martes, 4 de octubre de 2016

Me lo dijo el almacenero que de sobrevivir sabe

Félix González Bonorino

A Julio Moreno siempre le tengo que agradecer que escriba sobre temas interesantes desde una posición que, en general,  no comparto, lo que me permite disentir con él y juntarnos en un bar y seguirla, tratando, no de convencer, sino de poner a prueba los planteos que nos llevan a nuestras opiniones. En ese sentido siento que sus artículos interpelan, porque su personalidad me lo permite.



Referido a “El costo argentino, un problema muy denso”

La primera frase es tal vez la clave de todo el asunto, porque en realidad ¿Qué es el éxito?, ¿qué es el éxito para un neoliberal, un populista (si es que al populismo se lo quiere asociar con el keynesianismo, palabra que es menos peyorativa) o un monetarista? ¿Lo definen de la misma manera?
Obviamente que la respuesta es NO, porque estas escuelas atienden objetivos diferentes. Por lo tanto, la definición instrumental de “Productividad” y/o de “dólar competitivo” será también diferente. Los conceptos no son neutros, son ideológicos y no definir el marco teórico desde el cual utilizo el mismo es un error muy frecuente.
El más simple de observar es el del dólar. Si nuestro objetivo es exportar, el tipo de cambio debe ser alto, de manera que sea barato para los compradores adquirir nuestros productos, por el contrario deberá ser bajo si queremos cerrar la economía a la exportación y aumentar nuestra capacidad de compra de bienes extranjeros (situación actual) ¿Cuál es el competitivo? ¡Ud. dirá! En función de la ideología desde donde este Ud. parado. No es lo mismo ser competitivo con commodities a ser competitivo con productos terminados y con centrales nucleares. 
Ahora bien, ¿Cómo afecta esto a la competitividad? Evidentemente en todo, porque el valor de referencia es el dólar, ese que decidimos “administrar” a nuestro gusto ideológico.
Me voy a saltear por ahora la cuestión de la inflación prevista para el futuro para continuar con el tema de la competitividad.
Una discusión se ha planteado entre el Gobierno y los empresarios, donde los primeros les tiran los precios de los productos sobre la mesa a los segundos y hacen las mismas comparaciones que hace Julio en el artículo. El asunto es que se comparan cosas distintas. Aún sin justificar la enorme diferencia existente, ya que en general es muy alta, se está comparando un producto promovido para que genere puestos de trabajo con un producto importado. Ni Perú ni Chile ni Colombia, hasta donde yo sé, fabrican televisores, optaron por la economía de intercambio de materia prima por bienes elaborados. Se trata de una opción. Argentina optó por un camino diferente, no inverso, como se pretende afirmar y metió dentro del concepto “productividad” la generación de puestos de trabajo.  
Argentina tiene otro nivel de desarrollo industrial que cualquiera de los países mencionados, Perú, Colombia y Chile están en los inicios de la industrialización por sectores y no son precisamente dentro de los comparados donde muestran avances. Tal vez se pueda considerar la industria textil en Peru y Colombia, donde han tenido y tienen desarrollos interesantes, la electrónica no es lo suyo. Entonces sobre la mesa se están colocando productos Chinos o de donde sea, donde la escala y la ideología que enmarcan la productividad son muy diferentes. Quiero decir, la comparación, aún sin justificar las enormes diferencias, es injustificada.
Es interesante como Julio “compra” el discurso oficial del costo laboral argentino, pero resulta que cuando vemos el impacto que tiene el mismo en la industria electrónica de Tierra del Fuego, el mismo representa un 6% del costo.
El trabajo Costos Laborales y Competitividad en la Argentina Contemporánea elaborado por Anahí Amar, Federico Pastrana y Soledad Villafañe, Dirección de Estudios y Coordinación Macroeconómica, SSPTyEL, MTEySS, en 2011, nos muestra que el costo laboral general medido en dólares, en 2010 ascendía al 63% del de 2001, es decir que aún era bajo respecto de aquel. Por supuesto que entre 2010 y el 2016 existe un lapso que analizar, pero se puede inferir que no debemos estar muy lejos de estos valores.
Luego viene un párrafo que me encanta porque nos presenta el decálogo del estadista. Yo parafraseo:  “Para mejorar la productividad se necesita: mejorar la tecnología de las maquinarias, disminuir impuestos, especialmente a las inversiones, reducir el nivel de ausentismo, bajar los índices de conflictividad, bajar la inflación, mejorar el acceso a los centros de producción, consumo, puertos y aeropuertos, proveer más energía, bajar costos en la cadena de comercialización, entre los más importantes”.
Resumiendo podemos decir: Reducir los costos laborales. Reducir los costos de flete. Reducir los costos de insumos básicos (energía y servicios). Reducir el costo inflacionario e impositivo. Reducir los costos de producción.
Lamentablemente se olvidó del costo más importante del esquema productivo argentino de los últimos 5 años (y en general de los últimos 40 años) y determinante de todo el resto: Reducir la tasa de interés. 
A esta altura supongo que a nadie le resulta una novedad que existe una discriminación respecto de la actividad industrial ya que la misma es cargada con cuanto impuesto se te ocurra, mientras que la actividad financiera no tributa en la misma medida. ¿Por qué? Cuestión de poder relativo supongo..

Allí tenemos otro caso interesante para comparar productividades. Estoy seguro que en 2016 la productividad en US$ y en pesos argentinos del sector financiero argentino ha sido mejor que el de cualquiera de los países mencionados y eso, cuando se analiza debe ser tenido en cuenta, porque nadie invierte para ganar 10 si puede ganar 30. Me lo dijo el almacenero que de sobrevivir sabe.Lo de la inflación, Te la debo.

Saludos

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