Lic. Félix González Bonorino
El Cronista del NOA - Abril 2013
En un reciente artículo en el Diario El Tribuno, el Dr.
Julio Moreno nos esclarece sobre las desigualdades en las sociedades, en
particular en la República Argentina y como la distribución de la riqueza ha
evolucionado a lo largo del tiempo.
La tiranía de los espacios periodísticos seguramente lo ha
obligado a dejar afuera algunos elementos que ayudan a entender mejor el cuadro
de situación de esta desigualdad.
En primer lugar nos explica que tres actores confluyen en la
“construcción” de este cuadro de situación: Estado, empresas privadas y los
hogares.
Para los liberales, recordaremos a Martínez de Hoz, Margaret
Tatcher o a Cavallo (se’ igual), la presencia del estado debe reducirse a lo
mínimo posible, dejando a la mano invisible del mercado el ajustar, equilibrar,
las “cosas”.
Para los marxistas, el mercado es el argumento de la
explotación de clases, por lo tanto hay que eliminar el mercado a través de un
estado todo poderoso. Eliminada la posesión privada, colectivizando los medios
de producción, llegaríamos a la igualdad entre los hombres (si mujeres
también).
Habiendo fracasado el marxismo en todo el mundo parece que
no hay más lugar para ese pensamiento, sin embargo no hay que ir tan rápido.
Pensar la realidad en términos de blancos y negros es un mal comienzo, dadas
las hermosas tonalidades que nos regala la naturaleza.
La verdad es que no hay manera que el pobre defienda sus
intereses frente al poder del rico. (Solo a través de la toma de conciencia de
su condición de clase proletaria explotada etc. decía C. Marx)
El mercado, sin regulación estatal, maximiza las utilidades
del capital, su concentración y hace lo mismo con las desigualdades. El mercado
opera como el medio ambiente ideal del capital, no del equilibrio social. En el
mercado pujan los precios, no los valores. Pero bueno, hace rato que los
valores emigraron de la sociedad también, dejando el espacio a los precios. Una
empresa comprará a otra y en el camino quedarán los trabajadores. Es así.
Entonces el estado tiene un rol central que jugar en una
sociedad donde se pretende mucho más que reducir la fricción entre clases
sociales, sino construir una unidad de destino con el conjunto de la comunidad.
Pero no nos adelantemos.
El estado opera como un redistribuidor de los ingresos. Los
instrumentos que el estado dispone para efectuar esta transferencia son los
impuestos, las subvenciones y las regulaciones. Partiendo de la realidad de que
las actividades económicas tienen una retribución diferente que determina la ubicación vertical en los palos del gallinero de la socio/economía, el estado toma parte de los ingresos
del palo superior y se los da a las gallinas de planta baja.
Ahora bien, resulta que en el estudio que menciona el Dr.
Julio Moreno, los investigadores Gaggero y Rossignolo profundizan en el posible
funcionamiento “corrector” de estos instrumentos. Extrayendo algunas
conclusiones interesantes.
En las ciencias sociales se utiliza el coeficiente Gini para medir la desigualdad en una población o mejor aún una sociedad o un país. Si el índice es 0 (cero) entonces la riqueza se distribuye entre todos de manera igual, si el índice es 1, entonces hay un piola que se quedo con la riqueza de todos. De ahí surge que cuanto más bajo sea el índice, se supone que más equitativa es la sociedad en cuestión.
Estos estudiosos consideraron cambiar la forma en que se
usan los impuestos en la Argentina, aumentando ligeramente algunos impuestos a
los que más tienen, o sacándole impuestos a los que menos tienen y así. Lo
interesante es que con pequeños cambios, por ejemplo aumentando la base mínima
de ganancias y aumentando ligeramente la tasa de los segmentos que más ganan o en
el caso de las subvenciones al consumo eléctrico o de gas donde a los niveles
más acomodados se les reducía o eliminaba la misma, se lograba disminuir el
índice, es decir que aumentaba la equidad en la sociedad.
Al combinar este conjunto de herramientas, las
modificaciones se hacían cada vez más importantes. El estado, a través de las
políticas de gobierno, puede y debe (un deber ser moral) llevar a la sociedad
hacia posiciones más justas y equitativas. No porque la igualdad en el sentido
marxista sea el ideal buscado, sino por que la
desigualdad capitalista es invivible. Ni blanco ni negro.
La evolución de las desigualdades en las naciones es
coincidente con períodos de expansión o crisis económicas. Pero tanto en una
como en otra situación, los Gobiernos han tenido que implementar correctores
que limiten la acumulación del dinero en pocas manos. La educación en pocas aulas,
la salud en pocos hospitales y la seguridad en pocos barrios.
Pero claro, los estados están sometidos a los vientos de los
gobiernos, y cuando estos no quieren asumir los costos de ser atacados por los
poderosos, quienes hacen que el índice de Gini se acerque a 1, tendremos que ser tontos
y consolarnos sabiendo que siempre hay países donde las desigualdades son
peores. En términos generales podemos
afirmar que el índice de Gini se reduce cuando el destino de país se asocia con
una visión de Nación y se agranda cuando el destino de país se asocia a la
visión de un grupo de poder.
Las líneas directrices están marcadas, pero no son solo de Indicadores,
al final el índice es solo un instrumento de medición, como una balanza, pero
una balanza que nos ayuda a entender quienes mandan y hacia dónde vamos.
fgbonorino@gmail.com
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