La expresión doble vara usualmente indica que para las mismas situaciones y circunstancias, en ocasiones se utiliza una regla evaluativa diferente a la habitual. El catedrático Carlos Rodríguez Braun escribió hace unos años, en el diario ABC de Madrid, como España medía con doble vara ciertos temas, y como ejemplo citaba que en Argentina las fuerzas policiales provocaron un millar de desaparecidos entre 1973 y 1976, agregando que “parte de ese tiempo de democracia gobernó una señora tan peronista que era la mujer de Perón”, y después de señalar que la expresidenta está viva y libre, señalaba que, sin embargo, “nadie la imputa ni mucho menos procesa, y eso que vive a tiro de auto del juez Garzón en Madrid”. Quinientos años antes.
Erasmo de Rotterdam escribía en su obra “Elogio de la locura”, la extrañeza que le causaba la Iglesia Católica, que en esa época evangelizaba a los paganos pero quemaba a los herejes.
La doble vara, o doble estándar, en ocasiones se confunde con otra expresión: el doble discurso. Ya no refiere a las normas que se usan sino que opera en el plano de los hechos, dando lugar a una conducta disociada en la que el sujeto dice una cosa pero hace lo opuesto.
Ejemplos de doble discurso ha sido la actitud del Gobierno nacional respecto de las protestas sociales en los últimos años. En un inicio el kirchnerismo no las reprimía, respetando el principio autoimpuesto de “no criminalizar la protesta”. Hoy ese principio no ha cambiado, pero la realidad sí cambió y las protestas se reprimen. O el emblemático caso de los hoy réprobos asambleístas de Gualeguaychú, o la reciente visita oficial a Angola que la Presidente realizó a mediados de mayo. En ese país, que padece una desigualdad social de envergadura, Cristina Fernández de Kirchner no se privó de ofrecer discursos, pero en todos silenció el tema de los derechos humanos, incluido el pronunciado durante el almuerzo de agasajo que le ofreció el dictador José Eduardo Dos Santos.
El doble discurso, a su vez, no es igual a la simple y reprochable contradicción política, ese afirmar hoy una cosa y mañana otra, realizada voluntaria pero inexplicablemente; una muestra de ello es el viraje copernicano acontecido en la mente presidencial entre el 26 de junio y el 18 de julio. El 26 una presidenta ansiosa y depresiva, como lo señaló un analista político, con argumentos incorrectos, desbordada, intentando reprimir el llanto y disimular la ira, anunció por cadena nacional que ya no enviaría más a la Gendarmería Nacional cuando lo requirieran los gobernadores y los jueces por problemas locales. "No vamos a someter más a la Gendarmería a situaciones que deben ser responsabilidad de los gobiernos provinciales, como es custodiar también en sus respectivas jurisdicciones el orden y la seguridad”, afirmó.
Pero antes de cumplirse tres semanas contradijo esa decisión y ordenó el envío de Gendarmería a Santa Cruz, su provincia, frente a la gravedad del conflicto policial que llevaba 17 días con el personal en huelga. El auxilio, merece recordarse, había sido solicitado invocando una ley nacional por el gobernador Daniel Peralta, quien fuera hace tiempo protagonista no ya de una contradicción sino de una notoria desobediencia. Luego de asumir el cargo en el que juró hacer cumplir la Constitución, fue notificado de un fallo adverso a la Provincia dictado por la Corte Suprema de Justicia de la Nación, en tal ocasión manifestó públicamente que no lo obedecería, anomalía política y jurídica que fue apoyada -públicamente también- por la Presidenta.
Por último, y quizá más lejanos de la doble vara, están los dislates políticos. En ellos se pontifica sobre un viaje de Salta a Japón en media hora, o como afirmó hace un par de días el ministro de Educación de la Nación- que la toma de colegios por parte de los alumnos es algo bueno, que le hace bien a la democracia. Haber tenido que desmentir lo dicho apenas 24 horas más tarde llevaría a examinar la doble vara. En síntesis, se puede señalar que la doble vara y sus variantes son ajenas a una ética de la política; la sociedad, que no come vidrio ni otros silicatos, los percibe sin dificultades y los desaprueba sin excepciones.
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