jueves, 19 de abril de 2012

Sincericidio y suicidio colectivo


Dr. Armando Frezze,19/abr/2012, para El Tribuno

“Quiero que quede bien claro, es la primera vez en 17 años que la República Argentina tiene que importar gas y petróleo y que esto nos significa un pasivo hidrocarburífero, por primera vez en la historia, de más de 3.000 millones de dólares”. Estas palabras pronunciadas por Cristina Fernández al anunciar la expropiación parcial de YPF, además de autoincriminatorias, describieron un desesperanzado escenario que, sin embargo, venía siendo descripto desde mucho tiempo atrás. En tiempos que gobernaba Néstor Kirchner y la situación no era aún grave, se formularon advertencias, nunca escuchadas, sobre la posibilidad de un futuro económico difícil, al cual la Presidenta ha otorgado ahora un estado de certeza.

Cuando el costo del barril trepó de 25 dólares en 2002, hasta el récord de 140 dólares en julio de 2008, la preocupación llevó a un grupo de exsecretarios de Energía de la Nación, peronistas y radicales, a trabajar sobre la producción energética nacional y al cabo de casi un año se concretó en un documento, “Propuesta de una política de Estado para el sector energético argentino”, que se hizo público el 11 de marzo del 2009.

En su inicio expresaba: “El sector energético afronta serios problemas estructurales sin soluciones a la vista; para resolverlos se debe formular una política de Estado a largo plazo; Argentina tiene un presente decadente en materia productiva y un futuro incierto”. Entre las causas del atraso productivo los autores señalaron distorsiones, una de las cuales vale como síntesis: “No hay planificación energética de largo plazo”.

Eso afirmaron en 2009 Jorge Lapeña, Alieto Guadagni, Roberto Echarte, Raúl Olocco, Julio César Aráoz, Daniel Montamat, Enrique Devoto y Emilio Apud, quienes ejercieron la conducción de la Secretaría de Energía en alguno de los gobiernos entre 1986 a 2003. “Tenemos un sector energético en declinación productiva persistente. Se trata de la manifestación de un problema estructural que abarca cinco aspectos: políticos, institucionales, legales, técnicos y tarifarios”, afirmaron. Junto a la descripción propusieron también las medidas y acciones necesarias para alcanzar el inicio de las soluciones. Hay que recordar que, además, los ocho exsecretarios en 2010 enviaron una carta al actual secretario de Energía pidiendo información sobre las importaciones de fuel oil desde Venezuela, que se compraba más caro que el que exportaba para esa misma época el país, un sinsentido que llevó adelante la petrolera estatal argentina Enarsa, fundada por Néstor Kirchner en 2004.

Ahora la Presidenta ha descubierto que el país ya no tiene recursos para la importación de combustible, circunstancia que se produce por la falta de políticas energéticas imputables a su administración y a la de su marido. Al describir los hechos, aceptó implícitamente su responsabilidad política, una novedad impensada, fuera del manual del kirchnerismo. En lugar de echarle la culpa a las administraciones anteriores de 2003 hacia atrás -como lo ha hecho regularmente-, aceptó que una de las causas del actual escenario en abastecimiento de hidrocarburos ha sido un insuficiente control estatal. Es cierto, porque si se cumpliese a rajatabla la ley que creó Enarsa S.A. el presente energético argentino debería de ser otro.

Podría afirmarse que el reconocimiento formulado por la presidenta Cristina Fernández es lo más parecido a un sincericidio político, novedad inaugurada en el país poco tiempo antes por el actual vicepresidente, en una conferencia de prensa. El viceministro de Economía, Axel Kicillof, lo cometió en grado de tentativa cuando concurrió al Senado el martes.

Estos sinceramientos de la dirigencia política argentina han resultado casi simultáneos con las reflexiones del Nobel Paul Krugman, publicadas bajo el título “Europe's Economic Suicide”, en las que señala “la aparente decisión de los líderes europeos de acometer un suicidio económico colectivo”, porque en lugar de repensar las políticas que originaron la situación actual “insisten en sus políticas e ideas fracasadas, siendo cada vez más difícil pensar que cambiarán de rumbo”. En el caso argentino el suicidio político de la dirigencia está llevando al enfrentamiento comercial, y posiblemente judicial, con demasiados Estados extranjeros. Para la Argentina es lo más parecido a un suicidio económico colectivo.

El Grupo Salta acaba de heredar otro libro para la memoria histórica

Ernesto Bisceglia, 19/abril/2012 para El Intransigente


SALTA.- Desde el humilde sitio del lector y en tiempos en que la dinámica social impone favorecer la filosofía del tener antes que el cultivo de los valores del ser, resulta valioso para una comunidad como Salta contar con un grupo de personas que dedique espacios mentales a la reflexión, a la investigación y hasta la más pura imaginación para volcarlos en trabajos escritos; todo lo cual atento a que en ello va comprometido lo más valioso que posee hoy un ser humano: su tiempo.

Porque hay que decir cuánto de ese tiempo lleva la labor del escribiente, que nada es comparado con el que antes debe invertir en la lectura, pues como está dicho, “antes de ser un buen escritor, hay que ser un buen lector”.

De esa manera, la gente del Grupo Salta, se diría, conjuga dos categorías igualmente interesantes, necesarias y complementarias –más aún- inmediatamente conexas, aquellas de la literatura y el periodismo. De hecho, todo gran escritor, antes ha sido periodista. Dos oficios cultos donde el primero se nutre de la función expresiva del lenguaje, incluso poética; mientras que el segundo hace a la representación de ese lenguaje, o sea, construye una realidad que muestra al lector, cumpliendo a su vez una doble tarea, la de informar y la de formar.

De ambas manifestaciones hay en los escritos que componen este Tercer volumen editado por el Grupo Salta bajo el título "La Provincia de Salta: Enfoques y Perspectivas III".

Será importante además destacar el aporte que significan al acervo cultural de la Provincia de Salta libros como éste, porque en esa relación literatura-periodismo, los autores ofrecen para “los venideros” como dirían los griegos, una descripción objetiva de la realidad; algo que de otro modo quizás quienes nos sucedan debieran buscar en novelas, relatos cortos o una fatigosa investigación de periódicos.

Aquí, en los escritos del libro del Grupo Salta, transita la vida subjetiva y hasta emocional de gentes que son y que mañana serán, que no han pasado simplemente sino que dejan ese testimonio que entonces, cuando alguien de otro tiempo se encuentre con estos libros podrá conocerlos y saber de cómo fuimos como sociedad.

Ése, es pues, el valor más aquilatado que tiene el Grupo Salta, el de haber reunido a personajes de distintos estratos y diferentes corrientes de pensamiento, desde ultracatólicos hasta impenitentes y contumaces agnósticos, desde conservadores hasta neoperonistas, todo por obra y milagro del sentido común y la vocación por escribir que pueden hacer coincidir en un disentimiento creativo y altamente constructivo, que enseña que más allá de los abismos –incluso- mentales, está ese “alte ego” que Aristóteles define como tan necesario para que podamos ser una comunidad. Creciendo en la diferencias, lo cual lo hace mucho más divertido. En suma, se podría hasta hablar de un perfecto equilibrio entre la razón y la fe.

Ha sido la de anoche, más que una presentación, una gala para la cultura de Salta que acuna un ejemplar más que se convierte en un bien heredable para la sociedad. Vaya el saludo, no sólo por la obra, sino sobre todo por ese espíritu tan ecuménico, imprescindible para ser una sociedad civilizada.

miércoles, 11 de abril de 2012

El peso del pasado


Gregorio A. Caro Figueroa, mar/2012 para Todo es Historia

El pasado pesa. El exceso de memoria y el olvido evasivo, también. El abuso y la manipulación de ambos, agobian. Así como no conviene confundir recuerdos personales con historia, tampoco es bueno hacer un lastre del pasado. Para unos, esta hipertrofia del pasado suele ser un rasgo de decadencia. Según otros, el abuso puede ser un síntoma de trastornos de la identidad de un pueblo.

Tales trastornos pueden tener su origen en malestares e incertidumbres provocados por amenazas reales o imaginarias a identidades que, para acentuar sus rasgos, necesitan recurrir a visiones ideológicas de la historia. Colocar el centro de gravedad en el pasado, reavivando y prolongando querellas, suele ser un estimulante para la acción y un recurso para ocultar problemas actuales.

En su denuncia de “la historia falsificada”, aludiendo a Juan Manuel de Rosas, Ernesto Palacio señaló como obligación “la glorificación –no ya la rehabilitación- del gran caudillo que decidió nuestro destino”. Esto señalará el despertar de la conciencia nacional. Esta reivindicación estuvo ligada a la admiración por Francisco Franco, “Caudillo de España por la Gracia de Dios”.

La identidad de la Argentina, receptora de millones de inmigrantes, carece del sustrato histórico de “naciones homogéneas”. Esas naciones no solo son resultado de “la suma de tradiciones familiares”, sino que sus historias coinciden con esas tradiciones, explicó Palacio.

Nuestra heterogeneidad y debilidad de origen deben sustituirse con la “comunidad espiritual de un ideal nacional”, capaz de absorber y transformar esas diferencias instalando la historia como núcleo del ser nacional, y las tradiciones y la memoria nacionales en el corazón de una visión histórica que no solo debe ser inculcada sino, también, impuesta.

Desde la vertiente “revisionista-popular”, como desprendimiento del esquema país-real país-formal, se contrapuso la memoria y la tradición oral, trasmitidas en “el íntimo escenario de la amistad”, a la historia erudita, académica y documentada.

De la primera, en la que se confunden memoria individual y memoria colectiva, derivaría la verdadera historia: no ya de un gran hombre, sino del pueblo, o de su caudillo, como protagonistas. De la segunda, la “historia oficial” escrita por una elite al servicio de sus intereses antipopulares y antinacionales.

Esta visión maniquea, su obsesión por el pasado y el “frenesí de liturgias históricas”, están recrudeciendo. No asistimos a un tropical reverdecer latinoamericano. Menos aún, a un fenómeno típicamente argentino. Las expresiones locales de este interés por el pasado y las conmemoraciones forman parte de una antigua y recurrente tendencia que se manifiesta hoy en Europa.

Con estilos y argumentos diferentes, defendiendo sus respectivos intereses e ideologías, conservadores, progresistas y populistas participan de este culto a la memoria y del frenesí conmemorativo que lo expresa. Durante gran parte del siglo XX, de la mano de regímenes totalitarios, el riesgo no fue el exceso de memoria sino su supresión y destrucción.

Tales regímenes destruyeron la memoria para poder reescribir la historia, cortando sus telas a medida de sus intereses. Si la historia del Reich milenario “puede ser releída como una guerra contra la memoria”, ocultando y controlando la información, como observó Primo Levi, también pueden serlo las historias de la Unión Soviética y de China comunista.

En los años 90, Tony Judt y Andreas Huyssen advirtieron que, por un lado, las sociedades postmodernas son, a la vez, más olvidadizas e ignorantes del pasado y, por el otro, promueven esta “auténtica manía de monumentos y museos, nostalgias culturales y novelas históricas”. Esta saturación favorece que se mezclen marketing de la memoria con manipulación y explotación política.

Lo que es más grave y paradójico: estos excesos están vaciando la historia no solo de rigor, sino también de sentido. Este retro progresismo se podría explicar “por una pérdida de fe en el progreso, una reacción ante la aceleración del cambio tecnológico y la conciencia de la desaparición de la generación que vivió el Holocausto”.

Borges criticó los excesos de la memoria. El hombre podría producir “lo que necesita sin recurrir al pasado”, y anticipó: “con el tiempo se va a llegar a eso, porque ya hay demasiados museos, hay como una carga de memoria demasiado pesada”. Ahora hay demasiados museos, pero muchos de los nuevos están huecos de memoria.

David Rieff retomó la crítica a la llamada “cultura de la conmemoración” o “moda de la memoria”. Rieff comprobó sobre el terreno durante la guerra en la ex Yugoslavia, las trágicas consecuencias que acarrean los odios ancestrales avivados por “recuerdos” colectivos de mitos de un pasado manipulado políticamente.

Aquella guerra no estalló por diferencias étnicas e históricas: “fue encendida por ideólogos nacionalistas que transformaron el narcisismo de la diferencia menor en la monstruosa fábula de que la gente del otro lado eran asesinos, mientras ellos era víctimas inocentes”, señala Misha Glenny. La limpieza étnica comenzó “limpiando” la historia de “enemigos”.

Paul Ricoeur, que aborda con mayor profundidad el problema de la memoria y el olvido, y de la memoria y la historia, explica que entre el recuerdo y el olvido está la “memoria justa”. Con esa expresión alude a la idea de la justa distancia que tenemos que mantener respecto al pasado. “No hay que estar muy apegado a él ni alejarse en exceso, sino encontrar la justa distancia. La sabiduría de la que hablo consiste en esa proximidad que traen consigo algunos distanciamientos”.

En América latina resulta doblemente paradójico que sectores que se consideran progresistas, hagan profesión de fe antimoderna y de cerrazón autárquica, abrazando las obsesiones del pasado en clave memorística y entronizando el culto a un santoral sectario. Aunque recrudezcan hoy bajo otros climas, no son nuevas esta “politización de la historia” ni esta “historización de la política”, advierte Diana Quatrocchi.

Aunque protagonizado por especialistas, el debate sobre las diferencias entre memoria personal, memoria colectiva e historia se proyecta más allá de esos círculos: influye en la convivencia social y en las políticas de Estado. La memoria selecciona, busca justificar y legitimar, suele ser emotiva e imprecisa y, por eso mismo, genera pasiones y las exalta cuando se intenta imponer desde el Estado una memoria sesgada y única.

Ese tipo de memoria, como recuerdo de un pasado vivido o imaginado, “ha llevado a la guerra más que a la paz, al rencor más que a la reconciliación, y a la determinación de buscar revancha más que al compromiso con la dura labor del perdón”, señala Rieff.

Por el contrario, la historia apunta al rigor y a la crítica; busca y contrasta pruebas, procura conocer y explicar. La historia, a diferencia de la memoria, “está obligada a dar cuenta de todo”. “La historia reúne; la memoria divide”, señala Pierre Nora. Si esa memoria no es plural, divide, excluye, simplifica lo complejo, alimenta enconos. “La política de la memoria tiene que respetar una pluralidad de memorias”.

Santos Juliá advierte sobre los riesgos de confundir la memoria con la historia, refundiendo ambas en la caldera de los nuevos estudios culturales. Frente a esos intentos, sin negar otras formas de abordar el pasado, reivindica la autonomía de la historia como campo propio, saber crítico y conocimiento científico del pasado. No se trata de divorciar la memoria de la historia: se trata de delimitar sus respectivas esferas para tender puentes entre ambas.

Sin desconocer esas estrechas relaciones, Pierre Nora afirma que memoria e historia “funcionan en dos registros radicalmente diferentes”. “La memoria depende en gran parte de lo mágico y sólo acepta las informaciones que le convienen. La historia, por el contrario, es una operación puramente intelectual, laica, que exige un análisis y un discurso críticos”.

Juliá, autor de “Historias de las dos Españas” (2004), quizás sea quien aporte la mejor síntesis de este debate cuando advierte que, “en la medida en que la memoria desplace a la historia, estamos sembrando el camino de nuevos enfrentamientos”. Aquí no se está debatiendo solo sobre el pasado: a través de él, lo que se está discutiendo es el futuro cercano.-

martes, 10 de abril de 2012

La Quebrada del Toro


Dr. Ricardo Alonso, 8/abr/2012, para El Tribuno

Entre las maravillas paisajísticas de Salta, no es menor la bellísima Quebrada del Toro, por la cual circula el famoso Tren de las Nubes del ramal C-14 del Ferrocarril General Belgrano.

Se trata de un profundo rasgo erosivo de los Andes del Norte Argentino que puede tipificarse como un cañón.

Forma parte del sistema de cañones que drena la cara oriental de la Puna y que se descuelgan desde alturas que superan los 5 km sobre el nivel del mar hasta alcanzar los valles inferiores como el de Lerma, en Salta, o el de Jujuy.

Estos magníficos cañones, que corren ajustados entre altas montañas y representan, metafóricamente hablando, hachazos tectónicos en la “carne” andina, presentan en su interior ríos torrenciales de gran poder erosivo.

Esos ríos dan generalmente el nombre a la quebrada que los contiene como el de Escoipe, el Calchaquí, el Grande de Humahuaca, el de las Conchas y el que aquí nos interesa: el Toro. Jaime Dávalos inmortalizó la frase “Toro viene el río”, para hacer referencia a ese río que en verano brama como un toro enfurecido.

No se sabe con certeza el origen del topónimo, y los distintos autores salteños que aportaron a la etimología (A. F. Cornejo, J. V. Solá, F. R. Figueroa y otros) piensan que es una palabra indígena que hace referencia al barro.

Efectivamente los días de verano, entre tormenta y tormenta, se aprecia el color marrón oscuro de sus aguas torrenciales pastosas y se puede respirar en sus orillas el olor del barro con ese característico perfume de las arcillas húmedas.

El Cañón del Toro propiamente dicho corresponde al tramo inferior, esto es, entre las localidades de Ingeniero Maury (2.358 m) y Campo Quijano (1.521 m), donde el río corre estrechamente encajonado entre rocas precámbricas de la Formación Puncoviscana, a lo largo de unos 26 kilómetros.

Cerca de su desembocadura, recibe las aguas de un gran afluente como es el río Las Capillas y el río de las Arcas. Las Capillas nace en el cerro Acay (5.716 m) corre encajonado entre la Sierra del Chorro, al este, y el Cordón de Lampasillos, al oeste. Estos cordones alcanzan alturas de entre 4.500 y 5.700 m (cerro San Miguel).

A partir de Ingeniero Maury, una potente falla geológica pone en contacto las rocas duras y lajosas grises de la Formación Puncoviscana sobre rocas blandas rojizas del periodo Terciario. La erosión actúa más fuerte sobre esas rocas deleznables, logrando una mayor erosión y, por lo tanto, la quebrada se hace más ancha. Esta situación se mantiene hasta llegar a Puerta de Tastil, donde recibe un gran brazo que viene desde el norte formado por El Toro, Rosario, San Bernardo de las Zorras.

El otro brazo baja desde los Altos de Muñano, en el borde de la Puna, cortando a la Formación Puncoviscana hasta Las Cuevas, desde donde empieza a encajonarse nuevamente a través del Batolito Granítico de Tastil y así sigue hasta El Alfarcito.

Gran parte del Cañón del Toro se desarrolla en las rocas rotas por el lineamiento de Calama-Olacapato-

Toro, una estructura tectónica regional de gran importancia.

El Cañón del Toro tiene una orientación general noroeste-sudeste y está flanqueado por altas sierras, que en conjunto se elevan por encima de los 4.000 msnm, alcanzando un punto culminante en el Nevado de Chañi (5.896 m).

La longitud

El Cañón del Toro tiene unos 90 km de longitud, entre los Altos de Muñano, al oeste, y la localidad de Campo Quijano, al este. Las diferencias de altura entre el punto oeste a 4.180 msnm, en Abra Blanca, con Campo Quijano a 1.521 m, es de 2.659 metros.

Esto nos da una pendiente general de casi el 3%. Las diferencias de nivel entre el cauce y las altas montañas alcanzan entre 1.000 y 1.500 m, en distancias horizontales menores a 10 km.

Resumiendo, el Cañón del Toro es una estructura tectónica y morfológica del ambiente de la Cordillera Oriental, que se extiende en sentido noroeste-sudeste a lo largo de 90 km, limitado por altas sierras con alturas del orden de los 4.000 metros sobre el nivel del mar.

Comprende una cuenca exorreica, con drenaje hacia el sur, que tiene como colector principal al río Toro y numerosos afluentes que drenan desde las sierras orientales y occidentales. Entre la base del río y las altas sierras, se presentan desniveles de hasta 1,5 km.

La geología general, al igual que la del Cañón de Humahuaca, está conformada por rocas de los períodos Precámbrico (Formación Puncoviscana), Granito de Tastil, Cámbrico (Grupo Mesón), Ordovícico (Grupo Santa Victoria), Cretácico-Paleógeno (Grupo Salta) y Cenozoico (Mio-Plioceno y Pleistoceno).

Excelentes afloramientos rocosos están expuestos en las cientos de quebradas que drenan las altas montañas.

Uno de los aspectos sobresalientes es el tectonismo extremo a que fueron sometidas las rocas, al punto tal que fallas inversas de gran longitud y profundidad sobreponen a unas formaciones sobre las otras en un intrincado juego de imbricaciones y repeticiones.

Es importante señalar que a lo largo del Cañón del Toro corren la ruta nacional N´ 51 y el ferrocarril C-14 Huaytiquina, separándose ambos en Puerta de Tastil, para volver a unirse en Muñano. Partiendo de Campo Quijano hacia la Puna, el paisaje comienza con una vegetación abundante en la boca de la quebrada, que rápidamente se pierde, quedando los cerros apenas tapizados por pastos ralos y por abundantes cicatrices de erosión.

A pocos kilómetros se encuentra el Viaducto del Toro, una impresionante obra de ingeniería ferroviaria que cruza el cañón de banda a banda. La ruta corre en parte por el río y en parte por la cornisa. Las primeras localidades son Río Blanco, El Mollar, El Alisar y Chorrillos, hasta donde el camino es de tipo consolidado. En este tramo se encuentran soberbios ejemplares de cardones de varios metros de altura.

Mayor aridez

Luego se inicia el asfalto que llega hasta Muñano. A partir de Chorrillos (2.111 m) se llega a Ingeniero Maury y enseguida a Manuel Solá (2.555 m), donde el paisaje cambia bastante y se nota una mayor aridez. Unos kilómetros aguas arriba está Puerta de Tastil, donde el río principal se abre en dos grandes brazos: el oriental, por San Bernardo de las Zorras y las Lagunas del Toro; y el occidental por El Alfarcito, Santa Rosa de Tastil y Las Cuevas, alcanzando ambos el borde de la Puna, que actúa como divorcio de las aguas.

La Quebrada del Toro, y su portentoso cañón fluvial, merecen ser considerados entre las maravillas geológicas de Salta.

En plena Pandemia, ¡A reformar la Constitución se ha dicho!

Lic. Félix González Bonorino Sociólogo Nos llega la noticia de que el Gobierno Provincial ha pesentado su propuesta de modificac...