La primera vez que vi la Fragata
Libertad fue en un billete de mil pesos. Si tan viejo soy. No es que manejara
ese tipo de billetes, era muy chico en esa época, pero aun me acuerdo del color
violeta, su tamaño grande y el grabado altivo de una nave surcando las aguas
que parecía salirse del papel.
Por entonces mis padres me
llevaron a conocer la Sarmiento, otra fragata escuela, previa a la Libertad,
que estaba amarrada en el puerto de Buenos Aires, cerca de donde parte Buque
Bus ahora. Blanca, maderas lustradas, salvavidas enormes para mis 5 o 6 añitos.
Pasillos finitos llenos de bronces relucientes, estaba amarrada, quieta. Un
museo flotante.
No se nada de la Fragata
Libertad, así que voy a dejar su historia para que algún oficial de la Armada
se tome la delicadeza de contarla con el sincero sentimiento de quien hizo la
navegación en ella. Solo dos cosas. No se trata de una nave cualquiera. Mas
allá de las consideraciones que se harán a continuación. Es considerada una
fragata importante por su arboladura y velamen y además supo detentar el récord
de tiempo en el cruce del Atlántico. Récord alcanzado en jornadas de coraje,
dado el viento al que se enfrentó esa tripulación entonces.
Su situación hoy nos llena de
bronca e indigna. Pero obedece al sentir de una época donde los patrones
deciden lo que está bien y lo que está mal, mudando los criterios de acuerdo a
sus conveniencias. Así, un bien que está protegido por normas internacionales
muy severas y construidas por medio de consensos de larga data, puede ser
sometido a reglas comerciales banales, como una deuda financiera. Las gaviotas
se mutaron en buitres y posaron sus garras sobre el timón de nuestro buque
escuela. Los interesas de particulares son más importantes que los derechos de
las naciones.
Nadie lo dice, pero todos esperan un acto
heroico, un rescate de película con paracaidistas u hombres rana que se llevan
subrepticiamente, durante la noche, sin que nadie se dé cuenta, los 40 o 50 m
de eslora blanca por el canal de acceso al puerto. No va a pasar. Hoy el último
acto de arrojo lo realizó el capitán del barco, resistiendo el abordaje como
corresponde, con agua primero y con armas después. Con actitud.
Lo que sorprende nuevamente es
la Cancillería, aunque a esta altura de las circunstancias no puedo
sorprenderme. Timermann, nuestro Ministro de Relaciones Exteriores, debe haber
sido él, sino ¿quién?, aconsejó responder a la demanda, dándole entidad a algo
que era ilegal. Despidieron a los almirantes, aun no entiendo porqué,
contradiciendo la frase anterior, porque si la culpa era de los marinos, la
cuestión era política y no económica. Entonces porque responder a la demanda…….
Estos son manotazos, más que de ahogados, de amarrados al muelle de sus
incoherencias.
Lamentablemente solo ponen en
negro sobre blanco el disminuido papel internacional que tiene hoy nuestra
Nación, reducida a pedir a los Gobiernos de la región, Venezuela, Ecuador o
Brasil, que intercedan por nosotros Ghana. Por favor Ghana.
Pero mientras tanto ya pasó un
mes desde que vergonzosamente tuvimos que volvernos en un avión de otra
bandera, porque teníamos miedo de ver retenido también a un avión militar.
Ahora, el títere gobierno de Ghana, hace lo que a los acreedores les viene en
gana. En cualquier momento al negociador le embargan su notebook, su traje y
hasta su corbata.
Argentina denuncia a los
africanos por el accionar ilegal y tal vez se abra una puerta de negociación, pero
yo lo veo más parecido a las medidas de acercamiento, seducción, denuncia,
enfrentamiento, enamoramiento y otros que nuestros gobiernos, no solo este, han
venido realizando por la soberanía de nuestras Malvinas.
Es cierto, no es lo mismo la
Fragata Libertad que las Islas Malvinas, al Capitán si se le puede pedir un
último acto de valor y que hunda el buque ahí mismo, en ese muelle que quieren
liberar, que lo hunda pero que no lo entregue. Que ya sabremos reconstruir una
nueva fragata para instrucción a la que tal vez llamemos Libertad, tal vez
Dignidad o tal vez Soberanía.
No nos merecemos esto que nos pasa.
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