Dr. Julio Moreno |
El Tribuno, 4/10/2016
Ninguna alquimia monetarista, neoliberal o populista puede tener éxito si no se aumenta la productividad y sin un dólar competitivo.
Son muchas las noticias sobre
economía que se produjeron la semana pasada. Quizá la más sensible fue el
anuncio del Indec sobre los índices de la pobreza en Argentina, y que en Salta
son superiores a la media nacional. A pesar de la manipulación de los datos de
la inflación y del ocultamiento de la pobreza, estos datos no nos tienen que
llamar la atención ya que el Laboratorio de la Deuda Social de la Universidad
Católica Argentina (UCA) los viene proyectando en sus informes periódicos.
Ahora los oficializa el Indec y ese es el punto de partida que asumió el
presidente Mauricio Macri el mismo miércoles.
Pero, además, en los mismos días se
supo que el empleo tuvo una nueva caída, aunque leve y que la actividad
económica de julio cayó casi seis puntos. Es hora de analizar la economía
argentina como un fenómeno fluctuante, con problemas estructurales, una caída
comparativa que ya lleva cuatro décadas y con una enorme dependencia de
factores externos, como los precios de las commodities y la suerte que corra el
mercado brasileño.
En esta nota quiero comenzar por
analizar las metas de inflación que el Gobierno nacional estimó para el próximo
año en la presentación del presupuesto que hoy se está discutiendo en el
Congreso. Allí se proyecta como meta una inflación del 17% anual. Me pregunto
si será posible.
El presupuesto de este año (2016)
tenía como meta de inflación un 25%, hoy, acumulada hasta setiembre llevamos un
33%, estimando que hasta fin de año se acerque al 40%. Reducir la inflación de
un porcentaje tan alto al 17% será muy difícil y más en un año electoral.
Lo motivos: seguirá alto el déficit
fiscal el próximo año; entre los rubros que no permitirán que disminuya podemos
citar a los intereses de la deuda en pesos y dólares que debemos pagar, la
disminución del 6% de los aportes que realizan las provincias a la Anses, del
cual el poder Ejecutivo también se financia y la política restrictiva del Banco
Central de la República Argentina. Además, aún no se conocen algunos precios
relativos que incidirán en el nivel de precios el próximo año.
Entre los más importantes podemos
citar a:
1) Salarios: desconocemos los
incrementos de sueldos que se negociarán en paritarias y que posteriormente se
trasladarán a precios, con el antecedente que el consumo ha disminuido en
porcentajes cercanos al 10% en algunos rubros y esto no es un dato alentador
para cualquier empresa radicada en nuestro país.
2) Tarifas de los servicios públicos:
no se conoce con exactitud el incremento que tendrán; por mandato de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación, el precio del gas domiciliario se retrotrajo
al mes de marzo de este año, ocasionando disparidades y desigualdades entre las
distintas regiones, beneficiando fundamentalmente a los residentes en Capital
Federal y Gran Buenos Aires.
3) Tipo de cambio: no es un tema
menor y preocupa no solo al Gobierno sino a los empresarios y futuros
inversores. Se ha instalado un fuerte debate en el país para determinar un
precio del dólar que sea competitivo, ya que continúa siendo el "costo argentino"
muy caro, imposibilitando a nuestros productores poder competir con artículos
similares producidos en otros países.
Argentina, de acuerdo a comparaciones
realizadas en los últimos cuatro años con otros países especialmente de la
región, es el más caro en dólares y esto no es ninguna novedad.
Una empresa que vende
electrodomésticos en varios países de la región ha realizado un comparativo
cotizando en dólares algunos de los productos que venden en Argentina con el
precio de los mismos en Chile, Colombia y Perú.
Por ejemplo, un televisor LED de 50
pulgadas en Argentina cuesta US$ 1.238; el mismo, en Chile US$ 546; en
Colombia, US$ 646 y en Perú, US$ 768.
Zapatillas running, de primera marca,
en Argentina, US$ 127; Chile US$ 63; Colombia US$ 98 y Perú US$ 68.
Tablet 8 GB, en Argentina, US$ 358;
Chile US$ 207 y Colombia US$ 290.
Colchón de dos plazas, Argentina, US$
135; Chile US$ 118; Colombia US$ 115, y Perú U$S 64, y así muchos más.
Realizando un promedio de los precios
locales con el promedio de estos tres países observamos diferencias que van del
25% al 110%,
Como podrá observar estimado lector,
realmente estamos muy caros en dólares y lo podemos determinar también al
analizar la cantidad de turistas argentinos que visitan otros lugares fuera de
nuestras fronteras.
Analizaremos estas variables con el
objeto de ampliar el análisis del costo argentino; observamos por
ejemplo que si a los salarios domésticos le sumamos factores como la tasa de
ausentismo, cargas sociales y otros conceptos, según lo determinado por la
consultora Abeceb, el costo en nuestro país está en el medio, ni el más caro ni
el más barato, comparado con otros con economías similares.
Pero el problema se presenta cuando a
estos costos los dividimos por la productividad en la fabricación de un bien y
es en este análisis que observamos que Argentina a nivel global está entre los
peores parámetros.
De acuerdo a esta fuente observamos
que los costos en dólares por productividad y hora trabajada, es decir lo que
producen en 60 minutos en algunos países son los siguientes:
Productividad: Irlanda, US$ 96,94;
Estados Unidos US$ 87,67; Japón US$ 61,18; Francia US$ 36,36; España 27,38;
China US$ 19,47, Chile US$ 15,92; México US$ 11,81; Argentina US$ 5,87, Brasil
US$ 3,28 e Indonesia US$ 2,07, entre otros.
Si computamos las dos variables,
"costo laboral" con "productividad" podemos obtener el
costo total del trabajo que se necesita para fabricar un bien. Y analizando
estos cuadros podemos también mencionar un ranking mundial del costo laboral
unitario de manufacturas, medido en dólares: costo laboral: China 0,17;
Estados Unidos 0,41; Chile 0,45; Turquía 0,85; España 1,03, Australia 1,63;
Argentina 1,87 y Brasil 1,98.
En base a este análisis podemos
determinar por qué nuestro país está muy caro en dólares.
La solución de mejorar la
productividad no se resuelve de un día para el otro; se necesita mejorar
tecnológicamente las maquinarias, disminuir los impuestos, especialmente a las
inversiones, reducir el nivel de ausentismo, bajar los índices de
conflictividad, bajar la inflación, mejorar el acceso a los centros de
producción, consumo, puertos y aeropuertos, proveer de mayor energía, bajar
costos especialmente en la cadena de comercialización, entre los más
importantes.
Este no es un problema que se
solucionará en el corto plazo, lo importante es que partiendo de un buen
diagnóstico se fijen políticas de Estado que se mantengan en el tiempo y que
cada gobierno tome conciencia de la necesidad que tiene el país si queremos
jugar en las grandes ligas.
Estimado Julio: Es muy ilustrativo tu análisis, pero pienso que tanto el "costo laboral" como la "productividad" son dos variables muy difíciles de comparar con las de países que no padecen nuestros niveles de inflación ni nuestra distorsión cambiaria. Corremos así el riesgo de creer que la nuestra es una población con altos ingresos, cuando la realidad es que el poder adquisitivo de la mayoría ha venido decayendo en los últimos años hasta niveles lamentables, como lo demuestran las cifras de pobreza que recientemente se hicieron públicas. En cuanto a la "productividad" medida en dólares, sus valores son sumamente sensibles a dos factores que en nuestro país son el centro de buena parte de las polémicas, como son el nivel impositivo (para las inversiones productivas) y la tasa cambiaria. Cualquier movimiento de estos dos factores haría variar de manera notable el valor de nuestra "productividad" medida en dólares.
ResponderEliminarSin embargo, y pese a lo dicho, pareciera que tanto el costo laboral como la productividad gozan de muy mala salud en la Argentina, y pesan mucho en la perfomance de las inversiones productivas. Pero una vez mas, esto también es relativo, porque conocer una perfomance es útil para hacer comparaciones, y en el caso de las inversiones productivas, la comparación habitual es con las inversiones financieras.
Y he aquí el problema, porque en un país donde las inversiones productivas deben debatirse contra una asfixiante presión impositiva, la renta financiera está en una situación de verdadera competencia desleal, porque no es gravada, a diferencia de lo que ocurre en países centrales como Estados Unidos o Europa, e inclusive en países cercanos como Chile y Brasil. El daño que esto causa a nuestras posibilidades de obtener inversiones productivas me parece casi obvio, y en cambio nos expone desde hace mucho tiempo a ser blanco sólo de inversiones financieras especulativas.
Y así llegamos a otro aspecto que nunca se atendió adecuadamente, como es la reinversión. Cuando una inversión genera beneficios, la reinversión de aunque sea una parte de los mismos en el mismo país donde se obtuvieron, es lo que genera un crecimiento "genuino" de la economía, creando mas trabajo y nuevas fuentes de beneficio para los capitalistas inversores. Pero si en cambio esos beneficios son exportados hacia el país de origen del capital inmediatamente luego de obtenerse, todo ese trabajo y beneficios potenciales se exportan también, lo que convierte entonces a la inversión original en algo meramente extractivo, que da trabajo mientras dura, pero que no genera ninguna clase de crecimiento. Otra vez, países como Estados Unidos y Chile hace mucho que vieron este problema y se aseguraron de legislar para que la reinversión suceda.
Un ejemplo claro de este fenómeno pudo verse cuando se privatizaron los servicios públicos. En cualquiera de las provincias, la vieja empresa pública, con todos sus problemas, generaba una importante actividad económica en el circuito bancario y comercial local, y sus beneficios sólo podían tener el destino de la reinversión local, casi siempre en obra pública o insumos, incluyendo mano de obra. Al privatizarse, sólo permaneció en la provincia el servicio prestado (con suerte diversa), pero casi toda la actividad económica salió de la provincia, en el mejor de los casos para suceder en la Capital Federal, o peor aún, en el extranjero. En cuanto a los beneficios, si los inversores eran extranjeros es pública y notoria la permanente expatriación de los mismos.
Lo dicho no implica un prejuicio contra las privatizaciones, sino poner en evidencia lo grave de que no existan obligaciones de reinversión.
En fin, son sólo dos ejemplos que pretendí comentar procurando mirar bajo del agua para encontrar las verdaderas razones (que son más obviamente) de los problemas de nuestra economía, ya que si sólo miramos productividad y costo laboral, corremos el riesgo de creer que la respuesta la tienen solo los trabajadores.