En 1826 un grupo de técnicos y empresarios ingleses se encaminaba desde Buenos Aires hacia las minas de Potosí a lo largo del camino de postas. Entre estos se encontraban sir Edmund Temple, el general Paroissien (amigo de San Martín que peleó en las batallas de Maipú y Chacabuco), el barón de Czeltritz, el Dr. John H. Scrivener (1806-1884), y dos sirvientes. Todos ellos pertenecían a la comisión exploradora que envió “La Potosi, La Paz and Peruvian Mining Association”, una compañía minera inglesa que buscaba posicionarse en la explotación de las afamadas vetas de plata del cerro Rico de Potosí. Temple y Srivener, con formación académica y fina pluma, publicaron sus memorias de viaje, ricas en datos históricos, geográficos y paisajísticos valiosos para comprender aspectos sobre nuestro pasado.
Las memorias de Scrivener, que fueron traducidas y publicadas por Lola Tosi de Dieguez en 1937 (Imprenta López, 200 p., Buenos Aires) contienen abundantes datos anecdóticos de la travesía por mar desde Inglaterra a Buenos Aires y desde allí por tierra a Potosí, pasando por Salta. Las misiones inglesas tenían en Salta un contacto importante como era el médico y naturalista inglés Joseph Redhead, amigo de la familia Güemes y médico de Belgrano. Temple y Scrivener se reunieron con Redhead, igual que un poco antes lo había hecho el capitán Joseph Andrews, también de una compañía minera que iba rumbo a Potosí. Andrews da muestras de un ateísmo y un anticlericalismo exacerbado cuando pasa por Salta y deja escritas en sus memorias páginas muy duras sobre el Señor y la Virgen del Milagro, entre otros temas. Scrivener cuenta que estando en Potosí se enteró que su jefe Temple era francmasón y pertenecía a una de las logias de Inglaterra. Temple le habló de la importancia de incorporarse a la logia a lo cual Scrivener accedió (p. 103). Cuenta que se reunieron primero en lo de Temple quién le habló de “las conveniencias de obedecer sin titubeos las órdenes que pudiera recibir de la Logia” (p. 104).
Luego le vendaron los ojos y salieron de noche por las callejuelas de Potosí caminando en distintas direcciones hasta llegar a una casona donde golpearon la puerta en código, entrando por distintas escaleras a una habitación donde Temple le sacó el pañuelo y lo dejó solo. Al recobrar la vista en el lúgubre ambiente vio que había una mesa pequeña con un cráneo y una vela de sebo alumbrando. Luego sintió ruidos de cadenas y entró un personaje “con la cara cubierta y una vestimenta extraña” del cual luego supo que era el que oficiaba del “Terrible”. Este volvió a vendarle los ojos y lo llevó de nuevo por escaleras hacia arriba y hacia abajo tintineando cadenas y luego por un corredor hasta la puerta de la Logia. Golpeó, entraron y quedaron unos minutos en silencio hasta que una voz preguntó si lo reconocía. Scrivener contestó afirmativamente ya que reconoció en esa voz al propio gobernador de Potosí, el General Galindo (p. 105).
Así vendado, Scrivener fue ordenado de subir y bajar unos peldaños y luego una voz potente le ordenó arrojarse al suelo cayendo sobre una superficie blanda y unos minutos después la orden de incorporarse. Cuenta Scrivener (p. 106) lo siguiente “Quitáronme el pañuelo de los ojos y vi un enorme salón espléndidamente iluminado, al Gran Señor de la Logia y a todos sus miembros, luciendo las insignias correspondientes a sus grados. Era un espectáculo imponente. Uno de los presentes me condujo a un asiento y así terminó la sesión, primera y principal, de mi iniciación como Francmasón”. Cuenta que fue recibiendo sus distintos grados y que asistía a las reuniones que se celebraban.
Desde Potosí regresó a Salta el 17 de junio de 1827, acompañado por el Coronel Sevilla, un militar salteño que se encontraba exiliado en Potosí luego de haber dado un golpe para derrocar al gobernador de Salta y haber fracasado en el intento. De regreso de Potosí, Scrivener pasó un tiempo en Salta y frecuentó a su amigo Redhead de quién hace uno de los perfiles biográficos más completos que se conocen. Marcelo O’Connor, una de las plumas más recordadas de El Tribuno, escribió en 2009 un ensayo en un libro del Grupo Salta (Ed., Felipe H. Medina, 312 p., Okapi, Salta) que pasó desapercibido para los salteños a pesar de que contenía una hipótesis bomba. En el capítulo del libro, que tituló “Masones de Salta” (pp. 233-240), O’Connor plantea la cuestión de si el General Martín Miguel de Güemes era masón (p. 235). Y se apoya en algunas pistas como una carta que intercambian dos masones notables como San Martín y Pueyrredón, en donde este último le comenta a San Martín que Güemes hace progresos “en estudios de Geometría”, que en el lenguaje simbólico es una clara referencia a la masonería (p. 236).
Agrega que Güemes nunca fue un caudillo provinciano de tendencias separatistas y jamás disintió y cumplió con todas y cada una de las directivas de los gobiernos nacionales de la época, los que estaban claramente influidos por las logias masónicas, y por tanto avalaría la hipótesis. También apunta que “No es un dato menor que un hermano menor se llamara Napoleón, que en la época es equivalente a llamar hoy a un hijo Lenin o Libertario, denunciando una definición familiar liberal revolucionaria”. O’Connor terminaba con un aserto: “Por supuesto que esto será negado por quienes prefieren un Güemes vaciado en el bronce pero carente de significado y trascendencia actual” (p. 236).
Para abonar aún más esta hipótesis del Dr. O’Connor, téngase presente que Redhead fue un hombre de gran influencia en el entorno de Güemes y también de Belgrano de quién fue su médico personal y colaborador en la traducción de documentos en lengua inglesa, entre ellos la carta de despedida de Washington. Redhead era escocés, más precisamente de Edimburgo, donde se graduó de médico. Escocia ha sido la cuna de las logias masónicas. Las logias inglesas pasaron a Francia a mediados del siglo XVIII. Sugestivamente Redhead estuvo en París en tiempos de la Revolución Francesa y fue recluido en La Bastilla esperando su ejecución por la guillotina. Luego de catorce meses de encierro fue liberado y partió para Argentina donde terminó por radicarse en Salta, habiendo mentido sobre su nacionalidad. Desde Salta Redhead fue corresponsal de dos reconocidos masones como fueron el sabio alemán Alexander von Humboldt y el cónsul general y representante de negocios de “Su Honorable Majestad Británica” en el Río de La Plata, sir Woodbine Parish
Para sumar un poco al debate por la minería en Salta: http://mineriaensalta.blogspot.com/
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