jueves, 6 de septiembre de 2012

El oro matemático del Perú

Dr.Ricardo Alonso, 13/Ago/2012 para El Tribuno

Yo no me separo de mi Baldor, me dijo un día en Perú mi colega el Ing. Juan José Gonzalez Cárdenas. Para él ese libro fungía como una biblia. Tratábamos entonces de resolver unos problemas algebraicos en el marco de un estudio que estábamos realizando en la geología de los Andes peruanos. Allí conocí a su famoso Baldor, uno de los tratados de álgebra más famosos del continente, que en nuestro país es sin embargo poco conocido. Solo alguna vez me crucé con un ejemplar en los puestos de libros viejos del Parque San Martín. Este manual es célebre por su colorida tapa que muestra a un riguroso árabe de turbante rodeado de textos antiguos y con un fondo de ciudad oriental de las mil y una noches. El autor del libro es A. Baldor a quién se lo relaciona con el árabe de la tapa que figura bajo su nombre pero que en realidad se refiere al matemático persa del siglo IX, Al Juarismi.  Es que Baldor parece un nombre árabe pero no lo es. Supe luego que se trataba del matemático y abogado cubano Aurelio Ángel Baldor (1906-1978) quién publicó su libro en México en 1941. Con la revolución cubana, Baldor partió al exilio y se perdió todo lo que había desarrollado en la Isla para los estudios de la matemática. El libro tuvo luego decenas de ediciones, cientos de miles de ejemplares vendidos y es el texto más popular en la mayoría de los colegios y escuelas de América Latina. Mi colega peruano lo tenía como libro de cabecera y lo atesoraba desde sus años preuniversitarios porque había sido y le era una herramienta fundamental para sus consultas. Y me comentó que ese era un sentimiento extendido de generaciones de estudiantes peruanos que habían tenido siempre al Baldor como libro de texto. Pero ¿A qué viene todo este comentario? Recordé la anécdota a raíz de un artículo que escribió el periodista Andrés Oppenheimer titulado “Las olimpiadas de las que nadie habla” y que ha tenido bastante repercusión en internet. Allí Oppenheimer comenta que pasó casi desapercibida la Olimpíada Internacional de Matemáticas (OIM) que se llevó a cabo entre el 4 y el 16 de julio en Mar del Plata. Muy al contrario de lo que está pasando con los juegos olímpicos de Londres. A Mar de Plata, cuna del trascendente evento internacional, no asistió ni el propio ministro de educación, mientras que estaban presentes numerosos medios de los países asiáticos para ver el desempeño de sus estudiantes. Finalmente el oro se lo llevaron los equipos coreanos y chinos, seguidos de americanos, rusos, canadienses, tailandeses y singapurenses. Muy parecido a lo que está pasando también en los juegos olímpicos de Londres con una distribución similar del medallero. Un joven de Singapur, Lim Jeck, de 17 años, fue el ganador de la medalla de oro individual con puntaje perfecto. Entre los países de América Latina, el mejor equipo fue el de Perú, que ocupó el puesto número 16, seguido por Brasil (19), México (31), Colombia (46), Costa Rica (46), Argentina (54), Chile (59), Venezuela (91) y Cuba (95). Mirando este ranking me vino a la memoria la historia de Baldor al ver como Cuba, la que expulsó a su eximio matemático de la Isla, ocupa un lejano puesto 95, mientras que Perú que lo adoptó como texto universal lo hace en el puesto 16, habiéndose consagrado el equipo peruano como el mejor de Latinoamérica. Vistos esos guarismos parece que el fantasma de Baldor se pasea buscando su desquite. Para algunos esto no pasa de una competencia cuasi lúdica. Sin embargo ella está demostrando el nivel y los estándares generales de la educación en los distintos países del globo. Y tal como reflexiona Oppenheimer existe una relación directa entre la enseñanza de las matemáticas y las ciencias y el progreso de los países. En este sentido el país ganador de la olimpíada matemática  de este año, Corea del Sur, que tenía hace cincuenta años un ingreso per cápita mucho menor que casi todos los países latinoamericanos, registró 13.500 patentes internacionales en el Registro de Patentes y Marcas de Estados Unidos en 2011, contra apenas 500 patentes de todos los países latinoamericanos juntos. Y estos sí que son fríos números. Detrás de esas cifras están todas las innovaciones tecnológicas e informáticas, las nuevas medicinas, más y mejores alimentos, transportes seguros, modernos, ecológicos y eficientes, en fin un sinnúmero de adelantos para lograr una mejor calidad de vida. Hace poco los diarios comentaban de una batalla legal entre los gigantes Apple y Samsung por un negocio de 350 mil millones de dólares en torno a la tecnología de celulares. Precisamente una de estas empresas es de Corea del Sur, la ganadora de la mayor cantidad de medallas de oro en Mar del Plata, y también con una muy buena performance olímpica en Londres 2012. Lo cierto es que hay una batalla educativa y por el conocimiento entre oriente y occidente, donde los ganadores serán los futuros jefes y los perdedores los futuros empleados. Y eso sí que resulta grave. Nuestro país que solía figurar entre los países con mejor educación de América Latina gracias a sus raíces sarmientinas está situado hoy cerca de los últimos puestos en las pruebas estandarizadas internacionales PISA de matemáticas y ciencias para estudiantes de 15 años, muy por detrás de Chile, Uruguay, México, y Colombia. No hay nada de malo en la masiva cobertura de las Olimpíadas de Londres. Pero cuando centramos toda nuestra atención en las competencias deportivas, e ignoramos casi por completo los torneos de matemáticas y ciencias, estamos creando solo una clase de héroes, los deportivos, y estamos dejando de glorificar a quienes probablemente harán los descubrimientos científicos que permitirán mejorar nuestra calidad de vida, o encontrar una cura para el cáncer. En caso contrario se habrá cumplido la temida profecía de Dante Panzeri quién sostenía que “cuando el héroe del estadio pasa a ser el héroe de la nación es porque la nación se ha quedado sin hombres”. O la sentencia maldita de Borges sobre aquello de que “el fútbol es popular, porque la estupidez es popular”. Tal vez sea hora de que glorifiquemos a los campeones olímpicos de matemáticas y ciencias de la misma manera en que glorificamos a los campeones olímpicos de lanzamiento de jabalina o natación. 

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