Disculpen mi atrevimiento, y no quiero ir contra la
fe de nadie, pero vengo rumiando en mi corazón estos sentimientos, desde hace
varios años, sobre todo cuando se aproxima un nuevo Milagro. ¿Cuál es la esencia del mensaje de Dios en
el Milagro de Salta?, ¿Puede Dios castigarnos sin piedad con espantosos
terremotos por olvidarnos de su presencia?, ¿Qué sentido tiene para el pueblo
salteño renovar la alianza con su Dios cada año en el Pacto de Fidelidad?
Quiero compartir con ustedes estos pensamientos y
esperar que sean levantados por quienes comparten estas y otras inquietudes en
torno al Milagro de Salta y puedan ser enriquecidas.
En un esfuerzo de síntesis, la narración del
Milagro de Salta se centra en un hecho telúrico, el fenómeno sísmico de 1692,
cuando Salta fue sacudida por "espantosos terremotos". El epicentro
del mismo estuvo ubicado en la ciudad de Nuestra Señora de Talavera de Esteco a
más de 100 Km de la ciudad de Salta, y sucedió un 13 de setiembre a las 11.00
horas, con una réplica el 15 de setiembre del mismo año. Allí nace y crece
desde hace 320 años la devoción al Señor y a la Virgen del Milagro.
¿Qué es un
terremoto? Es el movimiento brusco de la Tierra, causado por la brusca
liberación de energía acumulada durante un largo tiempo. La corteza de la
Tierra está conformada por una docena de placas de aproximadamente 70 km de
grosor, cada una con diferentes características físicas y químicas. Estas
placas ("tectónicas") se están acomodando en un proceso que lleva
millones de años y han ido dando la forma que hoy conocemos a la superficie de
nuestro planeta, originando los continentes y los relieves geográficos en un
proceso que está lejos de completarse. Habitualmente estos movimientos son
lentos e imperceptibles, pero en algunos casos estas placas chocan entre sí
como gigantescos témpanos de tierra sobre un océano de magma presente en las
profundidades de la Tierra, impidiendo su desplazamiento. Entonces una placa
comienza a desplazarse sobre o bajo la otra originando lentos cambios en la
topografía. Pero si el desplazamiento es dificultado comienza a acumularse una
energía de tensión que en algún momento se liberará y una de las placas se
moverá bruscamente contra la otra rompiéndola y liberándose entonces una
cantidad variable de energía que origina el Terremoto.
Las zonas en que
las placas ejercen esta fuerza entre ellas se denominan fallas y son, desde
luego, los puntos en que con más probabilidad se originen fenómenos sísmicos.
Sólo el 10% de los terremotos
ocurren alejados de los límites de estas placas.
En general se
asocia el término terremoto con los movimientos sísmicos de dimensión
considerable, aunque rigurosamente su etimología significa "movimiento de
la Tierra".
Podemos
decir, con certeza, que los terremotos son fenómenos naturales, que implican un
proceso de maduración de la Tierra. Y podemos afirmar también, que no pueden ni deben ser considerados
"castigos divinos". Comienzan y terminan en proceso de evolución del
Planeta. Pero cuando se producen, no hay aún muchas formas de prevenirlos, de
modo que las regiones pobladas sufren el impacto de la energía liberada y
resulta dificultoso evitar las tragedias.
Ahora bien,
atribuirle a Dios semejante catástrofe es, en cierto modo, un poco injusto; basta
leer el libro de Oseas, en las Sagradas Escrituras, en el capítulo 11 donde
detalla la manera cálida y profundamente afectuosa de la paternidad divina:
" 1.Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.2.Pero
cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí; ofrecían sacrificios a los
Baales y quemaban incienso a los ídolos.3.¡Y yo había enseñado a caminar a
Efraím, lo tomaba por los brazos! Pero ellos no reconocieron que yo los
cuidaba.4.Yo los atraía con lazos humanos, con ataduras de amor; era para ellos
como los que alzan a una criatura contra sus mejillas, me inclinaba hacia él y
le daba de comer... 7.Mi pueblo está aferrado a su apostasía: se los llama
hacia lo alto, pero ni uno solo se levanta.8.¿Cómo voy a abandonarte, Efraím?
¿Cómo voy a entregarte, Israel? ¿Cómo voy a tratarte como a Admá o a dejarte
igual que Seboím? Mi corazón se subleva
contra mí y se enciende toda mi ternura:9.no daré libre curso al ardor de
mi ira, no destruiré otra vez a Efraím. Porque
yo soy Dios, no un hombre: soy el Santo en medio de ti, y no vendré con
furor".
Que mayor muestra del Amor de Dios es haber
recibido el don de su Hijo, que no sólo fue entregado a la muerte y resucitado
para nuestra salvación, sino que se quedó en medio nuestro en la Eucaristía,
como alimento, Pan Vivo, sostén de nuestra fe; “la
Eucaristía es ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’ (LG 11).
"A Cristo por María", rezaron los santos, a lo largo de la
historia de la Iglesia, repetido como lema en los congresos marianos,
recordando aquel hito trascendente al pie de la Cruz, cuando Jesús en su agonía
nos entrega a su Madre en la persona del Discípulo Amado (Jn.19, 27) . En una
parte del relato del Milagro Salteño, se dice que encontraron a la imagen de la
Purísima Virgen María intacta, a pesar de haber caído de la hornacina del altar
mayor hacia el Ara, frente al Sagrario. Sus manos unidas en señal de oración y
su rostro palidecido, probablemente por el polvo de las paredes blanquecinas del
templo que se desplomaron por los temblores.
Qué
gran milagro encontró la gente que corrió al templo presa del temor por los
movimientos sísmicos, al ver a María al pie del Sagrario "en señal de
oración". Y qué gran camino estaba trazando la Virgen. María nos daba un
nuevo programa de vida, para los citadinos de Salta y todo el Valle de Lerma: Retornar a Jesús en la Eucaristía, fuente y
culmen de la vida cristiana, su mano de Madre. Un eje netamente evangélico: Eucarístico- Mariano. Un eje teológico
de cuño eclesial como programa de vida.
Ciertamente,
la presencia de la imagen de Jesús Crucificado, Señor del Milagro,
sintetizaba otro aspecto fundamental de la tragedia, el dolor de las pérdidas
humanas (que no sabemos cuántas fueron en la ciudad de Salta y alrededores) y
las pérdidas materiales de quienes vieron derrumbarse sus esperanzas en los
muros de las casas. Este Cristo Crucificado despertaba las esperanzas de un
pueblo que, aún hoy, es capaz de soportar y superar el dolor.
Los
terremotos iban a cesar, la ciudad iba a ser reconstruida, y los hombres iban a
superar el dolor. Pero la vida cotidiana no iba a ser igual desde el 13 de
setiembre de 1692. Una nueva Pascua, un camino de desierto y una nueva Alianza
se iniciaba para Salta, cambiando profundamente su historia, y como la Pascua
Judía se conservaría el relato, para ser transmitido de generación en
generación, que respondiendo a la
teología de la época, iba a ir cerrándose
en la mirada a un Cristo antisísmico que había que temer.
Hoy podemos pensar que el Milagro del Milagro
fue la expresión de fe de la gente que
sobrevivió al terremoto y pudo encontrar un camino y respuestas en la imagen
intacta de la Purísima Virgen, ahora llamada del Milagro, y en aquel Cristo
Crucificado, que acuñaba una larga historia desde su llegada como regalo del
Obispo Fray Francisco de Victoria.
La Pascua Salteña, la Nueva Alianza de
Fidelidad debe mostrarnos un camino de amor y no de miedo, un camino de
esperanza y no desazón, un camino solidario y no de soledad. La esencia del mensaje es un llamado
"a Cristo Eucaristía por María", y Cristo Eucaristía implica e
involucra a la Iglesia, que es su cuerpo.
Se
impone elaborar una teología del Milagro, una teología de la esperanza y del
amor, fruto de una fe madura y viva. Una tarea desafiante para pastores y
laicos que son capaces de abismarse en el pensamiento insondable de Dios.-
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