Dr. Armando Frezze, 27/junio/2012 para El Tribuno
En política, dicen, creerse más de lo que uno vale es un pecado mortal pero creerse menos es una enfermedad terminal. Esta última descripción encajó en ocasiones con Daniel Scioli, tanto cuando fue vicepresidente de la Nación como en su primer período como gobernador y en el actual; ejemplos son el recuerdo de las críticas que realizó en agosto de 2003, siendo vicepresidente, hizo al modelo económico que enfurecieron a Kirchner que lo empujó a un limbo político y echó a todos los colaboradores que Scioli había dejado en la Secretaría de Turismo. O el año pasado cuando la Presidenta le impuso como vicegobernador a Gabriel Mariotto, quien gasta una destemplada y conflictiva conducta en el ejercicio del cargo.
La actitud de Scioli siempre ha sido la misma: callar, hablar poco y caracterizar a sus expresiones con una ambigüedad que suele recordar a las crípticas expresiones de Mr. Chance, aquel ingenuo jardinero que Peter Seller encarnaba en la película “Desde el jardín”: que cada interlocutor interprete lo que quiera parece decir. Cierto es que los discursos o las respuestas del gobernador nunca sermonean sino que, en todo caso, invitan a alguna reflexión. Tal vez por eso, contrariando el aserto que le auguraba hace un par de años su muerte política, Scioli ha logrado exhibir una inalterable imagen positiva siendo -después de la Presidenta- el político argentino con mayor intención de voto; cuando Cristina Kirchner en 2011 retuvo el sillón de Rivadavia con el 54 por ciento de los votos, él fue reelecto con un porcentual aún mayor.
Cuando las elecciones del 2015 era un lejano para el oficialismo, casi tabú (pero cuya estrategia incluía fagocitar al excandidato testimonial) Scioli, como a destiempo, el pasado mayo creó La Juan Domingo (contracara de La Cámpora), anunció su intención de presentarse como candidato presidencial y finalmente tuvo un deportivo y público encuentro con Hugo Moyano. Parecía haber pateado el tablero de manera un tanto distraída, pero cabe dudar si fue distracción o fue la movida de un notable tiempista que supo cuándo y cómo pisar el acelerador en carrera hacia su objetivo.
Después de todo, su pasado de competidor exitoso en la motonáutica internacional muestra que pese a haber perdido su brazo derecho en una competencia en 1989, ganó luego ocho campeonatos mundiales usando una prótesis. Al retirarse en 1997 decía a los medios: “Quedó demostrado, una vez más, que las regatas no las gana la lancha más poderosa sino la que navega en forma regular y en función de equipo”, agregando que “un Mundial debe correrse como nosotros lo hicimos durante la competencia: cuando se presenta la oportunidad de sacar alguna ventaja no hay que dejarla escapar. Y nosotros la aprovechamos”. En otra ocasión había señalado que su libro de cabecera era “Planificar para vencer” del ingeniero y constructor náutico italiano Fabio Buzzi, quien lo había integrado a su equipo en 1987. Reflexiones de quien sabe manejar las circunstancias y los tiempos, al menos en el deporte que lo tuvo una década como top ten.
Cierto es que deporte y política no son la misma cosa, que discurren por andariveles distintos, pero también resulta cierto que ambos se nutren de competir, de dar batalla, y que el premio es ganar, fuese un título deportivo o una representación del pueblo.
Tal vez no olvidará Scioli las primeras 48 horas de Cristina Kirchner como presidenta, enmarcadas por los casos de Antonini Wilson y Felisa Michelli que habían reinstalado la idea de la corrupción oficial, iniciada con el caso Skanka, ni el discurso inaugural del lunes 10 de diciembre de 2007, cuando afirmó: “No vine a ser Presidenta para ser parte de una interna sindical o política”, y tal vez tuviera el recuerdo del secretario general de la CGT Hugo Moyano respondiendo al día siguiente: “Vamos a acompañar, pero si no se respetan los derechos de los trabajadores, vamos a estar en la vereda de enfrente”, lo dijo fuerte y claro, Néstor Kirchner todavía vivía y la convocatoria que se realizó ese día en Plaza de Mayo no contó con la presencia de los camioneros, ausencia que Moyano justificó con argumentos verosímiles pero no necesariamente verdaderos.
Scioli, ha dicho hace poco Rosendo Fraga, “es un político que antes que discursos, comunica con encuentros, fotos, silencios y ausencias”. Ahora parece haber afirmado que para él, el 2015 ya no está lejano.
Pensando el futuro regional desde el disenso. Las ideas expresadas son exclusiva responsabilidad de los autores. De ninguna manera reflejan una opinión grupal, colectiva ni tampoco del administrador del Grupo.
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