jueves, 29 de septiembre de 2011

Tecnología y educación - Parte 1

Lic. félix González Bonorino, Sociólogo, 29 sept 2011, El Cronista del NOA

Hace pocas semanas me visitó un sobrino llegado de los EEUU. Gastón, así se llama, siempre fue volcado a la tecnología, así que cuando comenzó a desempacar tenía más aparatitos que Garbarino. Teléfonos, notebooks, iPad iban saliendo a medida que quería contar algo, mostrar fotos, pasar música que tenía archivado en alguno de estos adminículos. Dentro de este menú de miniaturizados peló un Kindle.
Yo también soy bastante informático, por lo que lo conocía desde 2007, año de su lanzamiento al mercado de EEUU, aunque nunca lo había tocado. Para quienes no lo conocen, se trata de un soporte para libros electrónicos de Amazon, la mega tienda virtual que comenzó con los libros y hoy te vende hasta cerveza.
Todos los de nuestra generación nos educamos con libros, nos distrajimos con libros y nos rompimos las espaldas con libros, algunos de los cuales eran soberanos mamotretos. Ir a una biblioteca para estudiar de libros que si no era imposible conseguir, ya sea por su precio o porque estaban agotados en las librerías, era algo normal para un estudiante universitario. Los profesores se ocupaban de solicitar libros que estuvieran en la biblioteca y si no estaban recibían un llamado de atención del centro de estudiantes respectivo. Así era la cosa. Detenernos horas en la calle Corrientes de Buenos Aires, revolviendo entre los viejitos a $5 era la oportunidad de pasar un fin de semana de lectura divertida.
Los libros en su forma actual han permanecido en nuestra civilización desde el Alto Medioevo, época en que los monjes copiaban a mano los escritos realizados también a mano, con pluma de ganso y cortaplumas (de allí viene el nombre de nuestro actual adminículo de camping y se utilizaba para recuperar, mediante un corte al bies, el trazo de la pluma que se iba deformando a medida que avanzaba la escritura sobre el papel), por los autores de la época, en general ensayos y reflexiones religiosas, pero también poesía, música e incluso algunas novelas como “La Chanson de Roland” de fines del S.XI.
La aparición de la Imprenta de Gutemberg en el S. XV, con sus tipos móviles, le dio al libro su forma actual. Desde entonces hemos mejorado la calidad del papel, de las tintas, de los encuadernados, las imprentas, el offset, las composiciones informáticas, las imprentas laser, etc. es decir, hemos mejorado cada una de las partes físicas de un libro y de su proceso de impresión, pero el libro se mantuvo igual. “The song remains the same” diría Led Zeppelin.
Hasta ahora. Y aquí volvemos al Kindle.
Los libros electrónicos no son nuevos. Como simple ejemplo, el Proyecto Gutemberg, que consiste en la puesta a disposición de todo el mundo libros a través de redes informáticas, que luego serían la web, data de principios de los ’70. Yo conocí el Proyecto a mediados de los ’90 y ya tenía miles de libros digitalizados, la mayoría en ingles. Entre medio me debo haber leído unas cuantas decenas que he bajado a mi computadora. Pero lo que no había era un soporte apto. Un medio “amigable” que pudiera rivalizar con un buen libro. Leer desde la pantalla, incluso de una notebook, era un suplicio. Y sin ver el adminículo, sin tenerlo en la mano, pensaba que este tampoco cumplía con esta cualidad.
Es que las letras en una pantalla terminan agotando a la vista, incluso en las muy mejoradas pantallas LED. Vaya sorpresa, resulta que esto es diferente. Parece papel, no es broma. Es la tecnología de Tinta Electrónica creada por el MIT que no tiene retroiluminación.
Gastón, mi sobrino tecnológico, ha sido desde pequeño un ávido lector, de esos que en lugar de ver tele, leen. Si ya sé que casi no los conocemos, pero alguien seguro que se los contó. Bueno, yo tuve suerte y lo vi, son bastante normales le digo. La gran pregunta era cual era su diagnóstico sobre la tableta. Y fue muy franco. “Hace un año y medio casi no toco un libro de papel y sabés cuantos libros tengo ahí adentro, cerca de 1500” (habrá leído 20, pero ahí están) La biblioteca tenía 23 x 18 cm y medio cm de espesor. Afortunadamente ya hay cientos de miles de libros digitales en inglés y decenas de miles en español.
Aunque parezca, esto no es una publicidad del producto de Amazon, que por otro lado no es el único, también están Kobo, Sony Reader, Nook, iPad, Papyre, booq, entre otros, con sus diferentes tecnologías. Lo que quiero reflexionar es sobre las implicancias.
Un estudiante de Medicina ingresa a la Facultad, se anota en las materias de primer año y pasa por la Biblioteca o la librería. Paga una tarifa y retira un Kindle, sigo con el ejemplo, con toda la bibliografía necesaria para la carrera. Toda en un aparato que pesa 300 g y puede costar 150 dólares. O todos los tratados de Derecho, de Ingeniería o de Arquitectura. Si el alumno carece de recursos aplica a una beca que le cubre este costo, beca que pueden financiar empresas filantrópicas. Se trata de un enorme igualador de oportunidades. Los centros de estudiantes, con su curro de las fotocopiadoras tiemblan.
Pero claro, para llegar a la universidad hay que superar el primario, incluso aprender a leer y resolver cuentas básicas. Nuevamente, ¿Cuánto costarían los manuales que entregan los gobiernos si fueran electrónicos? ¿Cuántos cuadernillos de trabajos prácticos en lengua, matemáticas, naturales, sociales, música y otros se pueden hacer e incorporar a la pequeña tableta? Se decide modificar alguna información en el manual: un clik y listo, un archivo es reemplazado por el otro. Chau Falklands. Buen día Malvinas Argentinas.
El niño está en 7º grado e ingresa al Secundario, (por suerte nos devolvieron nuestros queridos nombres para la escuela). No hay problema, se acerca a la escuela, o se conecta a la web y allí le recargarán su tableta con los manuales, cuadernillos, libros de lectura, música, etc. correspondientes a sus materias de Primer Año.
El niño se encontraría con todo el material que necesita y además estaría presentado de manera moderna, como el tendrá que utilizarla en su vida laboral y social en el futuro. Por supuesto que queda a resolver el problema de los derechos de autor y esas cosas, que son todas manejables.
Se trata de un cambio conceptual. No puede ser solo cambiar el soporte. Solo pasar a tener una biblioteca compacta, cosa que ya es bueno. La nueva tecnología permite nuevas oportunidades. Comunicarse en red con otros compañeros o con el profesor, integrar al libro imágenes que se pueden buscar en la web en el momento, utilizar la tableta como editor de texto y otras cosas, bueno, todo lo que hacemos en nuestros trabajos, pero que no hacen nuestros alumnos, en definitiva el sistema educativo debe preparar a los alumnos para ingresar al mercado laboral de hoy, no del Medioevo.
El mundo va en este sentido. Hay que subirse pronto.

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