Dr. Ricardo Alonso, 30/jul/2012 para El Tribuno
Una de las características del paisaje del norte argentino es la policromía de sus rocas, de sus formaciones geológicas, montañas, quebradas y demás relieves. De alguna manera están representados los colores del espectro, tanto a nivel de colores primarios como de una intensa mezcla de infinitas tonalidades. Salvo unas pocas comarcas monocromáticas de la Puna el resto de la región luce una variada gama de coloraciones que la convierten en un valioso atractivo para el turismo. Como se sabe, el color es tanto una cuestión física como también psicológica y como tal fue abordado por Newton y por Goethe respectivamente. Newton se dio cuenta que la luz solar podía ser descompuesta en un prisma en los distintos colores del arco iris. El ojo humano captura una parte de la luz visible del espectro electromagnético y sus receptores en la retina leen las longitudes de onda que generan impulsos nerviosos que se transmiten al cerebro. El ojo humano está preparado para ver una muy estrecha porción del espectro electromagnético. Cuanta más luz, mayor será la captación de los colores al punto que cuando oscurece pasamos a ver en blanco y negro. Los colores primarios básicos son el rojo, verde y azul.
Una manzana es roja porque refleja el rojo mientras que absorbe el verde y el azul. Lo mismo pasa con una roca roja. Goethe pensaba que el color era una cuestión subjetiva y que estaba relacionado con la manera en que cada uno procesaba en su vista y en su cerebro las longitudes de onda del espectro electromagnético. En síntesis, la percepción del color dependía de la experiencia individual. El color sería, siguiendo a Goethe, un estado de luz y de ánimo. El color que percibimos es entonces un concepto psicofísico cuyos atributos sensoriales son claridad, tono y croma; o luminosidad, tono y saturación, que se correlacionan con flujo luminoso, longitud de onda dominante y pureza de la luz, lo que provoca la sensación visual al estimular la retina del ojo humano. Los cielos limpios y transparentes del norte argentino permiten una radiación solar intensa que magnifica los colores naturales de los paisajes. No es raro encontrar una amplísima variedad de topónimos que hacen referencia a los colores, entre ellos el famoso “Cerro de los Siete Colores” de Purmamarca, la “Paleta del Pintor” en Maimará y una amplia variedad de cerros que llevan los nombres de Negro, Verde, Blanco, Azul, Rosado, Bayo, Amarillo, entre otros. Lugares como Peñas Azules, Peñas Blancas o Los Colorados son topónimos comunes en nuestra geografía. Salta era mencionada en viejas guías turísticas como la ciudad de los “cerros azules”.
Efectivamente, cuando miramos hacia las cordilleras del poniente en los días despejados, la parte media a superior de las montañas que están libres de vegetación o nieve, muestran un color en las tonalidades del azul al gris. Esto es válido para los cerros de Lesser, Nevados de Castillo y su prolongación al sur hasta Campo Quijano, pero también para muchos otros cerros, serranías y núcleos montañosos donde aflora un tipo de roca que es la que otorga esa tonalidad azulina. Se trata de la formación puncoviscana, la que se presenta normalmente en lajas grises a verdes como producto de la descamación de estratos de rocas formadas en un ambiente oceánico allá por el límite entre el Precámbrico y el Cámbrico, esto es unos 550 millones de años atrás. Esas rocas están muy bien expuestas y pueden ser apreciadas a lo largo de la ruta nacional 51, en el cañón de la Quebrada del Toro, entre Campo Quijano e Ingeniero Maury. Son las mismas rocas que se encuentran en las sierras de Cachi-Palermo, Sierra de Muñano, Sierra de Cobres, Cordón de Lampasillos, en el núcleo de la Sierra de Tintín, en las altas sierras que bordean por ambas márgenes a la Quebrada de Humahuaca, en el cerro Malcante, Cuesta del Obispo y Cumbres de Zamaca, Sierra de Chañi, Sierra de Santa Victoria y muchos otros lugares.
Todas esas sierras lucen sus cumbres peladas con ese color gris azulino a morado grisáceo que llevan a definirlos generalizadamente como cerros azules. El otro color notable de las rocas y paisajes del norte argentino es el rojo. Existe un conjunto de formaciones geológicas del período Cretácico llamadas el subgrupo pirgua que se caracterizan por los fuertes colores rojo ladrillo a rojo sangre. Son las rocas areniscosas que forman la Quebrada de las Conchas en el camino a Cafayate, entre el cerro Quitilipi de Alemanía y el cerro Zorrito, y que representan un pequeño “Cañón del Colorado” salteño. Las sierras que limitan ambos flancos de la quebrada, las de Carahuasi y las de León Muerto, están formadas por esos estratos del pirgua. Muchos de los topónimos del norte argentino que hacen referencia a “Colorados”, “Los Colorados”, “Morado” coinciden, en algunos casos, con estas formaciones geológicas. En Bolivia estas capas toman el nombre de “puca” que en quechua significa precisamente rojo. Los otros colores en quechua son: blanco (yuraq), negro (yana), amarillo (q'illu), azul (anqa), verde (q'umir), anaranjado (willapi), café oscuro (ch'unpi), gris (ch'ixchi), celeste (pursila), morado (kulli) y dorado (qurichisqa). Muchos topónimos del noroeste argentino son de origen quechua y algunos hacen referencia al tema del color.
A las capas del pirgua se le superponen las calizas amarillas de la formación yacoraite, depositadas a fines del período Cretácico y que son contemporáneas de la extinción de los dinosaurios. Muchos de los topónimos de cerros bayos o amarillos se corresponden con esta formación. El lugar clásico es el cerro Yacoraite en la Quebrada de Humahuaca, a mitad de camino entre Huacalera y Chucalezna, también conocido como la “Pollera de la coya”. También el cerro Amarillo (3.646 m) en la sierra de Calilegua, las cumbres de las Peñas Blancas al este del dique de Cabra Corral, el cerro Bayo (4.238 m) frente a Ingeniero Maury en la Quebrada del Toro, los cerros que rodean Amblayo y el Valle del Tonco, el cerro Quitilipi, entre muchos otros. También hay cerros que llevan por nombre amarillo, pero corresponden a otros tipos de rocas, caso del granito del cerro Amarillo cerca de Cafayate. Algunos volcanes de la Puna, basálticos, llevan el nombre de cerro Negro, e incluso se encuentra el volcán Cerro Verde en la cadena volcánica del Quevar. Las rocas policromáticas del período Terciario dan lugar a topónimos como el de Piedras Azules en el cañón del río Juramento o el “Desierto Pintado” en el camino desde el parque nacional Los Cardones a Seclantás.
En la mayoría de los casos el color de las rocas o los minerales es la consecuencia de elementos químicos cromóforos que tiñen fuertemente a las rocas, tales como hierro, manganeso, cobre, cromo, cobalto, níquel y vanadio. Entre ellos el hierro en sus estados de oxidación férrico y ferroso es el autor de la mayoría de los colores que se ven en las rocas, cerros y montañas que conforman los bellos paisajes del norte argentino
Pensando el futuro regional desde el disenso. Las ideas expresadas son exclusiva responsabilidad de los autores. De ninguna manera reflejan una opinión grupal, colectiva ni tampoco del administrador del Grupo.
lunes, 30 de julio de 2012
viernes, 27 de julio de 2012
Belgrano Cargas mucho ruido y pocas nueces
Dr. Julio Moreno, 27/jul/2012 para el Tribuno
Recientemente en cadena nacional nuestra Presidenta anunció un acuerdo con el gobierno chino para invertir en la reactivación del Belgrano Cargas, nuevamente genera incertidumbre este anuncio, con la esperanza de que sea el último y esta vez se cumpla. China es nuestro segundo socio comercial- después de Brasil- y tercero en inversiones en el país.
El reciente anuncio es un anhelo de todas estas regiones, que se verían beneficiadas con la reactivación del ferrocarril, porque disminuirían considerablemente los costos de transporte desde y hacia los centros de producción, de consumo y los puertos.
Recordemos que en mayo de 2011, antes de las elecciones presidenciales, nuestra Presidenta anunció un plan de reactivación del Belgrano Cargas que consistía, entre otras cosas, en la reconstrucción de 3.200 km de vías, ya pasó un año y nada se hizo.
También años atrás se anunció el llamado a licitación para la reconstrucción de 5 tramos del ramal C25 del Belgrano Cargas, que une Formosa con Embarcación, tampoco se llevó a cabo.
Con la reactivación de los talleres de Tafí Viejo, en Tucumán, pasó algo parecido, en septiembre del 2003 el expresidente Néstor Kirchner inició el tema, luego en octubre del 2008 nuestra Presidenta y Jaime lo volvieron a anunciar y finalmente en noviembre del 2009 lo repitió. Lo cierto es que hoy hay casi 100 trabajadores en esa planta sin ningún plan concreto de desarrollo.
Es de esperar con cierto escepticismo y también esperanzas que esta vez se haga realidad el anuncio, porque para muchas provincias es estratégica la reactivación del Belgrano Cargas, para muchas de ellas se transformó en política de Estado.
En Argentina se transporta el 80% de la producción en camiones -el 90% de la producción del Norte Grande- y menos del 5% se lo hace en tren; en más de una oportunidad no se pudieron vender nuestros productos en los centros de consumo o exportarlos por la alta incidencia del transporte vial, que le quitan competitividad.
De más está decir que al no ser competitiva nuestra producción, no solo perdemos mercados, entiéndase tanto nacionales como internacionales, sino que también disminuyen los puestos de trabajo e inversiones, ocasionando mayores condiciones de marginalidad y pobreza en nuestra región.
Los detalles
En la década del 40 este ferrocarril contaba con 44.000 kilómetros de vías, a fines de los noventa quedaban solamente 22.000 kilómetros, actualmente la traza del Belgrano Cargas tiene un recorrido de 10.840 kilómetros de vías férreas, de las cuales más de 3.000 están inutilizadas o fuera de servicio.
Pasa por 14 provincias y tres puertos, este ferrocarril, con un criterio netamente integrador, también llega a Chile, por Las Cuevas y Socompa, y a Bolivia, por La Quiaca y Pocitos. Las 14 provincias del norte y centro del país son: Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero, Chaco, Formosa, Salta y Jujuy, también llega a los puertos de Rosario, Barranqueras y Buenos Aires,
En 1942 un tercio de los ingresos del Belgrano eran utilidades, en 1970 este ferrocarril llegó a transportar casi seis millones de toneladas de carga por año (Jorge Contesti- La República que perdió el tren-).
Actualmente, con las pocas vías habilitadas, se llega a transportar alrededor de un millón de toneladas por año desde el Norte Grande al puerto de Rosario, y cuando esté finalizado el proyecto del Belgrano Cargas podrá trasladar más de 10 millones de toneladas, además de la producción minera e hidrocarburos. Hoy solo la provincia de Salta produce, entre oleaginosas y cereales, más de 2 millones de toneladas por año, necesitando como mínimo hacer 80.000 viajes en camiones.
El transporte ferroviario cuesta solamente el 20% de lo que cobra un camión, realmente la diferencia es muy significativa y se nota cuando suben los combustibles y nos alejamos cada vez más en nuestro propio país.
Un informe de la Secretaría de Transporte aclara que “el nuevo emprendimiento ferroviario no irá en detrimento del trabajo de los camioneros, ya que la diversificación de la matriz productiva del país demanda el uso de los camiones en nuevos sectores”, además de reducir el gasto del transporte y, en consecuencia, incrementar la productividad de los sectores involucrados, en particular, y de toda la economía, en general, la nueva traza ferroviaria redundará en otros beneficios adicionales.
El “Proyecto Belgrano Cargas” fue dividido en varias unidades económicas, que permitirá poder segmentar, priorizar y canalizar inversiones para obtener en el corto plazo beneficios tangibles, económicos y sociales, en cada segmento.
Entre los más importantes citamos a:
- El corredor “T”, que une la provincia de Salta con los puertos de Barranqueras y Avia Terai con el puerto de Rosario
- El ramal “C25”, provincia de Formosa, que unirá Embarcación, Salta, con el futuro puerto de Formosa.
- El ramal “C”, en Santiago del Estero, que une Las Cejas con Tostado, conectando la cuenca cerealera de la provincia con el corredor “T”
- Los ramales “C12”, “C18” y “C25”, que materializan la conectividad de las dos primeras unidades citadas con Bolivia y los puertos chilenos.
- Los ramales de la provincia de Buenos Aires, y los ramales de potencial minero que abastecen las provincias de La Rioja, Catamarca, San Juan, Salta y Jujuy.
Disputa con camioneros
Sugestivamente, este nuevo anuncio se realizó en el marco de la disputa que mantiene nuestra Presidenta con el líder de los camioneros, el señor Hugo Moyano, esperando que este compromiso de reactivación del Belgrano Cargas sea real, y no un nuevo motivo para generar discordia y provocar a este sector, que pasó a ser beneficiario de este proyecto no concretado a pato de la boda.
Doble vara, discurso y otras variantes
Dr. Armando Frezze, 27 /jul/2012 para El Tribuno
La expresión doble vara usualmente indica que para las mismas situaciones y circunstancias, en ocasiones se utiliza una regla evaluativa diferente a la habitual. El catedrático Carlos Rodríguez Braun escribió hace unos años, en el diario ABC de Madrid, como España medía con doble vara ciertos temas, y como ejemplo citaba que en Argentina las fuerzas policiales provocaron un millar de desaparecidos entre 1973 y 1976, agregando que “parte de ese tiempo de democracia gobernó una señora tan peronista que era la mujer de Perón”, y después de señalar que la expresidenta está viva y libre, señalaba que, sin embargo, “nadie la imputa ni mucho menos procesa, y eso que vive a tiro de auto del juez Garzón en Madrid”. Quinientos años antes.
Erasmo de Rotterdam escribía en su obra “Elogio de la locura”, la extrañeza que le causaba la Iglesia Católica, que en esa época evangelizaba a los paganos pero quemaba a los herejes.
La doble vara, o doble estándar, en ocasiones se confunde con otra expresión: el doble discurso. Ya no refiere a las normas que se usan sino que opera en el plano de los hechos, dando lugar a una conducta disociada en la que el sujeto dice una cosa pero hace lo opuesto.
Ejemplos de doble discurso ha sido la actitud del Gobierno nacional respecto de las protestas sociales en los últimos años. En un inicio el kirchnerismo no las reprimía, respetando el principio autoimpuesto de “no criminalizar la protesta”. Hoy ese principio no ha cambiado, pero la realidad sí cambió y las protestas se reprimen. O el emblemático caso de los hoy réprobos asambleístas de Gualeguaychú, o la reciente visita oficial a Angola que la Presidente realizó a mediados de mayo. En ese país, que padece una desigualdad social de envergadura, Cristina Fernández de Kirchner no se privó de ofrecer discursos, pero en todos silenció el tema de los derechos humanos, incluido el pronunciado durante el almuerzo de agasajo que le ofreció el dictador José Eduardo Dos Santos.
El doble discurso, a su vez, no es igual a la simple y reprochable contradicción política, ese afirmar hoy una cosa y mañana otra, realizada voluntaria pero inexplicablemente; una muestra de ello es el viraje copernicano acontecido en la mente presidencial entre el 26 de junio y el 18 de julio. El 26 una presidenta ansiosa y depresiva, como lo señaló un analista político, con argumentos incorrectos, desbordada, intentando reprimir el llanto y disimular la ira, anunció por cadena nacional que ya no enviaría más a la Gendarmería Nacional cuando lo requirieran los gobernadores y los jueces por problemas locales. "No vamos a someter más a la Gendarmería a situaciones que deben ser responsabilidad de los gobiernos provinciales, como es custodiar también en sus respectivas jurisdicciones el orden y la seguridad”, afirmó.
Pero antes de cumplirse tres semanas contradijo esa decisión y ordenó el envío de Gendarmería a Santa Cruz, su provincia, frente a la gravedad del conflicto policial que llevaba 17 días con el personal en huelga. El auxilio, merece recordarse, había sido solicitado invocando una ley nacional por el gobernador Daniel Peralta, quien fuera hace tiempo protagonista no ya de una contradicción sino de una notoria desobediencia. Luego de asumir el cargo en el que juró hacer cumplir la Constitución, fue notificado de un fallo adverso a la Provincia dictado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en tal ocasión manifestó públicamente que no lo obedecería, anomalía política y jurídica que fue apoyada -públicamente también- por la Presidenta.
Por último, y quizá más lejanos de la doble vara, están los dislates políticos. En ellos se pontifica sobre un viaje de Salta a Japón en media hora, o como afirmó hace un par de días el ministro de Educación de la Nación- que la toma de colegios por parte de los alumnos es algo bueno, que le hace bien a la democracia. Haber tenido que desmentir lo dicho apenas 24 horas más tarde llevaría a examinar la doble vara. En síntesis, se puede señalar que la doble vara y sus variantes son ajenas a una ética de la política; la sociedad, que no come vidrio ni otros silicatos, los percibe sin dificultades y los desaprueba sin excepciones.
lunes, 23 de julio de 2012
Los glaciares y la minería
Dr. Ricardo Alonso, 23/jul/2012 para El Tribuno
El hombre de a pie es bombardeado todos los días por una enorme cantidad de información mediática, en muchos casos distorsionada, retorcida, encubierta y hasta directamente mentirosa, que genera una enorme confusión entre lo que es lógico, verosímil y de sentido común.
Esa información genera imágenes que rotulan a las cosas en buenas o malas, de acuerdo al interés de quienes las potencian.
Muchas veces responden a intereses políticos, en otros casos económicos y más aún ideológicos. Un famoso actor argentino hace un spot televisivo sobre la mina de carbón de Río Turbio en la Patagonia austral diciendo que ello llevará al derretimiento de los glaciares, y a cartón seguido la organización ambiental que lo patrocina, de origen inglés, pide colaboración económica para sostener sus actividades de “protección del medio ambiente”.
El planteo corriente es que la quema de carbón, al igual que la de los hidrocarburos líquidos y gaseosos, genera dióxido de carbono que es un gas de efecto invernadero, esto es que se acumula en la atmósfera y potencia el calentamiento del planeta y por lo tanto la evaporación de los hielos.
Hasta ahora no está para nada claro cómo funciona realmente el ciclo del carbono a escala global, tanto en su producción natural como en la humana o antropogénica y sus mecanismos de secuestración.
Lo que sí está claro es que los grandes productores de anhídrido carbónico son los países industrializados del hemisferio norte, tanto Estados Unidos como algunos de Europa y Asia.
Barrera “elegante”
Entonces la manera más elegante de compensar el desfase es obligar a los del sur, entre ellos nosotros, a que no toquemos nada, que no produzcamos nada, que no nos desarrollemos, o lo que es lo mismo que dejemos dormir nuestros recursos naturales y que nos empobrezcamos.
Todo ello para lograr el balance de equilibrio entre los gases de la muerte que ellos producen (metano, dióxido de carbono, cloroflurocarbonos) y el gas de la vida que producimos nosotros, o sea el oxígeno del gran continente verde que es América del Sur.
Miles de usinas térmicas a carbón funcionan en el hemisferio norte desde China a los Estados Unidos. Sin embargo, atacan a la Argentina por una única planta en el lugar más remoto de la Patagonia, como es Río Turbio.
Ahora bien, esa mentira puesta todos los días en los medios televisivos, termina convenciendo al ciudadano urbano de que es una realidad veraz. Lo que sí tiene que quedar en claro es que ni una planta ni cien plantas que funcionen a carbón en la Argentina van a producir el más mínimo efecto sobre los glaciares.
Si hay algo que necesitamos es precisamente energía y tenemos que obtenerla de todas las fuentes convencionales y no convencionales que tiene el país. Porque disponer de energía y consumirla ampliamente significa crecimiento.
Por más que nos quieran hacer creer lo contrario. América del Sur tiene una extraordinaria cordillera en su sector occidental que se extiende unos 9.000 km de norte a sur. Alcanza alturas máximas en el Aconcagua, una montaña que roza los 7 km de altura sobre el nivel del mar.
Los Andes Centrales tienen en conjunto las mayores alturas, entre ellos los volcanes más altos del mundo, como el caso de nuestro Llullaillaco. La línea de las “nieves eternas” va subiendo desde cero metro en la Antártida, donde los glaciares están a nivel del mar, hasta alcanzar alturas próximas a 6.000 metros en la Puna argentina.
La línea de nieves
Es interesante señalar un hecho casi desconocido y es que la línea de nieves permanentes en la Puna argentina es la más alta del mundo, o lo que es lo mismo decir que en cualquier otro lugar del planeta donde haya nieves permanentes éstas arrancan a mucho menor altura.
Para que se forme un glaciar tienen que darse una serie de condiciones entre el balance del agua caída y el agua evaporada y la posición de la isoterma de cero grado centígrado. De nada vale que tengamos una región helada si la misma es un desierto seco donde no se producen precipitaciones. Un cerro blanco en invierno puede ser la simple caída de granizo y por lo tanto de duración efímera.
Para que se forme un glaciar hace falta entonces una importante acumulación nívea y que ésta se convierta en hielo y que éste hielo empiece a fluir lentamente en función de la pendiente.
El hielo continental patagónico tiene abundantes glaciares que caen hacia la ladera atlántica de Argentina o hacia la ladera pacífica de Chile, y un ejemplo destacado es el glaciar Perito Moreno.
Ahora bien, cuando se habla de glaciares cordilleranos en la frontera de Argentina y Chile, fuera de ese ámbito patagónico, no existe más ese ícono del Perito Moreno. No hay miles de “Peritos Morenos” a lo largo de la Cordillera como se trata de inculcar, sino simplemente manchones de hielo y acumulaciones varias de nieve que son el relicto del último Máximo Glacial (LGM) que ocurrió en el Pleistoceno entre 20 y 18 mil años atrás.
Como dijimos, nuestra Puna seca tiene escaso hielo arriba de los 6.000 metros. Donde sí se desarrolla un importante ambiente glacial es en la Cordillera Real de Bolivia, donde los vientos húmedos amazónicos descargan hasta 5.000 milímetros anuales en los valles de Yungas y el resto de la humedad se estrella contra la cadena montañosa que bordea el Altiplano entre los cerros Illampu al norte y el Illimani al sur, superando ambos los 6.400 metros.
Minerales sí, hielo no
Ahora bien, desde que Alvaro Alonso Barba escribió en 1640 su famosa obra “El arte de los metales”, se sabe que donde hay minerales no hay hielo. Precisamente él aconsejaba a los prospectores mineros de la época colonial que se fijaran después de las nevadas aquellos lugares donde no se acumulaba la nieve porque esa era una guía de que allí podía haber un depósito mineral.
Y esto ocurre por una razón muy simple, y es que los minerales en su mayoría son sales y la sal tiene la propiedad de evitar el congelamiento del agua. Esa es la causa por la cual el agua marina del Ártico o del Antártico no están congeladas a pesar de estar bajo cero grado y también el motivo por el cual se agrega sal en los caminos para derretir la nieve.
De todos modos, la minería se puede hacer en forma segura haya o no haya glaciares, y así se realiza en Rusia, Canadá o Alaska, con grandes extensiones cubiertas por los hielos. Finalmente, rescato una frase del ex diputado Luis Felipe Sapag quien decía: “El desarrollo es inexorable; no es posible la vuelta atrás en la dependencia de la humanidad respecto de la tecnología y la utilización masiva de los recursos naturales: si se hiciera caso al reclamo ultraecologista, en pocos meses desaparecería catastróficamente, por hambre y enfermedades, la mitad de los seres humanos”.
Está claro que el uso de los glaciares y otros íconos ambientales son una pantalla engañosa en contra del desarrollo legítimo de los países aún subdesarrollados.
domingo, 15 de julio de 2012
Un aporte de Ricardo Alonso
Corría el año 1904 y aquella tertulia, que había abierto
el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo
Café de Levante, hervía por las noches con la flor y
nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los
artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga,
Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria,
Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que
sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja.
Porque cuando se estaba hablando de los españoles y
de las distintas clases de españoles, el novelista vasco
sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de
españoles… sí, como los siete pecados capitales. A
saber:
1) Los que no saben;
2) los que no quieren saber;
3) los que odian el saber;
4) los que sufren por no saber;
5) los que aparentan que saben;
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a
veces hasta “intelectuales”.
(Desconozco al caricaturista, por ello no lo nombro)
el gallego Ramón María del Valle-Inclán en el Nuevo
Café de Levante, hervía por las noches con la flor y
nata de los intelectuales de la Generación del 98 y los
artistas más significados, entre ellos Ignacio Zuloaga,
Gutiérrez Solana, Santiago Rusiñol, Mateo Inurria,
Chicharro, Beltrán Masses o Rafael Penagos.
Y aquella tarde noche del 13 de mayo de 1904 el que
sorprendió a todos los presentes fue Pío Baroja.
Porque cuando se estaba hablando de los españoles y
de las distintas clases de españoles, el novelista vasco
sorprendió a todos y dijo:
“La verdad es que en España hay siete clases de
españoles… sí, como los siete pecados capitales. A
saber:
1) Los que no saben;
2) los que no quieren saber;
3) los que odian el saber;
4) los que sufren por no saber;
5) los que aparentan que saben;
6) los que triunfan sin saber, y
7) los que viven gracias a que los demás no saben.
Estos últimos se llaman a sí mismos “políticos” y a
veces hasta “intelectuales”.
(Desconozco al caricaturista, por ello no lo nombro)
miércoles, 11 de julio de 2012
¿Un negociado por cien pesos?
Dr. Armando Frezze, 12/jul/2012 para El Tribuno
A principios de abril, esta columna comentó la defensa que intentó Amado Boudou para eludir las acusaciones de haber beneficiado a su amigo Alejandro Vanderbroele, que consistió esencialmente en negar todo conocimiento y amistad con éste, acción que abrió una caja de Pandora, que le ha costado al vicepresidente dos causas penales -hasta ahora- y la evaporación total de su peso específico en el ámbito de la política nacional.
Ese comentario se clausuraba subrayando una importante cuestión paralela: la obstinación gubernamental de continuar emitiendo billetes sin modificar sus actuales valores, contrariando la opinión generalizada de los técnicos y soslayando, sin explicaciones, varios proyectos de ley presentados desde el 2010 por diversos legisladores, iniciativas que la “mayoría automática” instalada en el Congreso nacional paralizó obedeciendo instrucciones de la Casa Rosada.
En sintonía con ese remar en contracorriente, el 29 de marzo de este año el directorio del Banco Central aprobó la impresión de 1.200 millones de billetes con diferentes valores, el más alto de 100 pesos. La Casa de Moneda se hacía cargo de la impresión de 800 millones de piezas y las 400 restantes se adjudicaron a la Compañía de Valores Sudamericana (CVS), ex-Ciccone, propiedad de una sociedad fantasma, presuntamente controlada por Varderbroele, a un costo cercano -según el diario Infobae.com- a los 170 millones de pesos.
Lo que en principio pareció un capricho de la Presidenta, destinado a negar la inflación o a defender a Amado Boudou, se perfiló en poco tiempo como una férrea determinación de continuar con la ejecución de un plan complejo y perverso, puesto en marcha hace ya tiempo y que tenía casi todos los ingredientes necesarios para configurar lo que el ciudadano denomina “un negociado” y el Diccionario de la Real Academia define como “negocio ilícito que toma carácter público”. Porque alcanzada en el mes de abril la finalidad de la adjudicación a la ex-Ciccone (¿propiedad de Boudou?) del contrato de impresión de los 400 millones de billetes, la solución técnica más lógica y económica recibió luz verde: en el mes de mayo, la senadora del Frente para la Victoria Ada Iturrez de Capellini presentó el proyecto oficialista para imprimir billetes de 200 y 500 pesos, proponiendo que lleven el uno la imagen de Hipólito Yrigoyen y la de Juan Domingo Perón, el otro.
En realidad, es un proyecto plagiario: en el expediente 5214-D-2011, en el proyecto que impulsaban los diputados Aguad y Pratt Gay se subrayaba que ya desde el año 2004 el Banco Central planteó la necesidad de emitir billetes con una nueva mayor denominación; los nombrados propusieron emitir valores de 200 y de 500 pesos con la imagen de Hipólito Yrigoyen para uno de ellos; en el año 2010, el diputado Gerardo Milman presentaba un proyecto de emisión de billetes de 200 pesos (Expte. 8655-D-2010), y en 2011 el senador Carlos Reuteman en Expediente Nº 1545-S-11 propuso poner en circulación de curso legal billetes de quinientos pesos.
El proyecto de la senadora Iturrez no contiene ninguna novedad, salvo el tácito visto bueno de la Presidenta para seguir adelante y la arbitraria y total omisión de la palabra “inflación” en sus fundamentos, concepto que por el contrario fue uno de los justificantes motivadores de los otros proyectos. ¿Por qué la luz verde? Quienes acostumbran a pensar mal sospecharán de un negociado originado en los billetes de cien pesos, los bien intencionados podrían justificar, tal vez, la metamorfosis de la posición oficialista como una consecuencia de una confesión de la presidenta Fernández de Kirchner, hecha al cierre de su discurso el jueves 3 de mayo de este año, al inaugurar una planta faenadora de pollos: “Yo soy terca y obstinada pero no insensata. ¿Cuál es la gran diferencia? Cuando me demuestran que me equivoqué lo admito y entonces hago lo que por allí debería hacer; si me equivoqué, no soy de las que insisten en los errores. Esto ténganlo muy presente todos, pese a que me han hecho fama... ténganlo muy presente todos, siempre”
A principios de abril, esta columna comentó la defensa que intentó Amado Boudou para eludir las acusaciones de haber beneficiado a su amigo Alejandro Vanderbroele, que consistió esencialmente en negar todo conocimiento y amistad con éste, acción que abrió una caja de Pandora, que le ha costado al vicepresidente dos causas penales -hasta ahora- y la evaporación total de su peso específico en el ámbito de la política nacional.
Ese comentario se clausuraba subrayando una importante cuestión paralela: la obstinación gubernamental de continuar emitiendo billetes sin modificar sus actuales valores, contrariando la opinión generalizada de los técnicos y soslayando, sin explicaciones, varios proyectos de ley presentados desde el 2010 por diversos legisladores, iniciativas que la “mayoría automática” instalada en el Congreso nacional paralizó obedeciendo instrucciones de la Casa Rosada.
En sintonía con ese remar en contracorriente, el 29 de marzo de este año el directorio del Banco Central aprobó la impresión de 1.200 millones de billetes con diferentes valores, el más alto de 100 pesos. La Casa de Moneda se hacía cargo de la impresión de 800 millones de piezas y las 400 restantes se adjudicaron a la Compañía de Valores Sudamericana (CVS), ex-Ciccone, propiedad de una sociedad fantasma, presuntamente controlada por Varderbroele, a un costo cercano -según el diario Infobae.com- a los 170 millones de pesos.
Lo que en principio pareció un capricho de la Presidenta, destinado a negar la inflación o a defender a Amado Boudou, se perfiló en poco tiempo como una férrea determinación de continuar con la ejecución de un plan complejo y perverso, puesto en marcha hace ya tiempo y que tenía casi todos los ingredientes necesarios para configurar lo que el ciudadano denomina “un negociado” y el Diccionario de la Real Academia define como “negocio ilícito que toma carácter público”. Porque alcanzada en el mes de abril la finalidad de la adjudicación a la ex-Ciccone (¿propiedad de Boudou?) del contrato de impresión de los 400 millones de billetes, la solución técnica más lógica y económica recibió luz verde: en el mes de mayo, la senadora del Frente para la Victoria Ada Iturrez de Capellini presentó el proyecto oficialista para imprimir billetes de 200 y 500 pesos, proponiendo que lleven el uno la imagen de Hipólito Yrigoyen y la de Juan Domingo Perón, el otro.
En realidad, es un proyecto plagiario: en el expediente 5214-D-2011, en el proyecto que impulsaban los diputados Aguad y Pratt Gay se subrayaba que ya desde el año 2004 el Banco Central planteó la necesidad de emitir billetes con una nueva mayor denominación; los nombrados propusieron emitir valores de 200 y de 500 pesos con la imagen de Hipólito Yrigoyen para uno de ellos; en el año 2010, el diputado Gerardo Milman presentaba un proyecto de emisión de billetes de 200 pesos (Expte. 8655-D-2010), y en 2011 el senador Carlos Reuteman en Expediente Nº 1545-S-11 propuso poner en circulación de curso legal billetes de quinientos pesos.
El proyecto de la senadora Iturrez no contiene ninguna novedad, salvo el tácito visto bueno de la Presidenta para seguir adelante y la arbitraria y total omisión de la palabra “inflación” en sus fundamentos, concepto que por el contrario fue uno de los justificantes motivadores de los otros proyectos. ¿Por qué la luz verde? Quienes acostumbran a pensar mal sospecharán de un negociado originado en los billetes de cien pesos, los bien intencionados podrían justificar, tal vez, la metamorfosis de la posición oficialista como una consecuencia de una confesión de la presidenta Fernández de Kirchner, hecha al cierre de su discurso el jueves 3 de mayo de este año, al inaugurar una planta faenadora de pollos: “Yo soy terca y obstinada pero no insensata. ¿Cuál es la gran diferencia? Cuando me demuestran que me equivoqué lo admito y entonces hago lo que por allí debería hacer; si me equivoqué, no soy de las que insisten en los errores. Esto ténganlo muy presente todos, pese a que me han hecho fama... ténganlo muy presente todos, siempre”
sábado, 7 de julio de 2012
Menosprecio de la libertad
Gregorio A. Caro Figueroa, 7/jul/2012 para Todo es Historia
En la Argentina, algunos se empeñaron en separar la independencia de la
libertad: exaltaron la independencia del país, la omnipotencia del Estado y los
abusos de poder. De forma simultánea, desdeñaron las normas constitucionales,
las libertades públicas que ella consagra y la esfera de libertad de las personas.
Esos mismos dedicaron, y otros aún dedican, sus afanes a cultivar un
menosprecio abierto o solapado por la libertad, pregonando y construyendo
una pedagogía del desapego y hasta del rechazo hacia ella, contraponiendo el
llamado “país real”, a la libertad, subestimada como expresión de lo formal e
insustancial.
La experiencia de dos siglos de historia de América latina demuestra
que la independencia y la libertad de un país “es compatible con la más
grande tiranía, y pueden coexistir en el mismo país”. “La libertad de la Patria
es la independencia de todo país extranjero. La libertad del hombre es la
independencia del individuo respecto de su país propio”, explicó Alberdi.
Al enfatizar en la independencia, en los episodios bélicos y en los
liderazgos militares o personalistas, el tema de la libertad fue quedando
relegado y está tendiendo a desaparecer de la liturgia y la retórica de las
conmemoraciones patrióticas.
De este modo se finge ignorar que, en buena medida, a partir de 1810 los
principios liberales fueron “la ideología legitimadora de los emergentes estados
nacionales”, además de centro de un intenso debate intelectual. Después de la
emancipación, a lo largo del siglo XIX, predominaron las ideas liberales.
Ideas que deben situarse en su contexto para comprender sus
limitaciones y recortes. Ese “inestimable don de la libertad” al que se refirió
Mariano Moreno en diciembre de 1810 en la “Gazeta de Buenos Aires”, excluía
la publicación de opiniones contrarias a la religión y las críticas al gobierno.
Setenta años después, Alberdi reconocerá en aquellos hombres de 1810 la
condición de “campeones de la libertad de América”. De libertad de las patrias
americanas respecto de España, pero no de la libertad individual y de los límites
al poder del Estado, “porque no comprendieron ni conocieron la libertad en ese
sentido, que es su sentido más preciso”.
Claro que la independencia era condición necesaria para conquistar la
libertad, no sólo de los nuevos países sino para abrir el camino a la libertad de
sus hombres y mujeres. Para el historiador boliviano José Luis Roca, en 1810, la
libertad como concepto “era más peligrosa que el concepto de independencia”.
Quienes separaron la independencia de la libertad introdujeron la antigua
3
idea de una patria construida sobre la negación de la libertad individual. La
patria debía ser libre a expensas de la libertad de las personas que habitaban su
suelo. La grandeza nacional debía resultar de la sumisión personal.
Según ese criterio, la independencia y la libertad eran bienes exclusivos
de la patria, cuyo nombre los acaparaban regímenes despóticos, y no sus
hombres y sus mujeres despojados de sus derechos. Se pensaba que los países
grandes debían hacerse sobre las espaldas curvadas de hombres sometidos a la
omnipotencia del Estado.
No se podrá adjudicar a Alberdi la concepción simplista de un liberalismo
individualista y negador del papel del Estado. En 1880 dijo en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Buenos Aires: “a ningún liberal le ocurriría entre
nosotros dudar de que el derecho del individuo debe inclinarse y ceder ante el
derecho del Estado, en ciertos casos” y con ciertos límites.
En nuestro país, desde hace décadas, el concepto y la práctica de la
libertad han sido igualmente arrinconados y lapidados por la demonización
del “liberalismo” a cargo de autoritarios de derecha y también de izquierda.
Los ataques al liberalismo recrudecieron en la década de los ’60 y de
los ’70 de la mano de dictaduras militares y de grupos armados. A esa escalada
se añadió ahora el uso y abuso del prefijo “neo” que carga de sentido peyorativo
no sólo al liberalismo sino también a la libertad.
Hoy el término “neoliberal” es un arma arrojadiza de probada eficacia
para clausurar controversias, descalificar opiniones y etiquetar con criterio de
prontuario cualquier ejercicio de la duda y de la crítica. Junto con el agua sucia
del “neoliberalismo” se arroja al liberalismo como a la bañera y al niño.
Este matasellos se aplica no sólo a la política económica neoconservadora
y neopopulista de algunos países durante la década de los ’90 del siglo XX: es un
escapulario infamante que se cuelga al cuello de quienes se atreven apartarse de
la corrección política y también de los lugares comunes intelectuales.
Este manejo de las palabras no parece inocente: se usa como pala
mecánica para arrancar la idea de libertad hasta a las raíces, dejando la tierra
abonada para futuros experimentos autoritarios.
Quizás sin saberlo, quienes expresan de modo explícito un desapego por
la libertad están repitiendo la respuesta que Lenin, en 1921, dio a la pregunta del
socialista español Fernando de los Ríos referida a cómo y cuándo se establecería
en la Unión Soviética la plena libertad sindical.
Sin vacilar, Lenin respondió: “Nosotros nunca hemos hablado de libertad
sino de dictadura del proletariado”. Añadiendo: “El problema para nosotros
no es de libertad, pues respecto a ésta siempre preguntamos: ¿libertad? ¿para
qué?” De este modo, la libertad no es un bien, es algo más que superfluo: es un
obstáculo a remover.
Si en la Argentina, para descalificar, se usa el término “liberal” como
sinónimo de “derechista” y “reaccionario”, en países europeos “liberalismo”
y “derecha” son sinónimos que la derecha política monopoliza y ostenta con
4
orgullo, mientras que en los Estados Unidos lo “liberal” equivale a izquierda
democrática.
Esta deliberada confusión de conceptos y este desapego por la libertad no
es nuevo y tampoco exclusivamente nuestro. Advierte Joaquín Varela Suanzes-
Carpegna, catedrático y autor de un texto sobre el asturiano liberal Álvaro
Flórez Estrada (1766-1853), que en España hubo liberales de izquierda durante
el trienio 1820-1823.
“Para los liberales de izquierda, el liberalismo no era sólo una ideología
económica y política, partidaria de la libre empresa y del Estado de derecho,
sino también una actitud ética a favor de la emancipación del individuo de
cualquier tipo de esclavitud”, señala Varela Suanzes-Carpegna.
“Esta perspectiva les llevó a defender un liberalismo democrático y social,
bien distinto del liberalismo conservador, hegemónico entre nosotros, pero sin
confundirse con la socialdemocracia”, añade.
¿Acaso América latina no es suelo apto para el crecimiento de esa
especie exótica, que algunos ven en la democracia? ¿Nuestras sociedades son
incompatibles con las ideas y el ejercicio de la libertad, como planteó en 1919
Laureano Vallenilla Lanz en su libro “Cesarismo democrático”?
En libro publicado en 1996, David Bushnell dice que llegó la hora de que
los historiadores, a partir de “un repaso de la literatura sobre el liberalismo en
sus diferentes facetas: como ideología, acción política y doctrina económica,
sometan a una nueva evaluación el tema del liberalismo en América latina".
Esa tarea deberá ser parte de una reflexión exigente, rigurosa y crítica
en torno a un tema rico y complejo sobre el que estuvo creciendo una tupida
maleza de ignorancia, malos entendidos, prejuicios, simplificaciones y
dogmatismos. La historia de América latina no parece ser “la historia de la
libertad” sino la de su negación.
No se trata de insinuar que esa indagación se dispare como reacción a
las visiones antiliberales equipadas con parecido instrumental a las de éstas, y
tampoco que se postulen como visiones sustitutas de las actuales versiones del
pasado legitimadoras del poder. No se trata de entronizar simplismos de signo
contrario sino recuperar el rigor, el sentido crítico y la libertad.
¿Habrá que sentir vergüenza y miedo por defender la libertad, la idea
de libertad, la búsqueda de la verdad, la sensatez, la moderación, la probidad
intelectual y el ejercicio de la libertad?
En 1947, Georges Bernanos en su libro “La libertad, ¿para qué”,
escribió: “La peor amenaza para la libertad no es que nos la dejemos tomar –
pues el que se la ha dejado robar siempre puede reconquistarla- sino que se
desaprenda a amarla o que ya no se la comprenda”.-
En la Argentina, algunos se empeñaron en separar la independencia de la
libertad: exaltaron la independencia del país, la omnipotencia del Estado y los
abusos de poder. De forma simultánea, desdeñaron las normas constitucionales,
las libertades públicas que ella consagra y la esfera de libertad de las personas.
Esos mismos dedicaron, y otros aún dedican, sus afanes a cultivar un
menosprecio abierto o solapado por la libertad, pregonando y construyendo
una pedagogía del desapego y hasta del rechazo hacia ella, contraponiendo el
llamado “país real”, a la libertad, subestimada como expresión de lo formal e
insustancial.
La experiencia de dos siglos de historia de América latina demuestra
que la independencia y la libertad de un país “es compatible con la más
grande tiranía, y pueden coexistir en el mismo país”. “La libertad de la Patria
es la independencia de todo país extranjero. La libertad del hombre es la
independencia del individuo respecto de su país propio”, explicó Alberdi.
Al enfatizar en la independencia, en los episodios bélicos y en los
liderazgos militares o personalistas, el tema de la libertad fue quedando
relegado y está tendiendo a desaparecer de la liturgia y la retórica de las
conmemoraciones patrióticas.
De este modo se finge ignorar que, en buena medida, a partir de 1810 los
principios liberales fueron “la ideología legitimadora de los emergentes estados
nacionales”, además de centro de un intenso debate intelectual. Después de la
emancipación, a lo largo del siglo XIX, predominaron las ideas liberales.
Ideas que deben situarse en su contexto para comprender sus
limitaciones y recortes. Ese “inestimable don de la libertad” al que se refirió
Mariano Moreno en diciembre de 1810 en la “Gazeta de Buenos Aires”, excluía
la publicación de opiniones contrarias a la religión y las críticas al gobierno.
Setenta años después, Alberdi reconocerá en aquellos hombres de 1810 la
condición de “campeones de la libertad de América”. De libertad de las patrias
americanas respecto de España, pero no de la libertad individual y de los límites
al poder del Estado, “porque no comprendieron ni conocieron la libertad en ese
sentido, que es su sentido más preciso”.
Claro que la independencia era condición necesaria para conquistar la
libertad, no sólo de los nuevos países sino para abrir el camino a la libertad de
sus hombres y mujeres. Para el historiador boliviano José Luis Roca, en 1810, la
libertad como concepto “era más peligrosa que el concepto de independencia”.
Quienes separaron la independencia de la libertad introdujeron la antigua
3
idea de una patria construida sobre la negación de la libertad individual. La
patria debía ser libre a expensas de la libertad de las personas que habitaban su
suelo. La grandeza nacional debía resultar de la sumisión personal.
Según ese criterio, la independencia y la libertad eran bienes exclusivos
de la patria, cuyo nombre los acaparaban regímenes despóticos, y no sus
hombres y sus mujeres despojados de sus derechos. Se pensaba que los países
grandes debían hacerse sobre las espaldas curvadas de hombres sometidos a la
omnipotencia del Estado.
No se podrá adjudicar a Alberdi la concepción simplista de un liberalismo
individualista y negador del papel del Estado. En 1880 dijo en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Buenos Aires: “a ningún liberal le ocurriría entre
nosotros dudar de que el derecho del individuo debe inclinarse y ceder ante el
derecho del Estado, en ciertos casos” y con ciertos límites.
En nuestro país, desde hace décadas, el concepto y la práctica de la
libertad han sido igualmente arrinconados y lapidados por la demonización
del “liberalismo” a cargo de autoritarios de derecha y también de izquierda.
Los ataques al liberalismo recrudecieron en la década de los ’60 y de
los ’70 de la mano de dictaduras militares y de grupos armados. A esa escalada
se añadió ahora el uso y abuso del prefijo “neo” que carga de sentido peyorativo
no sólo al liberalismo sino también a la libertad.
Hoy el término “neoliberal” es un arma arrojadiza de probada eficacia
para clausurar controversias, descalificar opiniones y etiquetar con criterio de
prontuario cualquier ejercicio de la duda y de la crítica. Junto con el agua sucia
del “neoliberalismo” se arroja al liberalismo como a la bañera y al niño.
Este matasellos se aplica no sólo a la política económica neoconservadora
y neopopulista de algunos países durante la década de los ’90 del siglo XX: es un
escapulario infamante que se cuelga al cuello de quienes se atreven apartarse de
la corrección política y también de los lugares comunes intelectuales.
Este manejo de las palabras no parece inocente: se usa como pala
mecánica para arrancar la idea de libertad hasta a las raíces, dejando la tierra
abonada para futuros experimentos autoritarios.
Quizás sin saberlo, quienes expresan de modo explícito un desapego por
la libertad están repitiendo la respuesta que Lenin, en 1921, dio a la pregunta del
socialista español Fernando de los Ríos referida a cómo y cuándo se establecería
en la Unión Soviética la plena libertad sindical.
Sin vacilar, Lenin respondió: “Nosotros nunca hemos hablado de libertad
sino de dictadura del proletariado”. Añadiendo: “El problema para nosotros
no es de libertad, pues respecto a ésta siempre preguntamos: ¿libertad? ¿para
qué?” De este modo, la libertad no es un bien, es algo más que superfluo: es un
obstáculo a remover.
Si en la Argentina, para descalificar, se usa el término “liberal” como
sinónimo de “derechista” y “reaccionario”, en países europeos “liberalismo”
y “derecha” son sinónimos que la derecha política monopoliza y ostenta con
4
orgullo, mientras que en los Estados Unidos lo “liberal” equivale a izquierda
democrática.
Esta deliberada confusión de conceptos y este desapego por la libertad no
es nuevo y tampoco exclusivamente nuestro. Advierte Joaquín Varela Suanzes-
Carpegna, catedrático y autor de un texto sobre el asturiano liberal Álvaro
Flórez Estrada (1766-1853), que en España hubo liberales de izquierda durante
el trienio 1820-1823.
“Para los liberales de izquierda, el liberalismo no era sólo una ideología
económica y política, partidaria de la libre empresa y del Estado de derecho,
sino también una actitud ética a favor de la emancipación del individuo de
cualquier tipo de esclavitud”, señala Varela Suanzes-Carpegna.
“Esta perspectiva les llevó a defender un liberalismo democrático y social,
bien distinto del liberalismo conservador, hegemónico entre nosotros, pero sin
confundirse con la socialdemocracia”, añade.
¿Acaso América latina no es suelo apto para el crecimiento de esa
especie exótica, que algunos ven en la democracia? ¿Nuestras sociedades son
incompatibles con las ideas y el ejercicio de la libertad, como planteó en 1919
Laureano Vallenilla Lanz en su libro “Cesarismo democrático”?
En libro publicado en 1996, David Bushnell dice que llegó la hora de que
los historiadores, a partir de “un repaso de la literatura sobre el liberalismo en
sus diferentes facetas: como ideología, acción política y doctrina económica,
sometan a una nueva evaluación el tema del liberalismo en América latina".
Esa tarea deberá ser parte de una reflexión exigente, rigurosa y crítica
en torno a un tema rico y complejo sobre el que estuvo creciendo una tupida
maleza de ignorancia, malos entendidos, prejuicios, simplificaciones y
dogmatismos. La historia de América latina no parece ser “la historia de la
libertad” sino la de su negación.
No se trata de insinuar que esa indagación se dispare como reacción a
las visiones antiliberales equipadas con parecido instrumental a las de éstas, y
tampoco que se postulen como visiones sustitutas de las actuales versiones del
pasado legitimadoras del poder. No se trata de entronizar simplismos de signo
contrario sino recuperar el rigor, el sentido crítico y la libertad.
¿Habrá que sentir vergüenza y miedo por defender la libertad, la idea
de libertad, la búsqueda de la verdad, la sensatez, la moderación, la probidad
intelectual y el ejercicio de la libertad?
En 1947, Georges Bernanos en su libro “La libertad, ¿para qué”,
escribió: “La peor amenaza para la libertad no es que nos la dejemos tomar –
pues el que se la ha dejado robar siempre puede reconquistarla- sino que se
desaprenda a amarla o que ya no se la comprenda”.-
viernes, 6 de julio de 2012
De estrategias económicas a las realidades políticas
Dr. Julio Moreno, 06/jul/2012, para El Tribuno
Durante estos últimos años el gobierno kirchnerista ha demostrado con mucho éxito que las políticas implementadas para aumentar el consumo de la población le dieron muy buenos resultados, desde la creación de un clima social favorable hasta las manifestaciones en las urnas.
Fue evidente que han prevalecido los resultados electorales sobre las predicciones de varios economistas que se mostraban preocupados por el excesivo gasto que realizaba el Gobierno y no se realizaban las inversiones necesarias para poder abastecer los bienes y servicios requeridos por ese aumento del consumo.
Es decir, el aumento del gasto del Gobierno se traducía en incrementos del consumo, pero la ecuación no cerraba cuando no crecían de la misma manera las inversiones.
Esto trajo aparejado un mayor crecimiento de la inflación, porque eran superiores las cantidades de bienes y servicios demandados a los ofrecidos.
Ahora el Gobierno necesita disminuir el gasto porque: a) la inflación está creciendo a tasas muy altas, quitando competitividad a nuestra producción; b) la emisión monetaria (impresión de billetes) es cada vez mayor, ya que es difícil conseguir otras fuentes de financiamiento; y c) las posibilidad de incrementar las inversiones son nulas; enfrenta un problema político y social serio porque debe disminuir la capacidad de consumo de la población.
El temor a un enfriamiento
Este año por primera vez los aumentos de sueldos se estima que serán iguales -y en algunos casos inferiores- a la inflación pronosticada, razón por la cual el consumo se verá disminuido, ya que los aumentos de precios serán superiores a los aumentos salariales.
Al disminuir el consumo también disminuyen las ventas, razón por la cual los productores de bienes y servicios mermarán su producción. Al mermar tienen menos trabajo y al bajar el trabajo tendrán que hacer los ajustes necesarios para ajustar sus costos a esta nueva realidad. La variable de ajuste más sensible es la reducción en la cantidad de horas trabajadas y en algunos casos la pérdida de la fuente de trabajo. Esto implica que los trabajadores tendrán menor cantidad de dinero para gastar.
También la suba de impuestos en varias provincias y de tarifas a los servicios como luz y transportes públicos, anunciados hasta ahora, les quitarán capacidad de compra a vastos sectores.
La postergación a la suba generalizada de tarifas, que se inició a fines del año pasado, demuestra el temor del Gobierno a un enfriamiento del consumo.
La poca predisposición por el mejoramiento de la economía en los próximos meses, observada por sus habitantes, llevó a la población a ser más cautelosos al decidir realizar operaciones.
Como es muy difícil adquirir dólares y las tasas de interés solo cubren la mitad de la inflación, obligan a las personas a realizar compras de determinados bienes para preservar el valor de sus ahorros.
A pesar de existir muchas facilidades para obtener préstamos para consumo, es muy bajo el porcentaje utilizado, salvo los planes para construcción de vivienda propia anunciados recientemente por el Ejecutivo.
Proyecciones y ajustes
Por la desaceleración del consumo producido en estos últimos meses, determinado por organismos públicos y sectores privados, el Gobierno, en su afán de mantenerlo alto, está convencido de que este hecho fue momentáneo y estima que se comenzará a revertir la tendencia a partir de que los trabajadores cobren los aumentos acordados en las convenciones colectivas.
Pero existen muchas señales de que nuestra economía marcha hacia un reacomodamiento utilizando al consumo como variable de ajuste, ya que se considera en este contexto como disparador de la inflación. Entre ellas se puede citar a:
a) Aumentos de impuestos en varias provincias por las necesidades de financiamiento, ya que no les alcanzan los montos girados desde Nación, con el peligro de la emisión de cuasimonedas (emisión monetaria provincial disfrazada en títulos de deuda pública de libre circulación en su territorio).
b) El mantenimiento del mínimo no imponible para los contribuyentes del impuesto a las ganancias.
c) La ratificación de los topes de sueldos para cobrar asignaciones familiares.
d) No querer otorgar incrementos a los jubilados atados al 82% móvil.
e) Las restricciones no programadas a las importaciones y
f) La postergación de muchas obras públicas.
Las medidas implementadas nos dan la pauta de que se quiere reducir la inflación, disminuyendo el gasto público y contrayendo la demanda de bienes y servicios a través de la disminución de los ingresos de los trabajadores y jubilados.
La pregunta que nos hacemos es si esto alcanza; es decir, si al sostener estas medidas con un costo político negativo será suficiente para lograr un dólar competitivo sin tener que devaluar, por ejemplo.
Vuelvo a pedir que todos los sectores nos comprometamos en consensuar y apoyar un plan antiinflacionario, ya que las medidas anunciadas e implementadas pueden producir solamente efectos negativos y no contribuir al objetivo, que es lograr el crecimiento de nuestra economía, evitando caer en la trampa de la recesión con inflación (estanflación). ¿Será posible?
jueves, 5 de julio de 2012
La función de la moneda, la restricción al dólar y la realidad
Dr. Ricardo Gómez Diez, 05/julio/2012 para El Tribuno
Cualquier tratado de economía enseña que la moneda debe cumplir tres funciones: a) Unidad de cuenta: es decir se la utiliza para expresar el precio de los distintos bienes y servicios y poder de esta manera comparar costos; b) Medio de pago: se la usa para cancelar el precio de lo que se adquiere; c) Reserva de valor: implica que con la misma cantidad de moneda se pueda comprar la misma cantidad de bienes a lo largo del tiempo.
Si un argentino medio con alguna capacidad de ahorro coloca sus tenencias en pesos en plazo fijo en el banco al 12% de interés anual y la inflación es del 25%, está claro que paulatinamente su dinero va perdiendo valor. Lo que acontece es que con la inflación el peso ha perdido uno de los atributos que caracteriza a la moneda, que es el de ser reserva de valor. Esta es la razón por la cual personas demandan dólares para ahorrar.
En marzo de este año, los legisladores oficialistas estrenaron su mayoría en el Congreso y sancionaron la Ley 26.739, modificatoria de la Carta Orgánica del Banco Central. Por la misma se derogó el artículo 3 de la Ley 24.144, que establecía que la misión del Banco era “preservar el valor de la moneda” y “salvaguardar las funciones del dinero como reserva de valor”. También derogaron la regla establecida por Néstor Kirchner de que las reservas del Central debían cubrir el 100% de la base monetaria y se amplió la posibilidad de préstamos en pesos del Central al Estado por un importe equivalente al 12% de la base monetaria y el 20% de los recursos totales que la Nación haya percibido en los últimos doce meses. De esta manera se cambió la misión del Central, se debilitó el respaldo del peso y se autorizó a emitir más pesos para prestárselos al Gobierno, todo lo cual significa más inflación. Las consecuencias están a la vista, por la inflación los pesos queman en las manos y se huye hacia el consumo o al dólar.
La mejor prueba de que el peso no es reserva de valor, es que en sus declaraciones juradas la mayor parte de los funcionarios declaran que tienen sus ahorros en dólares. La Presidenta ha declarado tenencias en efectivo por más de tres millones de dólares y los ministros también declaran poseer dólares. El actual senador nacional Aníbal Fernández, manifestó que tiene dólares porque con su plata hace lo que quiere y luego pasó a señalar que no es un “idiota” como para cambiarlos al cambio oficial que fija el Gobierno al que pertenece.
La Presidenta intenta frenar la demanda de dólares con una política cortoplacista, que consiste en restringir la compra de moneda extranjera, limitar las importaciones, los pagos y el giro de utilidades al exterior. Las consecuencias de esta política están a la vista: un tercio de los ahorros en dólares que estaban en los bancos fueron retirados de los mismos, con lo que se limitó la financiación de exportaciones que se hacía con esos fondos; se creó un mercado paralelo en el cual el dólar vale un 30% más que en el mercado oficial; la limitación indiscriminada de importaciones crea problemas a la economía, ya que bienes que se fabrican en la Argentina tienen componentes importados; además está claro que no puede haber inversión en un país que restringe pagos y remesa de utilidades.
Lo que acontece es que el Gobierno carece de políticas serias que estén de acuerdo a las circunstancias. No hay un ministro de Economía que coordine técnicamente los esfuerzos que deben realizarse y se los explique a la población; por una mala política energética se perdió el autoabastecimiento y ahora deben gastarse 10.000 millones de dólares anuales para importar energía; en este sector además para recuperar posiciones hay que invertir 7.000 millones de dólares anuales durante los próximos años; fracasó la política de transportes, ya que pese a los recursos disponibles no se invirtió en infraestructura y lo prueba el accidente ferroviario de este año que costó la vida a 51 compatriotas; se perdió la competitividad del tipo de cambio; el país se sojizó por falta de una política de rotación de suelos y de apoyo a la diversificación productiva; se perdieron los superávits gemelos fiscal y externo, que se decía eran los pilares del modelo; la economía comenzó a desacelerarse; desde el atril presidencial se hacen anuncios que luego no se concretan lo que significa que falta gestión; la presión impositiva es cada día mayor y si no que lo digan los trabajadores y jubilados que ahora pagan ganancias; todo lo expuesto solo para citar solo algunos ejemplos.
Alberto Fernández, quien fuera jefe de Gabinete de ministros del actual Gobierno, escribió un libro donde describe su paso por el poder y en el que narra que el entorno presidencial no se anima a decirle a la Presidenta lo que no quiere oír. El poder aísla, pero está en la sabiduría del gobernante el ver la realidad y en los gobernadores y legisladores oficialistas el dejar de lado el temor y la obsecuencia. Es imperioso que el Gobierno instrumente un plan antiinflacionario que ponga límites a la depreciación del peso. En América Latina solo Venezuela tiene índices inflacionarios similares a los nuestros y para dar un dato Perú tiene más reservas que la Argentina. Si el modelo va a ser inflación y emisión monetaria, nos esperan tiempos difíciles. Hay sí un elemento positivo que debería inducir al camino de la racionalidad; en 2001, cuando llegó la crisis, la tonelada de soja costaba 182 dólares, hoy su valor ronda los 540 dólares. Con estos precios no deberían faltar dólares ni inversiones, el problema está entonces en la falta de una política económica que genere estabilidad y confianza.
Cualquier tratado de economía enseña que la moneda debe cumplir tres funciones: a) Unidad de cuenta: es decir se la utiliza para expresar el precio de los distintos bienes y servicios y poder de esta manera comparar costos; b) Medio de pago: se la usa para cancelar el precio de lo que se adquiere; c) Reserva de valor: implica que con la misma cantidad de moneda se pueda comprar la misma cantidad de bienes a lo largo del tiempo.
Si un argentino medio con alguna capacidad de ahorro coloca sus tenencias en pesos en plazo fijo en el banco al 12% de interés anual y la inflación es del 25%, está claro que paulatinamente su dinero va perdiendo valor. Lo que acontece es que con la inflación el peso ha perdido uno de los atributos que caracteriza a la moneda, que es el de ser reserva de valor. Esta es la razón por la cual personas demandan dólares para ahorrar.
En marzo de este año, los legisladores oficialistas estrenaron su mayoría en el Congreso y sancionaron la Ley 26.739, modificatoria de la Carta Orgánica del Banco Central. Por la misma se derogó el artículo 3 de la Ley 24.144, que establecía que la misión del Banco era “preservar el valor de la moneda” y “salvaguardar las funciones del dinero como reserva de valor”. También derogaron la regla establecida por Néstor Kirchner de que las reservas del Central debían cubrir el 100% de la base monetaria y se amplió la posibilidad de préstamos en pesos del Central al Estado por un importe equivalente al 12% de la base monetaria y el 20% de los recursos totales que la Nación haya percibido en los últimos doce meses. De esta manera se cambió la misión del Central, se debilitó el respaldo del peso y se autorizó a emitir más pesos para prestárselos al Gobierno, todo lo cual significa más inflación. Las consecuencias están a la vista, por la inflación los pesos queman en las manos y se huye hacia el consumo o al dólar.
La mejor prueba de que el peso no es reserva de valor, es que en sus declaraciones juradas la mayor parte de los funcionarios declaran que tienen sus ahorros en dólares. La Presidenta ha declarado tenencias en efectivo por más de tres millones de dólares y los ministros también declaran poseer dólares. El actual senador nacional Aníbal Fernández, manifestó que tiene dólares porque con su plata hace lo que quiere y luego pasó a señalar que no es un “idiota” como para cambiarlos al cambio oficial que fija el Gobierno al que pertenece.
La Presidenta intenta frenar la demanda de dólares con una política cortoplacista, que consiste en restringir la compra de moneda extranjera, limitar las importaciones, los pagos y el giro de utilidades al exterior. Las consecuencias de esta política están a la vista: un tercio de los ahorros en dólares que estaban en los bancos fueron retirados de los mismos, con lo que se limitó la financiación de exportaciones que se hacía con esos fondos; se creó un mercado paralelo en el cual el dólar vale un 30% más que en el mercado oficial; la limitación indiscriminada de importaciones crea problemas a la economía, ya que bienes que se fabrican en la Argentina tienen componentes importados; además está claro que no puede haber inversión en un país que restringe pagos y remesa de utilidades.
Lo que acontece es que el Gobierno carece de políticas serias que estén de acuerdo a las circunstancias. No hay un ministro de Economía que coordine técnicamente los esfuerzos que deben realizarse y se los explique a la población; por una mala política energética se perdió el autoabastecimiento y ahora deben gastarse 10.000 millones de dólares anuales para importar energía; en este sector además para recuperar posiciones hay que invertir 7.000 millones de dólares anuales durante los próximos años; fracasó la política de transportes, ya que pese a los recursos disponibles no se invirtió en infraestructura y lo prueba el accidente ferroviario de este año que costó la vida a 51 compatriotas; se perdió la competitividad del tipo de cambio; el país se sojizó por falta de una política de rotación de suelos y de apoyo a la diversificación productiva; se perdieron los superávits gemelos fiscal y externo, que se decía eran los pilares del modelo; la economía comenzó a desacelerarse; desde el atril presidencial se hacen anuncios que luego no se concretan lo que significa que falta gestión; la presión impositiva es cada día mayor y si no que lo digan los trabajadores y jubilados que ahora pagan ganancias; todo lo expuesto solo para citar solo algunos ejemplos.
Alberto Fernández, quien fuera jefe de Gabinete de ministros del actual Gobierno, escribió un libro donde describe su paso por el poder y en el que narra que el entorno presidencial no se anima a decirle a la Presidenta lo que no quiere oír. El poder aísla, pero está en la sabiduría del gobernante el ver la realidad y en los gobernadores y legisladores oficialistas el dejar de lado el temor y la obsecuencia. Es imperioso que el Gobierno instrumente un plan antiinflacionario que ponga límites a la depreciación del peso. En América Latina solo Venezuela tiene índices inflacionarios similares a los nuestros y para dar un dato Perú tiene más reservas que la Argentina. Si el modelo va a ser inflación y emisión monetaria, nos esperan tiempos difíciles. Hay sí un elemento positivo que debería inducir al camino de la racionalidad; en 2001, cuando llegó la crisis, la tonelada de soja costaba 182 dólares, hoy su valor ronda los 540 dólares. Con estos precios no deberían faltar dólares ni inversiones, el problema está entonces en la falta de una política económica que genere estabilidad y confianza.
martes, 3 de julio de 2012
Presentación del Dr. Alonso en la Feria del Libro de Jujuy
FERIA DEL LIBRO “RIESGOS GEOLÓGICOS EN EL NORTE ARGENTINO”
En el marco de las actividades propuestas por la Feria del Libro 2012, este lunes 2 de julio a las
17,00 hs el Doctor en Ciencias Geológicas Ricardo Alonso presento en la Sala C de
Culturarte la nueva edición de su libro “RIESGOS GEOLÓGICOS EN EL NORTE ARGENTINO”
Tras agradecer a Mundo Editorial y al Gobierno de Jujuy por el espacio que le brindaban el Dr. Alonso realizó una introducción de los temas abordados en el libro.
“El roce y la fusión de las placas tectónicas, conlleve a la generación de los magmas y a la deformación de la corteza andina, dando origen a una apoteosis de relieves. Relieves que se expresan a gran escala en peldaños tectónicos que caen desde la Alta Cordillera Volcánica, a través de valles, sierra y serranías, hasta alcanzar la amplia llanura chaqueña.
El edificio orogénico está vivo y crece ante nuestros ojos, aún cuando ese crecimiento parezca imperceptible. Si solo viviéramos una fracción de segundo y estuviéramos en la cúspide de una ola nos parecería que la misma está quieta. La interacción entre las dinámicas interna y externa, mantiene la corteza andina en tensión, dando lugar a riesgos geológicos potenciales que pueden convertirse en desastres naturales si afectan la vida o los bienes de las personas.
Ecológicamente hablando debemos aprender a cuidar la naturaleza. Geológicamente hablando
debemos aprender a cuidarnos de la naturaleza.
El libro, escrito para todo público, trata sobre terremotos, erupciones volcánicas, desplomes de laderas, avalanchas, torrentes de barro, desertización, inundaciones, nevadas y sequías, que son algunos de los fenómenos naturales asociados con la particular situación geológica, geográfica y climática de los Andes del Norte Argentino.
El libro lleva prólogo y prefacio de dos reconocidas autoridades en la materia, como son el doctor William J. Wayne, profesor emérito de Geomorfología de la Universidad de Nebraska, Lincoln, Estados Unidos, y del doctor Manfred R. Strecker, de la Universidad de Potsdam, Alemania.
Wayne dijo sobre Ricardo Alonso que “tiene un vasto conocimiento de los procesos geológicos que han afectado a las comunidades del noroeste argentino, así como también de los eventos históricos. Sus investigaciones en dicha fenomenología y la permanente aplicación de los resultados le permiten alertar a los ciudadanos sobre los diversos peligros”. Por su parte, Strecker opinó que este libro “es una iniciativa oportuna para proporcionar los conocimientos geocientíficos para el público en general”. Y agrega que el conocimiento de los procesos potencialmente involucrados hoy en día, y nuestra capacidad para descifrar los archivos geológicos como indicadores de fenómenos del pasado, deberían ampliar nuestra conciencia para comprender mejor nuestro entorno ambiental.
Por parte de la Gacetilla del Área de Minas FELICITAMOS al Doctor Alonso y nos unimos al
aplauso que le brindara la concurrencia en la Feria del Libro. (02/07/2012)
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