en la misma medida. ¿Por qué? Cuestión de poder
relativo supongo..
Allí tenemos
otro caso interesante para comparar productividades. Estoy seguro que en 2016
la productividad en US$ y en pesos argentinos del sector financiero argentino
ha sido mejor que el de cualquiera de los países mencionados y eso, cuando se
analiza debe ser tenido en cuenta, porque nadie invierte para ganar 10 si puede
ganar 30. Me lo dijo el almacenero que de sobrevivir sabe.Lo de la inflación, Te la debo.
Saludos
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