lunes, 12 de septiembre de 2011

CUANDO LA PLAZA 9 DE JULIO SE CONVIERTE EN UN SANTUARIO A CIELO ABIERTO

Felipe Hipólito Medina, Lic. en Ciencias Religiosas, 12 sept 2011, para Blog del Grupo Salta.

Comienza el Tiempo del Milagro. Las campanas de la Catedral repican a duelo, en lastimoso sonido que recuerda los días funestos de aquel "terrible castigo" del 13 de setiembre de 1692, donde Salta se derrumbó por los "espantosos terremotos". Cada 6 de setiembre, la Plaza 9 de Julio, merecería llamarse Plaza del Milagro, porque todo el paisaje urbano cambia abruptamente. La novena empezó. La gente se agolpa en la Catedral y ella se prolonga en la calle España, Mitre, y toda la Plaza, como un gran templo natural donde se rinde culto a aquel Cristo olvidado durante cien años, y que fuera sacado como un estigma contra los terremotos, en un rito que sigue inalterable desde hace 319 años. Se genera un clima de fiesta, tensión, nerviosismo.

Nerviosismo y tensión que involucra a toda la sociedad, incluso al ámbito político, a los creyentes y a los que no lo son. Es una marca registrada en la cultura salteña, y por esta historia y por esta cultura, independientemente, de la religión que se profese, se han dictado una serie de normas para la organización de los festejos. Esta interrelación entre las fuerzas vivas de una sociedad, los organismos de gobierno y las autoridades de la Iglesia católica se ven con más naturalidad y claridad en los pueblos del interior de cualquier provincia del norte argentino, y de modo peculiar en la ciudad de Salta. Algo tan natural para nosotros, es inaudito para el mundo urbano globalizado donde la cristiandad, prácticamente, ha desaparecido.

Sin embargo, aún reconociendo un justo laicismo en las relaciones del estado con las instituciones religiosas, el Milagro invade las calles y rutas de la provincia con los peregrinos que expresan sus sentimientos en el caminar hacia el Santuario, lugar elegido por Dios para realizar un pacto o alianza, que se renueva año a año. El caminar es uno de los ritos o acción propia del pueblo cristiano, que es común a las tradiciones religiosas más antiguas. El que camina para llegar a un "lugar santo" es llamado peregrino. Este término designa al hombre que se siente extraño en el medio en que vive, donde no está sino de paso en busca de la ciudad ideal. Peregrino es un símbolo religioso que corresponde a la situación terrenal del hombre que cumple su tiempo de prueba, para acceder, al morir, a la tierra prometida.

El símbolo del peregrino está relacionado con la idea de expiación, purificación y homenaje a la persona que reside en el santuario (Cristo, Mahoma, Osiris, Buda) y que santifica los lugares del peregrinaje. Para la Iglesia católica todos los bautizados son peregrinos, "Jesús ha dado cumplimiento en sí mismo al misterio del templo (cfr. Jn 2,22-23) y ha pasado de este mundo al Padre (cfr. Jn 13,1), realizando en su persona el éxodo definitivo... Toda su vida es un camino hacia el santuario celeste y la misma iglesia se dice que es "peregrina de este mundo". En las ciudades más grandes de Europa estas manifestaciones tienen connotaciones culturales y turísticas. En Salta son la expresión interior de los pobres que piden protección, ofrecen sacrificios y renuevan un pacto de fidelidad con Cristo.

El rezo de la novena marca el inicio de la fiesta. Esta novena escrita en el año 1760 por el Pbro. Dr. Francisco Fernández, (cuestionada por algunos por su lenguaje y su teología, defendida por otros porque expresa de modo singular, la relación histórica con el Señor del Milagro), es rezada por ancianos, adultos, jóvenes y niños, portando el "librito" en diferentes ediciones; se reza en la mañana, la tarde, la noche y la trasnoche, aún con la Catedral cerrada, haciendo de la Plaza mayor de Salta un Santuario al aire libre.

La gente va hacia la Plaza a "Milagrear", un neologismo que indica movimiento, interacción, puesta en marcha de todo lo que acontece en las fiestas del Milagro. La gente sencilla, más allá de cualquier conflicto institucional o político, expresa su religiosidad. Esa religiosidad popular, reconocida por la Iglesia como "piedad popular" según la expresión del Papa Pablo VI. Es una característica propia de muchos pueblos, donde la Iglesia está establecida desde hace muchos siglos, como es el caso de América Latina. Son expresiones que "reflejan una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer. Que hace capaz de generosidad y sacrificio hasta el heroísmo, cuando se trata de manifestar la fe. Comporta un hondo sentido de los atributos profundos de Dios: la paternidad, la providencia, la presencia amorosa y constante. Engendra actitudes interiores que raramente pueden observarse en el mismo grado en quienes no poseen esa religiosidad: paciencia, sentido de la cruz en la vida cotidiana, desapego, aceptación de los demás, devoción."(cfr. Evangelii Nuntiandi 48-Ed. Paulinas, Bs. As., 1975).El Papa Benedicto XVI destacó en Aparecida la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos".

El Milagro reúne estas expresiones de modo particular con la llegada de los peregrinos, quienes año a año, se preparan e inician desde sus comunidades un largo caminar, y lo digo literalmente, porque ellos, atravesando cerros y montes, ríos y quebradas, llegan después de varios días para postrarse a los pies del Cristo crucificado. Recorren algunos, más de 400 Km hacia la ciudad de Salta, y van llegando entre cantos y bailes con sus trajes típicos. La Plaza se inunda de color en los ropajes y la piel de los peregrinos de todas las edades, quienes caminan varias jornadas recibiendo muestras de afecto y solidaridad a lo largo de su recorrido, trayendo las alforjas llenas de sufrimientos y dolencias, de bendiciones y acción de gracias.

No es un espectáculo montado para el turismo, es expresión genuina del sentir de la gente y de su religiosidad. El canto se mezcla con lágrimas de alegría y desahogo para quienes el sacrificio y el sufrimiento tiene un sentido de redención y no de castigo, como un grito de liberación.

Por eso, no debería existir un divorcio entre la cultura y las expresiones de fe. Desde la cultura se debe enriquecer estas expresiones religiosas, y la religiosidad del pueblo sencillo es una expresión del ethos cultural del pueblo latinoamericano.
La gente viene a "milagrear" y los días de angustia se convierten en alegría el día 15 de setiembre llevando las imágenes del Señor y la Virgen por las calles de la ciudad. Si bien la alegría es una experiencia del corazón, su expresión más frecuente, que es el gozo, es un sentimiento compartido por los demás, de modo que el espacio tiempo de la alegría es la fiesta, y la fiesta es el símbolo vital de la fe, y algunas realidades festivas, como la música y la danza entran a formar parte del concierto de esta celebración de la vida, tanto espiritual como corporal.

El clima de fiesta es propio de la expresión de religiosidad de nuestro pueblo, como lo fue para el pueblo de la biblia. El Milagro es tiempo de penitencia que se convierte en acción de gracias, y la acción de gracias en alabanzas. El Milagro es fiesta. Y la fiesta nos debe traer paz. Paz personal y paz social.

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