En los últimos años se está produciendo una desaceleración de las economías latinoamericanas, agravadas por el proceso deflacionario que actualmente vive la República Popular China. Ante esta perspectiva de falta de liquidez en el mediano plazo, los gobiernos nacionales podrían terminar optando por la solución más fácil: reducir las exigencias y limitaciones a los inversores chinos para aceptar megaproyectos de desarrollo económico en sus países. De ser así, la desesperación por ganar la batalla a la recesión económica puede llevarnos a perder la gran guerra contra el cambio climático.
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A finales del pasado mes de mayo Li Keqiang -primer ministro de la República Popular China- realizó una visita a Brasil, Colombia, Perú y Chile para cerrar varios acuerdos comerciales que proveerán de infraestructura a la región a cambio de grandes cuotas de exportación de las materias primas locales (principalmente petróleo, metales y otros minerales y alimentos). Su presencia en la región -junto con las dos visitas del premier chino Xi Jinping en junio de 2013 y julio del 2014- no son un dato menor: confirman la importancia estratégica de Latinoamérica como aliado clave para el gigante asiático. Desde que China lanzó su estrategia “de convertirse en global” hace sólo una década, los inversionistas chinos han canalizado 120.000 millones de dólares hacia Latinoamérica, más que cualquier otro país o institución prestamista en el plano internacional. Los préstamos a Latinoamérica han aumentado más de 20% por año desde 2005 y se prevé que durante la próxima década, la inversión china en la región sea de 250.000 millones de dólares.
China está modificando los sistemas productivos de la región a un ritmo alarmante tanto por su crecimiento sostenido, como por la escala e impacto de sus proyectos. En pocos años, los inversores chinos se han asegurado una participación en la explotación de las reservas de hierro en Bolivia y Brasil, la explotación de cobre y otros metales en Chile, Perú y Ecuador, el flujo ininterrumpido y abundante de petróleo y sus derivados desde Brasil, Venezuela y Colombia, y la importación de alimentos principalmente desde Argentina y Brasil. A su vez ha abierto mercados para sus productos industriales y tecnológicos: En Nicaragua, por ejemplo, participará de la construcción y explotación de un gran canal bioceánico (gracias a una inversión de USD 50.000 millones) que cruzará por el lago homónimo al país, la principal reserva de agua dulce de toda Centroamérica. Un poco más al sur, la inversión china facilitará la construcción de un tren bioceánico (USD 10.000 millones) entre Brasil y Perú que pasará por la selva amazónica. En Argentina se ha acordado la construcción de dos usinas nucleares por valor de USD 11.000 millones.
Esta inversión no viene sin consecuencias. Independiente a los efectos políticos de tales niveles de inversión (que son muchos, diversos y complejos) aún se requiere analizar con mayor profundidad el alcance y los efectos ambientales de la sumatoria de los proyectos en proceso. Desgraciadamente existen antecedentes negativos en los que la inversión china (sobre todo de explotación minera) ha tenido consecuencias sociales y ambientales graves (ver InContext 39). Y aun en los casos en los que se haga una correcta gestión de los riesgos y las consecuencias de las actividades productivas el impacto de los megaproyectos será considerable. La deforestación, el desvío o captura de cauces hídricos y la degradación de los suelos (consecuencias directas e indirectas de la producción de materias primas) van a causar efectos difícilmente reversibles.
A estos impactos es necesario sumarles el impacto ambiental que tendrá la transformación -en China- de las materias primas en productos terminados. Si bien esta contaminación afectará mayormente al país asiático, el efecto sobre la degradación de los ecosistemas tendrá sin dudas alcance global. China es actualmente el país con mayor índice de generación de gases de efecto invernadero del mundo, siendo responsable por el 23% del total global. Desgraciadamente, al ritmo actual de expansión industrial las autoridades de dicho país prevén que la cantidad de gases contaminantes continuará creciendo hasta alcanzar un pico alrededor del año 2030. Se trata de una perspectiva poco alentadora.
Con todo, el panorama no es totalmente negativo. Incluso antes de ocupar su actual cargo de primer ministro, Li Keqiang ya era el responsable máximo en su país tanto por las políticas macroeconómicas, como de las acciones para el control y mitigación del cambio climático. En este sentido, Keqiang es reconocido mundialmente por su política de “mano dura” con los empresarios que contaminan y está impulsando un proceso de re-conversión energética que promete reducir hasta un 65% el volumen total de las emisiones de gases de efecto invernadero para los próximos 15 años.
Así mismo, según el informe China in Latin America: Lessons for South-South Cooperation and Sustainable Development -elaborado por investigadores de la Boston University- los casos en los que el inversor chino ha demostrado practicas irresponsables para con el ambiente y las comunidades locales son la minoría. Por lo general estos empresarios respetan y se adecuan a la legislación local e incluso se han producido casos donde las empresas chinas han superado las normativas locales. El estudio cita los ejemplos de Andes Petroleum en Ecuador, Chinalco en el Perú, y Golden Dragon Afiliates en México.
Este informe también indica que el gobierno chino ha desarrollado nuevas directrices para los empresarios que salen a colocar inversión en otras regiones, incluyendo el medio ambiente y la protección y el respecto a las comunidades locales como ejes principales. El problema, siempre según los autores, es que falta acompañar estas directrices con un mismo nivel de exigencias -en términos de transparencia y cumplimiento- por parte de las autoridades de los países de destino. Este punto coincide con la opinión de varios expertos latinoamericanos en temas ambientales.
Al respecto, Paulina Garzón, directora de la Iniciativa para las Inversiones Sustentables China-América Latina, recomienda fortalecer las instituciones para salvar este desafío: “Las empresas chinas tienen capacidad para adaptarse y que su comportamiento social y medioambiental depende de la capacidad institucional y la normativa de los países anfitriones. Desafortunadamente, la gobernanza medioambiental está en crisis en muchos de los países que reciben capitales chinos. Es ya evidente que las instituciones medioambientales y la normativa en Ecuador, Venezuela y Perú están perdiendo su relevancia en el actual escenario de inversión. Si los hallazgos del investigador son correctos, habrá incentivos insuficientes para mantener una buena conducta social y medioambiental en esos países.”
Por su parte César Gamboa, director de la organización Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR), pone el énfasis en la necesidad de más transparencia es las negociaciones: “Si existe una cultura de secretos con respecto al comercio y a la inversión en América Latina, esto no se restringe a las empresas chinas. Pero su llegada nos permite reflexionar sobre las prácticas autóctonas. Y hay avances en este ámbito. Por ejemplo, existe una relación directa entre la propuesta de abrir el secreto bancario del BNDES (Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social) y las normas del Banco Central de Brasil sobre el cumplimiento de los estándares medioambientales y sociales. Por ejemplo, los informes técnicos del banco sobre la factibilidad social y medioambiental de los proyectos de inversión no se difunden al público, por lo que no sabemos si esos estándares se cumplen.”
Los nubarrones económicos de China
Por último, no hay que perder de vista los efectos del desplome de la bolsa de Shangai. La agencia financiera Credit Suisse alerta sobre la posible explosión de una o varias de las tres burbujas que vive actualmente China: la burbuja inmobiliaria, la burbuja crediticia y la burbuja de la inversión. Según los expertos de esta agencia, las tres burbujas representan el mayor peligro para la estabilidad económica global, y advierten que su estallido tendría consecuencias similares o superiores al estallido de la burbuja inmobiliaria norteamericana de 2008. Por su parte, Mohamed El-Erian, director del Consejo de Desarrollo Global de la Casa Blanca, pide calma y atribuye el desplome a la deflación que está viviendo la economía china como consecuencia de la gran expansión económica que ha vivido el país. El-Erian cree que se trata de un proceso de corrección natural luego de un largo periodo de tendencia alcista en los valores. No obstante, coincide con el análisis de Credit Suisse en que si continua la ralentización del crecimiento chino se podría producir una implosión financiera con consecuencias similares a las del 2008.
Por otro lado, a medida que las economías latinoamericanas continúan su proceso de desaceleración -tras una década de crecimiento vertiginoso- existe una presión creciente por simplificar y suavizar el proceso de aceptación de las oportunidades de inversión china, en un intento por asegurar el ingreso de fondos que permita mantener los avances sociales y económicos alcanzados en claro detrimento de la conservación del medioambiente. Esta doble coyuntura desfavorable puede terminar por convertir la causa ambiental en el proverbial pato de la fiesta financiera de la región.
DIALOGO CHINO y otras fuentes:
Esta edición de InContext ha sido producida en colaboración conDialogo Chino, una plataforma multilingüe para periodistas, funcionarios públicos, académicos, sociedad civil y la comunidad comercial para que se conecten con los temas que llegarán a definir la naturaleza de las relaciones entre China y América Latina y los desafíos medioambientales que representa.
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