Javier Cornejo |
Nuestro amigo Javier Cornejo nos hace llegar este artículo de Francisco Sotello sobre trabajo que realiza la Cooperadora Asisitencial por iniciativa suya.
Creo que es una de esas iniciativas que valen la pena.
Jaque Mate a la Violencia es una iniciativa que prendió
fuerte en los barrios, donde el milenario juego ciencia aparece ahora como uno
de los recursos para trabajar en serio por la inclusión.
Axel tiene 12 años y vive en un barrio de Salta, uno de tantos barrios
en los que el desempleo, la pobreza y la crisis educativa no son cuestiones de
laboratorio sino que se viven en la piel. En su barrio hay patotas, por
supuesto. La palabra define a una especie de asociación ilícita dedicada al
dominio territorial, las peleas, el paco y, eventualmente, el robo. Visto de
otra manera, más minuciosa, podrían definirse como frágiles grupos acorralados
por la exclusión. Los hermanos de Axel son parte de alguna patota, pero él se
dedica a otra cosa: juega al ajedrez en el Centro de Integración Comunitaria.
Esa elección, que lo aleja de las veredas de la violencia ha convertido al
adolescente en un personaje respetado entre sus pares. El instructor y árbitro
provincial Cristian Gutiérrez, que dirige en Santa Cecilia a uno de los grupos
de Jaque Mate a la Violencia asegura que ese prestigio alienta a los padres
para que acompañen esta iniciativa que coloca al milenario juego - ciencia de
los príncipes dentro de una estrategia para construir inclusión y paz social.
El ajedrez, cuyo verdadero origen se oculta en la noche de los tiempos,
es un juego que combina la estrategia militar con el cálculo matemático y, como
en ambos casos, pone en juego el autocontrol y la racionalidad por sobre
cualquier forma de violencia. Es por esas condiciones que el presidente de la
Federación Salteña de Ajedrez, Pablo Aramayo, y la Cooperadora Asistencial,
representada por el abogado Javier Cornejo, decidieron llevar a cabo una
apuesta: combatir todas las formas de violencia que se ensañan con los jóvenes
haciendo llegar a la periferia salteña el ajedrez, como instrumento de
contención.
La Federación Salteña de Ajedrez acredita una rica historia y algunos
nombres ilustres; históricos, como la familia Belmonte, y rutilantes, como el
precoz maestro Julián Vilca que en un 2016 lleno de éxitos tuvo un excelente
desempeño en el torneo internacional de Khanty Mansiysk, en Siberia. Con la
conducción de Pablo Aramayo, la FSA salió a los barrios. En los CIC de
Asunción, Limache, Unión, Santa Cecilia, Solidaridad y Constitución ya
funcionan las escuelas de ajedrez a cargo de los instructores Mario Alejandro
Ramírez, Alejandro Gaite, Esteban Vargas, Facundo Carral, Omar Rojas, Cristian
Gutiérrez y Francisco Torres, entre otros.
"Poco a poco, sin aflojar", así definen los ajedrecistas
salteños el viraje hacia el compromiso social que va tomando su pasión.
Los resultados son alentadores. Jaque mate a la violencia gana espacio
en bibliotecas populares parroquias, dentro del servicio penitenciario, en
instituciones como la Escuela de Artes y Oficios y el histórico Club Comercio y
tuvo su espaldarazo en el apoyo que le brinda dentro de la Cooperadora
Asistencial el representante de la Cámara de Comercio, Javier Cornejo.
"Creo que es un año exitoso, y sobre todo, auspicioso", evalúa
Aramayo.
Los instructores coinciden. "Hay resultados perceptibles que se
traducen en una buena actitud, mucho compromiso y entusiasmo de los
chicos", explica Vargas. "La meta de sacar de sus mentes la
predisposición a la violencia es alcanzable, con el acompañamiento de los
padres; y este se va dando porque ellos valoran al ajedrez".
Los chicos participan en torneos, donde se estimulan y a los que se
suman los padres.
Jaque mate a la violencia se maneja con varios principios claros. Están
convencidos de que el ajedrez es más que un juego; es una actividad que educa a
los chicos en la aplicación de ciertos hábitos en la vida cotidiana, tales como
analizar el error, proyectar, administrar correctamente el tiempo, ser
creativos, con disposición al sacrificio y vocación de superación personal.
El escenario que enfrentan es crudo y lo conocen bien: "nos
concentramos en crear un lugar de recreación para sacar a la juventud del
alcoholismo, la drogadicción, la falta de contención, ayudándoles a desarrollar
un pensamiento más abierto, a disminuir la violencia de las calles y a sacar a
los chicos del laberinto de los pensamientos suicidas".
La realidad social es tan dramática como las que usan los ajedrecistas
para describirla. Cuesta creer que en cada barrio se contabilizan tres o cuatro
suicidios por mes, todos ellos nacidos del paco y, en especial, de la pérdida
de expectativas.
Los objetivos tienen además fundamentos pedagógicos. "El ajedrez es
la simple manera de expresar la creatividad y la inteligencia de cada persona,
pero va más allá. El ajedrez no se juega de a dos, sino de a cuatro: cada uno y
su mente, contra el rival y su mente. El dominio de uno mismo y la mente será
el desafío y mejor logro. Y si un niño aprende su mente se abrirá a un mundo
lleno de obstáculos pero frente a los cuales la estrategia y la confianza en sí
mismo permitirán superarlos. Al ajedrez se lo debe enseñar para enseñar a
vivir", sostiene Aramayo.
Los trebejistas sociales caminan las calles y respiran el aire de los
barrios. Sus opiniones sobre la realidad no son temas de sobremesa sino
compromiso de vida.
Su sueño es poblar todas las plazas con tableros, como lo hicieron
varios domingos de 2016 en la 9 de julio.
Aprender a pensar, prever y decidir
Omar Rojas es ajedrecista de corazón e instructor en Constitución. Habla
con entusiasmo al realizar un balance del año 2016. "Todo positivo.
Trabajamos con la Policía Infantil, Constitución sacó un premio, los padres nos
apoyan cada vez más y cada vez hay más niñas y jóvenes que se suman al
ajedrez".
Rojas está convencido de que el proyecto va por muy buen camino aunque,
advierte, "nosotros no hacemos apostolado de ajedrez; nuestro compromiso
más profundo consiste en que nuestro deporte sirva como instrumento de
recuperación de los jóvenes".
Jóvenes ajedrecistas en el CIC de Barrio Unión con el instructor
Francisco Torres. Foto Pablo Yapura
Ese compromiso tiene un fundamento teórico. El ajedrez tienen valor
educativo por su carácter de entretenimiento, porque desarrolla el pensamiento
táctico, las capacidades lógico motrices de resolución de problemas y ejercita
en la toma de decisiones. Además, demuestra ser un formidable instrumento de
socialización que atraviesa todas las barreras sociales y culturales.
"El juego ejercita la atención porque el jugador debe concentrarse
en lo que ve y en lo que puede pasar; ejercita la memoria, porque cada partida
es una experiencia que se acumula", opina Alejandro Gaite, de Asunción.
Es una práctica inigualable de razonamiento, desarrolla la creatividad,
obliga a fortalecer el carácter, porque "todo jugador se compromete con el
juego y pone todo de si mismo", acota Facundo Carral, instructor de
Limache.
Cristian Gutiérrez, de Santa Cecilia, destaca que "como juego
individual, el ajedrez fortalece el protagonismo y la responsabilidad personal
del jugador".
La fortaleza del ajedrez, la que lo convierte en un medio de fuerte
influencia social, radica en que no se trata de un mero entretenimiento
individualista, sino que vincula y compromete al jugador con la realidad al
obligarlo a analizar, prever y resolver, y sentir que es capaz de tomar
decisiones.
"La exclusión genera en los chicos el sentimiento de que nada se
puede cambiar y que todo está predeterminado; el ajedrez les permite
experimentar personalmente que la vida es una construcción de la que uno es
protagonista", concluye Javier Cornejo.
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