Felipe Hipólito Medina
Lic. en Ciencias Religiosas
Las internas eclesiásticas en el Vaticano no le dan tregua al Papa
Francisco, quien se ha empeñado en llevar a la Iglesia Católica Romana al siglo
XXI por la puerta grande.
Hace unos días los medios
internacionales se hicieron eco de una frase poco feliz pronunciada por el
obispo de Ferrara -Italia, Monseñor Luigi Negri, militante de un movimiento
conservador de origen europeo: “Esperemos
que, con Bergoglio, la Virgen haga el mismo milagro que hizo con el otro”,
refiriéndose a Juan Pablo I (Albino Luciani) cuyo gobierno duró escasamente 33
días. Esta frase pronunciada en una conversación telefónica con un periodista,
en el lujoso tren bala, fue grabada por varios pasajeros, quizás horrorizados
por tales expresiones contra el Papa Francisco. Esta es una de las tantas
muestras de resistencias que tiene que soportar a diario uno de los líderes más
influyentes del planeta.
Laudato
si
Francisco
irrumpió el año 2015 con un mensaje excepcional. Se consagró ante el mundo como
el primer Papa que publica una encíclica sobre la ecología o cuidado de la casa
común. Lejos de las posturas extremistas en materias de ecología, el Papa se
posiciona, siguiendo la línea de la Doctrina Social de la Iglesia, como
defensor de la tierra y de las personas como creación de Dios, haciéndonos
corresponsales los unos de los otros, y la necesidad de transformar la tierra
para hermosearla, sabiendo que somos simples administradores de los bienes.
Hizo un llamamiento a todos los líderes mundiales, religiosos y políticos, a
asumir el reto del tiempo presente, salvar al mundo de convertirse en un gran
basural, y defender a los pobres del sufrimiento y la miseria.
Los
viajes
El carisma del Pontífice argentino,
desconocido para muchos de nosotros, es contundente, y se ha evidenciado en los
viajes apostólicos a Cuba, Estados
Unidos, Latinoamérica y África. Francisco llegó a Ecuador, Bolivia y Paraguay
con un fuerte mensaje de reconciliación para la Iglesia y para la sociedad.
Recordó el pasado de gobiernos dictatoriales en la región, insistiendo que la
ideología conduce al autoritarismo y la opresión. Instó a fortalecer la obra de
la Iglesia en varios países, especialmente a favor de los pobres, donde las
posturas de izquierda de los gobiernos,
la cuestionan severamente. Es destacable el encuentro que realizó con
los Movimientos Populares en Santa Cruz de la Sierra, a quienes les decía de
manera fuerte y clara: "La Biblia nos
recuerda que Dios escucha el clamor de su pueblo y quisiera yo también volver a
unir mi voz a la de Ustedes: “Las famosas tres T”: tierra, techo y
trabajo para todos nuestros hermanos y hermanas. Lo dije y lo repito: son
derechos sagrados. Vale la pena, vale la pena luchar por ellos. Que el clamor
de los excluidos se escuche en América Latina y en toda la tierra". Recordó,
además, en Paraguay la necesidad de
distinguirse por la hospitalidad, como característica de identidad cristiana.
En
Cuba desafió a los jóvenes a soñar un futuro mejor y comenzar a construirlo
desde ahora, basado en los valores humanos más allá de la fe que profesen. Y en
Estados Unidos, donde se hablaba de una gran resistencia al Pontífice, este
logró seducir con gestos sencillos a la multitud que lo aclamó durante todo su
viaje, comenzando con un mensaje duro para los que se creen superiores frente
al mundo, recordando que llegaba a esa tierra como hijo de inmigrantes, una
nación formada por inmigrantes y no dejó pasar la oportunidad para ofrecer un
saludo a los verdaderos poseedores de la tierra, las comunidades originarias de
Norteamérica, muchas de las cuales, a diferencia del mestizaje latinoamericano,
fueron diezmadas. Hizo una firme declaración contra la pena de muerte y los
instó a ser garantes y constructores de la paz mundial.
Francisco logró trascender el campo de lo
religioso y tener un gran impacto político y social, al abordar desde su estatura de líder espiritual a toda la
sociedad americana sobre asuntos prioritarios como la familia, la defensa de la
vida, la paz, etc. Lo hizo con tacto y
sabiduría. Sin imponer dogmas de fe, y más bien convocando procesos de diálogo
y trabajo que desde los gobiernos y las instituciones se enfoquen en desmontar
la polarización; retomar el curso de las relaciones internacionales interrumpidas
con quienes han tenido impasses históricos; y muy especialmente, generar respuestas que permitan superar la pobreza, las desigualdades, la
exclusión y los daños ambientales.
África fue el viaje de consagración de un
Papa que no le teme a la muerte, que
demostró estar más preocupado por los mosquitos que por la presencia de los
terroristas islámicos. Un hombre jugado con ideas claras y acciones coherentes
y firmes hacia dentro y fuera de la Iglesia. Tuvo que enfrentar una Iglesia
conservadora, pero atenta a las palabras de un Papa que habló en porteño a
miles de hombres y mujeres que encontraron en sus palabras alivio y esperanza,
sobre todo cuando necesitan paz y unidad. Los instó a superar el tribalismo y
los fanatismos religiosos que conducen a la guerra inexorablemente.
Sus mensajes cargados de humanismo irritan a
los dogmáticos, y mientras murmuran contra él, Francisco continua su derrotero
de transformación de una iglesia que fue capaz de albergar en silencio a
miembros corruptos y enfermos de soberbia con ropajes religiosos, tan religiosos
que cubrían su vacío y deshonestidad con pomposos ritos.
La familia y los divorciados
El tema central del año fue la familia, la
defensa de la doctrina tradicional pero con una mirada de misericordia hacia
quienes se equivocaron y pretenden emprender un nuevo camino. Frente al
deterioro del concepto tradicional de la familia y la aparición de nuevos
paradigmas, el Papa pidió comprensión, priorizar la salud física, mental y
espiritual de la gente por encima de los dogmatismos y rigideces de las normas
eclesiásticas. No dudó en reformar el Código de Derecho Canónico para facilitar
la regularización de muchas familias divorciadas y vueltas a casar. Y lanzó el
Año de la Misericordia que no pretende ser un año devocional o de obtención de
indulgencias, sino un año de verdadera reconciliación, fruto del perdón. Dios
no se cansa de perdonar, nos recuerda el Papa y nos insta a hacer lo mismo con
nosotros y con los hermanos.
Vatileaks
Afrontó sin titubeos la traición de quienes
filtraron noticias del manejo económico de la Santa Sede, y no dudó en enviar a
la cárcel a los responsables, como tampoco dudó en remover obispos, algunos muy
jóvenes, que no eran claros en los manejos de las finanzas de sus diócesis.
No son pocos los obispos, sacerdotes y fieles
que lo acompañan y rezan por él, y sueñan con Iglesia más humana y comprometida
con lo cotidiano del hombre y la mujer de hoy.
Una difícil y ardua tarea le espera al Papa que
cumplirá a fines del año próximo sus 80 años, pero tiene el norte claro y va
construyendo el camino entre el trigo y la cizaña, caminando en medio de lobos.
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