Lic. Félix González Bonorino
Sociólogo
A poco de internarse en la historia, de meterse en los
ritmos desacompasados que han jalonado nuestro devenir como nación a veces,
como país otras , notamos con dolor la puja dialéctica entre dos modelos socio
económicos, antagonistas, opuestos y que nos han sumido en esta actualidad
patética.
El elitismo social que marcó las primeras décadas de nuestra
existencia nacional, se apoyó claramente en una fuerte concentración del
comercio. Producción había poca en aquellos años de guerras, de caballos y de
carros. La sociedad se dividía entre los españoles que importaban de España y
los españoles que contrabandeaban de Inglaterra. Ganaron los últimos.

El pasaje de producción agraria a industrial no fue sin
dolor y tampoco fue completa. No tiene por qué serlo. Apenas algunos
emprendimientos no vinculados al agro, aunque hasta relativamente poco incluso
los clavos se importaban. Es que los mismos sujetos que habían pujado al origen
de la nación por manejar el comercio exterior lo siguieron haciendo
ininterrumpidamente. El comercio vencía a la industria. La vaca gorda de la
ganadería, del trigo en vastedades infinitas, proveía lo suficiente para una
población escasa. El resto miraba de afuera.

El proceso de industrialización continuó con muchas
dificultades, incluso el período 66-69 fue de un retroceso enorme en materia
industrial.
El último gobierno de Perón no aumentó ni un dólar la deuda
externa y creciendo. Con problemas, ¿cuándo no? Y mucho conflicto político. Al
fin de cuentas Ibero América fue campo de batallas del conflicto bipolar Este
Oeste, en estrategias de aproximación indirecta. Y en esta estrategia se
olvidaron todos los principios republicanos y todos los derechos humanos, pero
no nos vayamos por las ramas.
El ’76 fue el inicio del gran crimen social y económico de
la nación. La aparición de los petrodólares, abundantes billetes que se
respaldaban fundamentalmente en la comercialización del petróleo, se prestaban
a tasas bajas. Desde 1976 se instala en la Argentina un gobierno neo-liberal.
Los cambios introducidos en aquellos años de plomo se sostuvieron al menos por 25
años. La “claque” de economistas que visitaban los programas de televisión y
poblaron los medios respaldó con su discurso simplificador el nuevo modelo.

Nuevamente de la mano de la sustitución de importaciones,
los 12 años del 2003 al 2015 fueron los de una lenta edificación de una cultura
de la industria nacional. Incompleta por muchas razones. Infinidad de cosas que
se importaban hasta hacía unos años comenzaron a fabricarse en el país y un
horizonte industrial autocentrado, con alto nivel de empleo y por lo tanto
disminución de los indicadores de pobreza comienza a instalarse. A mí me
hubiera gustado ver locomotoras saliendo de los talleres tucumanos y rieles de
Zapla, pero bueno, la próxima vez seremos mejores.
De la mano de un discurso que se ha convertido en
inverosímil, los neo-liberales se instalan nuevamente en el poder y estos más
de dos años han brindado una muestra concentrada del modelo, priorizando
el endeudamiento sobre la industrialización, eliminando el mercado interno y la
capacidad de compra de los trabajadores, abriendo las importaciones de todo y
transfiriendo una enorme cantidad de recursos de los que menos tienen a los que
todo lo tienen.
El problema más acuciante es que estos dos años están
destruyendo al hombre/mujer PyME. Aquel que se la jugó y ve que su inversión y
su sueño se le escabulle como arena entre los dedos y por más que apriete el
puño al final nada queda. Con el cierre de sus establecimientos decenas de
miles de argentinos encuentran que lo obtenido se volvió efímero. No solo los
empresarios PyMEs sienten la imprevisibilidad del futuro, el trabajador y las
familias comienzan a mirar al costado con miedo y el que tiene trabajo mira
atónito el despido de su compañero de línea de montaje preguntándose ¿cuándo me
tocará a mí?
Mucho peor que las empresas, lo que se está matando es una
generación de corajudos argentinas y argentinos que apostaron sus sueños a
construir sobre este País una Nación. Es que los liberales de derecha (¿hay
otros?) tienen esa maldita costumbre de codearse con la muerte, la del otro
claro.
De allí la urgencia de cambios. Sea que los introduzca
el mismo gobierno o que el Parlamento logre frenar, hasta la próxima elección,
el daño que se está ocasionando. Porque el verdadero desafío en nuestra Nación
es consolidar una burguesía nacional industrial de la mano de un Estado que
planifique para crecer y no para esquilmar.
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