Dr. Julio Aurelio Moreno
Economista
El pasado 1 de abril fue un día muy particular para la democracia, ya que nuestro gobernador abrió las sesiones ordinarias en el poder legislativo a través de una plataforma tecnológica, pero con un mensaje que tiene como fondo los índices de pobreza, desnutrición, muerte de nuestros hermanos, dengue, recesión, inflación y ahora el coronavirus.
Las noticias no son de las mejores.
La ausencia de un presupuesto que nos diga cuánto y cómo gastar los dineros públicos y las prioridades establece que sea muy difícil predecir el desenlace, ya que los acontecimientos varían día a día. A este panorama sombrío se añade el dato de una recaudación tributaria que en enero y febrero disminuyó un 5,2%, pero ahí no termina todo: para marzo y abril la caída será mayor por la falta de actividad por la cuarentena.
La pandemia y el sistema agroindustrial
También la disminución del ingreso de dólares será significativa por la baja del precio de nuestras exportaciones, el cierre de los mercados y la desaceleración de la economía. Para ello deberá aumentarse, sí o sí, la producción.
El Gobierno nacional prorrogó hasta el fin de Semana Santa la cuarentena, con la obligación de quedarnos en casa, permitiendo solamente las actividades relacionadas con la atención de salud y los alimentos.
Creo que la sociedad le debe un enorme reconocimiento y agradecimiento a todos los que contribuyen desde la sanidad como médicos, enfermeros, farmacias, droguerías, etcétera, como al personal de seguridad que ayuda a hacer efectiva la cuarentena.
Es muy difícil predecir el futuro. No conocemos aún la dimensión sanitaria de la pandemia, que no sabemos hasta cuándo se prolongará y presentimos, con fundamentos, un profundo cambio en el sistema productivo.
El mundo va a sufrir la mayor recesión del sistema capitalista, van a cambiar el rol de la tecnología, la modalidad del empleo, las relaciones entre los países y los aparatos productivos.
Es imprescindible que la estrategia sanitaria sea la óptima y, al mismo tiempo, asumir ya, desde los espacios de decisión, que la retórica política tradicional y las fotos de funcionarios con barbijo no alcanzan. Lo que está en juego es el futuro de la Nación, de la Provincia, del trabajo y de la calidad de vida de los argentinos en los próximos treinta años.
Hay que cambiar el chip.
Al rojo vivo
Los emprendedores y las pymes se preparan para lo peor, y presienten que será posible que deban bajar las persianas.
La cadena de pagos está en caída, lo que significa que no se podrá pagar o cobrar por mercancías vendidas o servicios prestados. Y después puede sobrevenir un "efecto dominó". El daño consecuente, irreparable.
Hoy la preservación del empleo y de la actividad de las pymes debe ser la prioridad para el Gobierno antes que acordar con los tenedores de títulos privados y el arreglo con el FMI.
Aquí voy a citar una definición del ministro de Economía, Martín Guzmán. En un artículo publicado en una página financiera internacional señalaba, entre las prioridades de la pandemia, que los gobiernos "deben extender el seguro tradicional de desempleo para que los trabajadores despedidos no caigan en la pobreza antes de que termine la pandemia. Y deben proteger el empleo existente subsidiando empleos en sectores que están gravemente afectados por la crisis pero que seguirán siendo valiosos para la economía cuando la crisis termine".
Además, el ministro sostiene que deben "preservar el capital organizacional (conocimiento) integrado en las empresas en curso. La crisis exige políticas orientadas específicamente a preservar las capacidades productivas positivas y el conocimiento dentro de las empresas, tanto pequeñas como grandes".
La discusión que se viene
¿Cuál es el momento en que el remedio comienza a tener más costos sociales que la enfermedad?
La consultora J. P. Morgan determinó que hay que prestar atención cuando un restaurante promedio transcurre 16 días sin actividad; un negocio minorista, 19 días; pymes de servicios, 21 días; profesionales liberales 33, días y el Estado, 47 días.
El panorama es desalentador.
Me permito humildemente aconsejar al Gobierno que en el corto plazo comience con emisión de pesos para reactivar el mercado interno; aumente el gasto, especialmente la obra pública; baje la tasa de interés, los bancos flexibilicen la calificación a los deudores bancarios y la AFIP empiece a tender una mano al sector privado, entre las medidas más importantes.
Recesión y/o pandemia
¿Hasta cuándo se podrá sostener la cuarentena? ¿Cuánto puede soportar la economía? ¿Cuánto durará la credibilidad de la estrategia?
Todavía no se inició la discusión entre pandemia o recesión, y por la rapidez con la que avanza esta enfermedad se le da prioridad a lo urgente; después vendrá lo importante
Antes de la crisis del coronavirus Argentina estaba quebrada, en recesión, empobrecida y al borde del default, ahora se potencia con el peligro de que podamos entrar en un proceso de implosión de nuestra economía.
Los consejos económicos y sociales nacionales, provinciales y municipales deben ser escuchados por lo que vendrá, y por último: me preocupa que los economistas actualmente no se comprometan más en esta crisis/pandemia. ¿Se deberá a que no tienen el poder de convencimiento de los médicos? ¿O no terminan de tomar conciencia de lo que se viene?
Cuasi monedas
Las provincias previendo la falta de dinero para resolver sus necesidades financieras están buscando formas de poder solucionarlas. Son varias las opciones para lograr financiamiento adicional; por ejemplo, entre las más usuales se destaca la circulación de letras de tesorería, redescuento de operaciones en el BCRA o la emisión de títulos de cancelación de deudas. Esta práctica ya fue usada en varias provincias cuando estaba en vigencia la ley de convertibilidad; en aquel entonces no se podía emitir moneda ya que un dólar equivalía a un peso y como las provincias necesitaban financiamiento decidieron en cada uno de sus territorios emitir títulos que se podían canjear como pago de impuestos, adquisición de algunos bienes o el pago de determinados servicios.
Las provincias que emitieron fueron: Buenos Aires, patacón; Córdoba, lecor; Entre Ríos, federal; Corrientes; cecacor; Tucumán, bocade; Mendoza, petron; Misiones, cemis; San Juan, huarpes; Salta; bonos de cancelación de deudas, Chaco, quebracho; Formosa, bocanfor; Catamarca; bono ley 4768; Tierra del Fuego, letras; Chubut, petrobono; Río Negro, petrobono y La Rioja, bocade. Según el Banco Mundial, el total de estas emisiones equivalían al 0, 926% del PBI, ya en el año 2002 estas cuasi monedas alcanzó el 50% de la circulación monetaria entre las provincias que no las rescataron.
Estamos en un momento extremo, en el que de nada valen las banderías ni las grietas. Los gobernantes deben tomar decisiones buenas, aunque no gusten, y olvidarse del usufructo de la crisis, porque en estas experiencias sacar rédito puede convertirse en una ilusión de patas cortas. La crisis sanitaria va a terminar poniendo en blanco sobre negro las vulnerabilidades de nuestra sociedad y los desfases brutales de nuestra economía y de la distribución del ingreso. Estamos mal por la pandemia y por 45 años de una economía deficitaria, poco competitiva e insolvente.
Esto es a cara o cruz, o nos salvamos todos, o nos perdemos para siempre.
Muy sensato todo lo que decís Julio. Una pregunta: ¿qué pensás de la idea del impuesto a los grandes patrimonios personales y grandes empresas? Si el Estado Nacional no quiere imprimir dinero hasta límites intolerables para evitar la hiperinflación, pregunto: ¿hay otra salida?
ResponderEliminarAbrazo